sábado

Palabras bonitas

De pequeña me encantaban las tizas.

Las iba robando de la escuela, las llevaba a casa en los bolsillos del abriguito y las metía en los cajones, Mamá me descubrió, pero en vez de reñirme me dio botes vacíos de cacao para que las guardara.

Las que más me gustaban eran las de colores extraños, las rojas eran difíciles de conseguir, también las negras y las amarillas. Pero las blancas abundaban, eran fáciles de coger y pronto había tizas blancas por toda la casa, y el polvillo que dejaban hizo que papá se quejase y acabaron prohibiéndome que trajera más.

El primer día sin tizas salí a la calle armada con mi bote de cacao, fui sacándolas una a una como si fueran balas y me dediqué a pintar por todo el barrio. Primero hice dibujitos sencillos, (soles, cubos, caracolas), después comencé a escribir palabras. Descubrí que las palabras son más efectivas que los dibujos.

Por la tarde volví a casa con las manos sucias y la ropa y la cara llenas de tiza. A la media hora varios vecinos ya estaban llamando a la puerta de casa. 

No les molestó que ensuciara las paredes y las aceras, les molestó que usara "palabras feas de adulto", como si las palabras tuvieran edad, como si pudieran ser bonitas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



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