Es evidente que no podía dar entrevistas sin el permiso de la editorial. Cuando se programaba alguna, la preparábamos como si fuera un interrogatorio policial. Todas las respuestas estaban previstas y las preguntas, y las contra preguntas, y las contra respuestas.
Si me salía del guion, los editores tosían, carraspeaban o paraban la entrevista. A veces me sacaban de allí con alguna excusa pueril. "La señorita X tiene que descansar". "La señorita X se encuentra mal, ya saben, cosas del jet lag". Y sonreían como imbéciles a los periodistas que no comprendían qué estaba pasando.
Dicen que es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. No es cierto, puede hacerse, aunque a veces pueda echarse todo a perder por algún detalle o por algún imprevisto.
Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas
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