viernes

El otro lado

Pedí por correo unas gafas que, según decía en la publicidad, estaban equipadas con rayos X y permitían ver a través de la gente y de las cosas. Me apasionaba la idea de ver al otro lado, conseguí el dinero de formas más o menos honorables, recorté el anuncio de una revista y lo envié a un apartado de correos. Lo normal es que las gafas nunca hubieran llegado, pero una mañana de octubre llegaron.


Llovía y yo acaba de cumplir trece años.


Las gafas venían en un paquetito envuelto con papel marrón y con unas letras impresas en una esquina que indicaban "FRÁGIL" y que estaban emborronadas por la lluvia.


Nunca he desenvuelto algo con tanta emoción. Estaba al borde del éxtasis que precede a los momentos maravillosos, un instante que como todos sabemos es mejor que el momento en sí.
Las gafas tenían el aspecto que deben tener unas gafas del futuro, a medio camino entre las lentes de un inventor y las de un cosmonauta, eran plateadas, los cristales tenían un intenso color verde y se ajustaban tanto a la cara que parecía que no podrías sacártelas nunca.


Me las coloqué como si me colocara la mismísima corona de espinas de Jesucristo. Aquello era, sin duda, lo más maravilloso que jamás me ocurriría.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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