miércoles

El poder transformador de la lejía

La letra
(L) estuvo varios días monopolizada por la lejía. Enrique compró varias botellas y descubrió su poder transformador.

Comenzó arrojándola por el patio de luces de su casa, a mediodía ya había derramado una botella sobre la ropa tendida bajo su ventana. Cinco pisos de cuerdas verdes sosteniendo camisas, blusas, pantalones, chaquetas, faldas, y ropa interior que quedó salpicada de manchas blancas. ¿Qué harían sus dueños cuando las vieran? o lo que era mejor, ¿qué harían cuando no se dieran cuenta y se pusieran esas prendas señaladas? 

Ojalá hubiera podido verlos.

Después de las salpicaduras del patio de luces, rellenó con lejía un recipiente con pulverizador y salió a la calle como el que sale con un arma en el bolsillo. Cada vez que se cruzaba con alguien, al azar, o porque le parecía adecuado, les disparaba disimuladamente en los pantalones, en el suéter o en la falda. 

Era tan discreto que nadie se dio cuenta y no entró en conflicto, fue entonces cuando decidió que al día siguiente utilizaría directamente la botella de lejía.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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