Mucho tiempo después he reflexionado sobre las tizas y aquellas palabras escritas en las paredes de mi barrio. Aquellas palabrotas malsonantes acompañadas de nombres propios. Pero también los corazones, las flechas y los poemas.
Me recuerdo absolutamente feliz dibujando flechas que dirigían a palabras ocultas como si fueran un tesoro, a números que llevaban a acertijos y a frases copiadas de poetas.
Mi reflexión es sencilla, sin conocerlo imité a Cortázar, sin saberlo dibujé rayuelas por las calles de asfalto agrietado de Parque Chas, y me perdí y ayudé a que otros se perdieran. Cada lector era único y me leía a su antojo, como quería Julio.
Ojalá lo que ahora escribo se pareciera a aquello, a las palabras salidas de las tizas. Ojalá haya lectores que se asomen hoy a mis páginas y las corten y las arrojen a la calle a su antojo y se sonrían o se irriten. Y que puedan ser leídas y masticadas en Buenos Aires o en Madrid, en Lisboa, en Nueva York o en París. O en lugares cuyos nombres nunca sabré.
Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas
Mucho tiempo después he reflexionado sobre las tizas y aquellas palabras escritas en las paredes de mi barrio. Aquellas palabrotas malsonantes acompañadas de nombres propios. Pero también los corazones, las flechas y los poemas.
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