lunes

Aquella obsesión

Tuve que cortarme el pelo y me tenía que poner vestidos estampados.

A todas horas.

La gente me preguntaba mucho por aquellos jodidos vestidos porque aparecían de forma recurrente, junto a la ropa interior de color rojo, en las novelas. 

La escritora no dejó dicho nada acerca del origen de aquella obsesión y los editores no se ponían de acuerdo sobre qué responder. Propuse llamarla y preguntarle directamente, pero me miraron como si estuviera loca. Finalmente uno de ellos dijo que lo mejor era que improvisara. 

"Si improvisa no dirá nada peor que la sarta de gilipolleces que estamos proponiendo".

Me encanta la palabra gilipolleces. Todo aquello era una gilipollez enorme que me daba de comer.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Cosas del jet lag

Es evidente que no podía dar entrevistas sin el permiso de la editorial. Cuando se programaba alguna, la preparábamos como si fuera un interrogatorio policial. Todas las respuestas estaban previstas y las preguntas, y las contra preguntas, y las contra respuestas.

Si me salía del guion, los editores tosían, carraspeaban o paraban la entrevista. A veces me sacaban de allí con alguna excusa pueril. "La señorita X tiene que descansar". "La señorita X se encuentra mal, ya saben, cosas del jet lag".  Y sonreían como imbéciles a los periodistas que no comprendían qué estaba pasando.

Dicen que es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. No es cierto, puede hacerse, aunque a veces pueda echarse todo a perder por algún detalle o por algún imprevisto.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas
 

Indagar la historia

[Fernando Arrabal] Seguro y obstinado dedica sus novelas a indagar la historia (nada heroica y, por ello, cercana a las fuentes más humildes de la cotidianidad que le asfixia) del espacio y el tiempo que le ha tocado vivir.

Antes que Cortázar descubre el sistema narrativo que establece en su primera novela: el juego, la complejidad del mundo que le rodea y la estructura novelesca organizada como espejos que reflejan, en sus partes, realidades más amplias deconstruidas para mejor servir el propósito del autor. Así nace Baal Babilonia (1959) uno de los caleidoscopios narrativos más sorprendentes publicados sobre la guerra civil española.

Ángel Berenguer, prólogo a La torre herida por el rayo

sábado

Andar en controversias

Déjeme vivir ilusionado que, para lo que dura la vida, más vale engañarnos seriamente, y no andar en controversias.


Santiago Rusiñol

Los detectives fuman

Los dos detectives, el real y el imaginario se encontraron en el anatómico forense. La morgue es un buen lugar para unir lo que no existe con lo que se imagina.

Darío salía con el rostro de Rosana Lewis en sus pupilas y Tomás aún no sabía a dónde dirigirse, las paredes blancas y el eco de los zapatos en el suelo eran un mal punto de partida para enfrentarse a un caso real.

A la altura de la máquina de café los dos hombres se cruzaron y aunque no se conocían se pararon.

— Disculpe — comenzó Tomás— busco a alguien que me pueda dar información sobre las dos chicas desaparecidas.

Darío, que aún sentía el frío de la cámara frigorífica en las sienes se paró y miró a Tomás o, mejor, miró a través de Tomás.

— ¿Me invitas a un café?
— Claro. — Tomás rebuscó en el bolsillo del pantalón.
— A cambio yo te invito a un cigarrillo.

Tomás sabía que debía tomar el cigarrillo y fumar como había ensayado, ahora era detective y los detectives fuman en las morgues.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

En nombre del surrealismo

Otro texto de cine que leía una y otra vez era una frase de Buñuel: “El surrealismo me ha enseñado que el hombre no es libre”. 

Sirk me enseñó, años más tarde, que el drama empieza cuando alguien se pregunta el porqué.

¿Por qué Buñuel decía eso’ ¿Cómo podía decirlo? Buñuel, el iconoclasta, el libertario, negaba la libertad del hombre como cualquier inquisidor calvinista y encima en nombre del surrealismo. 

(…) Al fin, un día José Ignacio (Fernández Bourgón) apareció con una frase de Buñuel: “La imaginación es libre”. En un santiamén atamos cabos: “La imaginación es libre, el hombre no lo es”. 

Antonio Drove

viernes

El escenario móvil

Tomás, el detective actor, llegó al anatómico forense en taxi. Desde que decidió empezar por el depósito sabía que aquello tomaba otra dirección, que podía ser un juego, pero que hay juegos terribles.


Cuando indicó la dirección, el taxista le miró con lástima y el actor, en lugar de aclarar quién era, dejó que el chofer pensara que tenía a alguien allí dentro.

Hay quien piensa que la muerte es divertida o un espectáculo, divertida no lo es nunca, y sí, puede ser un espectáculo para el que no muere.


— Es la segunda persona que llevo a la morgue. Créame que lo siento — dijo el taxista mirándole a través del espejo.


— Sí — asintió el actor—  ha sido una lástima.


Tomás recordó que era un actor, un actor sin papel. 


— ¿Era muy mayor?


— No, era joven, una muchacha todavía.


El taxista se estremeció. Y Tomás se estremeció también imaginándose a una mujer a la que trataba de poner cara y una vida que ya era solo pasado.


— Lo siento mucho, ¿familiar suyo? ¿su novia?


¿Por qué no una novia? No estaría mal una novia muerta o mejor una amante muerta. Debía seguir jugando, imaginando, engañando con habilidad al taxista.


— En realidad era una amiga, una buena amiga se puede decir.


El taxista se sintió conmovido y ya tomaba las avenidas al límite de velocidad y apuraba los semáforos. Tomás callaba, ya tenía su imagen y su nombre y el motivo de su muerte que desaparecería al salir del taxi. Aquello era una representación perfecta, un actor, un espectador, un escenario móvil, estreno y última función. Tomás tuvo la tentación de llorar, pero no se podía permitir ser tan facilón, tan  ruin.


— ¿Muerte natural?


El taxista se moría de curiosidad. Tomás jugaba con él como un gato con un ratón herido, solo le quedaba darle el remate final.


— No sabemos aún. Su marido nunca vio bien nuestra relación.


El actor pagó la carrera (pagó su propia actuación) y salió del taxi. El taxista volvió a casa con la sensación de que la actuación había terminado en el momento justo.


Nazaré Lacano, Cuentos de Parque Chas



jueves

Ser tonta y otras cosas terribles

Un día recibí en casa todos los libros de la autora a la que yo ponía cara. No sé cómo llamarla para no parecer una estúpida y para no dar ninguna pista. Es difícil no parecer una tonta si no hablas claro.

Durante mucho tiempo mi trabajo consistió en ser tonta y parecer lista.

Para hacerlo tuve que leerme su obra, no era mal trato, se suponía que la había escrito yo así que debía saber lo máximo posible. ¿Seguro? No tanto, uno de los directivos de la editorial pensó en voz alta y, como si yo no estuviera presente, dijo "¿No es mejor que esta pava no sepa nada de lo que ha escrito? Por si se pasa de lista, digo".

Es difícil que yo me pase de lista, a menudo no llego a lista, quizás me paso de tonta. Y aquella vez me pasé, aunque no sé si de lista o de tonta.

Leí todo porque me apetecía. Hice como hago siempre, extraje frases, anoté, corregí y traté de que me gustara. No todo me gustó, claro. Los cuentos eran pretenciosos y parecían querer ser novelas cortas. las novelas eran poco pretenciosas y parecían cuentos estirados. De vez en cuando alguna frase ingeniosa y metáforas, metáforas a troche y moche, sin venir a cuento, sin venir a nada. 

No cometí el error de criticarla en público ni en privado, a veces en alguna entrevista sacaba alguna de mis metáforas y notaba como las caras de mi editor se quedaba blanca. Blanca como una novia que sabe que la virginidad es roja. Cosas así de terribles.

Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas

El poder de la imprenta

Lo de los billetes falsos parecía una buena idea. ¿Qué puede haber mejor para transformar el mundo que meter moneda falsa en el mercado?

Primero supone un problema para los comercios locales a los que se inunda de billetes sin valor, después para los clientes que reciben en sus vueltas dinero falso y se verán envueltos en algún problema cuando quieran pagar con ellos, y después, si todo va bien, se moviliza a la policía y, si hay mucha suerte, puede hacer que se resienta el sistema financiero. 

Enrique no aspiraba a tanto, con trastornar el mundo más cercano tenía bastante, creía en el poder de concatenación de los hechos, hacer todo de forma sencilla, pagar con un billete de 10 euros en la cafetería y a partir de ahí que el azar marque el camino.

El suyo empezó contactando con un antiguo compañero de estudios que disponía de una pequeña imprenta. "Las imprentas cambian el mundo" le dijo Enrique a su condiscípulo con los ojos húmedos por la emoción.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Puentes trampa

Los puentes son como las personas, siempre van de un lugar a otro, quizás son como las buenas personas.

A veces los puentes son una trampa, unen espacios que no llevan a ninguna parte o, peor aún, que te llevan al final. A veces es mejor no llegar.

En el primer puente al que llegó Darío el tráfico era endiablado, apenas una acera estrechita permitía pasar a los peatones que tenían que arrimarse a la barandilla para no ser atropellados o golpeados por algún vehículo demasiado grande o que pasara demasiado cerca.

Hubo conductores que gritaron a Darío, hubo quien le insultó y quien le llamó loco, alguno le tiró una colilla. Hasta que una mujer se apiadó de él y le pidió que subiera a su carro. Darío subió sin pensarlo, solo pensó que no quería morir allí arriba como un estúpido.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Cruzar un espacio

— ¿Queréis decirme qué hacemos atravesando un desierto que ni una serpiente se atrevería a cruzar?

— Un desierto es un espacio, y un espacio se cruza.


Cielo amarillo "Yelow Sky", (William Wellman, 1948)

La maquinaria de un reloj

Acababan de fregar el portal. 

Darío recordó cuando era pequeño y su madre colocaba hojas de periódicos sobre el suelo mojado.


Aquí no había periódicos, solo pisadas, barro, todo estaba encharcado y había un felpudo recogido contra la pared de la entrada


Cuando se dispuso a pulsar el botón del ascensor la puerta se abrió y de su interior salió una mujer joven vestida como deben vestir las ejecutivas de las grandes empresas. Olía a perfume caro. Darío la saludó y ella no le devolvió el saludo.


El ascensor era demasiado pequeño, pero olía a aquella mujer con tanta intensidad que Darío sintió como si estuviera haciendo algo malo. Pudo imaginársela por dentro como un relojero imagina la maquinaria de un reloj.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Rasguños

El cuerpo de Rosana Lewis había hablado.

Tenía una gran contusión en el abdomen y en el rostro, y una gran cantidad de cortes poco profundos, algunos solo tenían la categoría de rasguños.

Las conclusiones eran igual de contundentes, Rosana se había arrojado, o la habían tirado al río desde una altura de unos diez metros. Había caído en una gran superficie de agua y después se había arrastrado hasta el riachuelo. El viaje de Rosana había sido de unos veinte kilómetros.

Darío tenía que localizar el puente desde el que probablemente había tenido lugar el comienzo de ese viaje. No era difícil.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Consignas

"Antes o después me descubriré y lo estropearé todo".

Esto más que una frase era un pensamiento. Ocurrió en varios momentos de mi vida desde que llegué a Madrid. Temía que mi vida de testaferro de una escritora de verdad se viniera abajo por presión, por vanidad o por tomar una copa de más en alguno de esos cócteles maravillosos a los que tenía que asistir hablando, sonriendo, asintiendo, bebiendo como si yo fuera ella.

La consigna de la editorial era: sé amable, pero no demasiado, no confraternices con nadie más allá de la buena educación, no quedes con nadie fuera del trabajo, no hables de literatura ni de política.

¿Cómo podía no hablar de literatura si yo era la cara visible de una escritora?

¿Y si alguien me pedía una explicación por una metáfora mal usada?

Nazaré Lascano, Cuento de Parque Chas



martes

Saber escuchar

El otro detective, el actor, empezó a investigar siguiendo los pasos de un investigador privado de novela. 

Sabía que debía recorrer la ciudad de arriba abajo, buscar alguna pista de la chica y si la encontraba no soltarla pasase lo que pasase.

Como no sabía por donde empezar decidió ir al anatómico forense. Había leído que, si sabes escuchar, un cadáver tiene mucho que contar antes de ser enterrado, y más tarde incluso.

En la puerta del anatómico había dos mujeres de uniforme cuchicheando sobre el caso.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

La esencia de la comedia

¿No es esta la esencia de la comedia, la felicidad momentánea de los espectadores a través de la felicidad eterna de los personajes?


Guillermo Caín

Estado natural

El estado más natural de una película es que no exista.


Rodrigo Cortés

lunes

Marcharse temprano

Después nos marchamos temprano porque Fátima dijo que tenía que lavarse el pelo.


Eloy Tizón, Seda salvaje

Tomar partido

Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultual por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Gabriel Celaya, La poesía es un arma cargada de futuro,  ("Cantos iberos", 1955)

domingo

Fases de recuperación

Fases de recuperación de la realidad de Lucía Monsalvo:


Una. Los dados (con desconocidos).
Dos.

Dos. El alcohol (en solitario).
Tres.

Tres. El sexo (con alguno de los dos puntos anteriores).
Cuatro.

Cuatro. La literatura (la salida debía estar entre las páginas de algún libro).
Cinco.

Cinco. El vómito (como principio y fin de cada momento incontrolable).
Seis.

Seis. El uso de la fuerza (cuando fallaban los puntos tres y cuatro). 

Siete. Correr


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



El hueco

Vincenzo Peruggia robó el cuadro más famoso del mundo, La Gioconda de Leonardo da Vinci, cortando el marco con una navaja y guardándose la tela bajo su gabán. Nadie se dio cuenta hasta pasadas dos horas de la desaparición del cuadro. Nadie vio nada.


(…) el número de visitantes del Louvre aumentó en las semanas posteriores vertiginosamente. Gentes de todo el mundo se precipitaban a admirar el hueco que había dejado en la pared la mujer de ambigua sonrisa. Existen documentos gráficos de masas de gente boquiabierta ante el cuadro inexistente. Perplejos ante la ausencia de Mona Lisa. Muy pocos de los que acudieron habían visto el cuadro antes de su desaparición.


Durante los dos años siguientes, la policía siguió multitud de falsas pistas. (…) Más de quinientas personas fueron interrogadas y las investigaciones llegaron a un callejón sin salida hasta que un anónimo informó del paradero del cuadro, que estaba indemne: en el interior de un armario de una habitación del modesto hotelito en que residía Vincenzo Peruggia. El cuadro había estado todo ese tiempo a menos de mil metros del Louvre.


Isabel Coixet, La vida es un guion


viernes

Lo absoluto

¿Qué le gustaba  más a Enrique, lo concreto o lo absoluto? 


Me contó que en una ocasión, en uno de los portales, de sus portales, estuvo durante mucho tiempo mirando a dos buzones contiguos. Dos parejas, quizás dos matrimonios, tenían sus nombres escritos en la ventanita del buzón. Enrique tenía en una de sus manos una carta manuscrita en la que una amante pedía más atención y en la otra un sobre con varios billetes, una suma importante. Enrique tenía que decidir a quién iría cada sobre, las consecuencias de este acto serían imprevisibles.


Enrique no era capaz de decidirse, hasta que alguien entró en el portal, entonces se apartó y disimuló mirando su mochila, una mujer joven le sonrió y le saludó. Después vio que abría uno de los buzones sobre los que iba a intervenir y sacaba la correspondencia. 


Ahora ya conocía algo más. No sabía si eso era bueno o malo, solo que estaba tremendamente excitado, por la situación, la responsabilidad y por haber conocido a esa mujer.


Enrique introdujo en su buzón la carta de la amante, antes escribió el nombre del esposo en el sobre y en el encabezado, con letra redonda, perfectamente femenina.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


jueves

Anotarlo todo

Supe que Isabel vivió de niña encerrada en un portal, comiendo mondas de patata durante
la guerra. Que su padre, torero, se daba colorete en las mejillas para que no se le notara el miedo. Que, hambrienta de educación, decidió formarse a sí misma.


 
Que, con 17 años, entró a trabajar para Neville, que le dictaba las obras de un tirón, sin notas, mientras ella las taquigrafiaba llena de asombro. Isabel es una mujer de carácter, muy divertida, que lo anota todo para que no se le olvide a nadie, y que cuenta las anécdotas más delirantes que uno haya escuchado en su vida.


Rodrigo Cortés, Mil días de verbolario, ABC


Dar explicaciones

Enrique esperaba en la calle, a la entrada de los portales. Solo tenía que tener paciencia y aguardar a que alguien abriera, entonces se colaba y se quedaba mirando disimuladamente los buzones o, si era necesario, subía a pie las escaleras varios pisos.


Cada vez que se cruzaba con alguien le saludaba amablemente, aunque no demasiado, y siempre con seguridad.


Una vez solo en el portal Enrique se sentía como un niño en una juguetería. Estaba tan excitado que se le acumulaban en la cabeza mil ideas para poner en marcha en ese momento.


Lo que más le gustaba era cambiar las tarjetitas de los buzones con las direcciones, o colocar otras nuevas con nombres inventados que ya llevaba preparadas en el bolsillo de la chaqueta. Otras veces metía sobres con cartas manuscritas de amantes o de sicarios que esperaban cobrar pronto alguna deuda imposible de pagar. Para hacerlo más creíble Enrique escribía allí mismo el nombre y la dirección que figuraba en el buzón elegido para transformar la vida de su propietario.


Si alguien le pillaba manipulando los buzones, Enrique no tenía problema en explicarles su función de transformador de la realidad.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

El poder transformador de la lejía

La letra
(L) estuvo varios días monopolizada por la lejía. Enrique compró varias botellas y descubrió su poder transformador.

Comenzó arrojándola por el patio de luces de su casa, a mediodía ya había derramado una botella sobre la ropa tendida bajo su ventana. Cinco pisos de cuerdas verdes sosteniendo camisas, blusas, pantalones, chaquetas, faldas, y ropa interior que quedó salpicada de manchas blancas. ¿Qué harían sus dueños cuando las vieran? o lo que era mejor, ¿qué harían cuando no se dieran cuenta y se pusieran esas prendas señaladas? 

Ojalá hubiera podido verlos.

Después de las salpicaduras del patio de luces, rellenó con lejía un recipiente con pulverizador y salió a la calle como el que sale con un arma en el bolsillo. Cada vez que se cruzaba con alguien, al azar, o porque le parecía adecuado, les disparaba disimuladamente en los pantalones, en el suéter o en la falda. 

Era tan discreto que nadie se dio cuenta y no entró en conflicto, fue entonces cuando decidió que al día siguiente utilizaría directamente la botella de lejía.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Mejor que la verdad

Una alucinación es una opinión errónea —es creer en una cosa que no existe—, Una ilusión, por el contrario, es asunto exclusivo del sentimiento, y puede existir separada por completo de la alucinación.

Consiste en extraer de un concepto que se sabe que no es verdadero, pero que es mejor que la verdad, el mismo beneficio para los sentimientos que se derivaría de dicha concepción si esta fuera una realidad.

J.S. Mill, Diario

Días contados

[...] todos los que allí trabajábamos sabíamos que teníamos los días contados. Así que andábamos relajados y aguardábamos a que descubriesen lo ineptos que éramos.


Charles Bukowski, Faetotum

martes

Crimen perfecto

La primera noche que Lupe llegó tarde, su viejo no le dejó entrar en casa.

Vivía en un portal con más de cien viviendas y su piso estaba al final de un largo corredor, en el sexto piso. Allí, como pudo, Lupe pasó la noche. 


—Aquella madrugada pasaron cosas fabulosas. Los vecinos del 5J estuvieron contando dinero durante toda la noche. Del departamento de una solterona a la que todos tenían por una beata remilgada salieron dos hombres pasadas las cuatro de la mañana. Un ayudante de notario, que vivía en el 6G, estuvo hablando en sueños de un crimen que hasta ese momento había sido perfecto. Y lo más extraño fue cuando dos hombres uniformados metieron un fardo en el 3J poco antes de que amaneciera.
— ¿Crees que era un cadáver?
— No creo, cuando me vieron no trataron de ocultarlo ni se pusieron nerviosos, es más uno de ellos me sonrió y me pidió mi número de teléfono.
— ¿Se lo diste?
— No me gustan los uniformes. Le di el de la beata, ya sabes, donde caben dos caben tres.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Rico

Le llamaban Rico. No era rico, era moreno y llevaba unas gafas grandes y sucias. Decía que había estado en la guerra. Conducía un furgón y repartía bebidas por los bares del este de Buenos Aires.

Estaba casado y tenía hijos, era un hombre simpático. En una ocasión metió a seis niños en la furgoneta para dar una vuelta por el barrio y desapareció.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

domingo

Contar las cosas

 Lorenzo era un actor extraordinario.

— ¿Por qué me has engañado?

Yo no sabía responderle, él alzó la voz, el taxista comenzó a mirarnos por el espejo retrovisor. En la parte de atrás una pareja que en principio parecía que no iba a dar problemas empezaba una pequeña obrita de teatro.

— Qué por qué me has engañado, perra.

¿Perra? Lorenzo puso su cara muy cerca de la mía, yo tenía que decir algo para que no gritase.

— ¿Qué dices? ¿Cuándo te he engañado yo?
— Durante toda la cena, ¿crees que no me fijé en lo que hablabas con ese estúpido de Luis Fierro?

¿Luis Fierro? ¿Cómo podía saber Lorenzo lo de Luis Fierro? A penas hablamos cuatro palabras en los postres y coincidimos un instante en la terraza, después del café.

— Luis es un amigo, el prometido de mi amiga Magda, solo hablamos de su trabajo y del viaje que hicieron el verano pasado a...
— ¿El viaje? ¿tu amiga Magda? — Lorenzo seguía usando un tono de voz demasiado alto— ¿crees que me chupo el dedo yo?
— Sí, el viaje, solo hablamos del viaje y de trabajo.
— ¿Me tomas por tonto Naza, es eso?
— Yo no te tomo por tonto, te digo de lo que hablamos.
— ¿Y la nota?
— ¿Qué nota?
— Qué mala respuesta Naza ¿y tú quieres ser escritora?
— No hay ninguna nota.
— Saca la nota que te dio.
— Estás loco Lorenzo, no hay ninguna nota.
— Saca la nota o te la saco yo.

El taxi paró y nos echó a la calle. 
Lorenzo caminó hasta el hotel sin hablarme, cuando llegamos fui al baño y escribí una nota para él.

— ¿Ves, Naza? No pasa nada porque me cuentes las cosas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



Uno mismo




 

sábado

Lo que pasa

Lo que pasa cuando no pasa nada siempre será un buen título para un libro que algún día alguien escribirá. En fin.

Enrique Vila-Matas, Dietario voluble

Juegos

Lorenzo me propuso un juego. Se traba de tomar un taxi y hacernos pasar por una pareja. Esa era la única norma, y no decir ni una sola verdad durante el trayecto.

De aquellos viajes surgieron historias extraordinarias, y de ahí salió todo el asunto del sótano.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Textos hallados

Pero los libros tienen muchas otras maneras de convertirse en libros perdidos. Found, de Davy Rothbart, es una antología de textos encontrados en papeleras, cubos de basura, mesas de restaurantes, etcétera. Son notas, cartas, cuadernos garrapateados diarios o páginas de diarios, escritos por personas corrientes sin la menor pretensión literaria.


Algunos de estos textos perdidos, llenos de faltas de ortografía y escritos con un lápiz en una hoja de block con manchas de naranjada, alcanzan una intensidad emocional casi agónica.


Andrés Ibáñez, Libros perdidos, ABCD

viernes

Los libros felices

Los hombres llevan muchos miles de años muriendo y desapareciendo en la tierra. Desaparecen y es como si nunca hubieran existido. Algunos de sus recuerdos (muy pocos) quedan salvados en libros. Pero los libros también mueren. Generaciones enteras de libros desaparecen.


[...] Se perdió el Margites de Homero, la obra en la que el padre de las letras de occidente creaba la literatura cómica. Se perdió la parte de la Poética donde Aristóteles teorizaba sobre la comedia. Se perdieron todas las comedias de Menandro, a quien sus contemporáneos compararon con el divino Homero. Se perdieron las comedias de Magnes, que tuvo la genial idea de introducir animales parlantes en escena. Se perdió el Libro de la música en el que Confucio explicaba cómo utilizar la música para lograr la perfección del individuo. 


Uno tiene la sensación de que en la antigüedad solo se perdían los libros felices, especialmente los felices.


Andrés Ibáñez, Libros perdidos, ABCD

Lo bueno es caro

Lorenzo tenía una empresa de extorsiones. 

Mientras que otros cobraban la mitad por adelantado y el resto al finalizar el trabajo, Lorenzo lo cobraba todo antes de empezar. Era garantía de que cumpliría con el encargo, de que no había lugar para el error.


En Lanús todos confiaban en Lorenzo. Si había un problema de deudas, de acoso, de violencia, robos o una desaparición acudían a él, cobraba y solucionaba. 


No era nada barato, pero lo bueno es caro.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Teorema

Comparaba la vida con una gran fiesta...

Unos van a ella a luchar, otros a comerciar, y otros, sin duda los mejores, a ver.

Diógenes Laercio, Pitágoras

martes

Mojarse bajo la lluvia

Gracias a Rosana, Darío pudo saber algunos secretos que muy pocos hombres conocen, como que a los ahogados no les gusta la lluvia y que, cuando les sorprende en la calle, siempre buscan la protección de los balcones y la compañía de alguien con paraguas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Disonante

Rosana había sido una chica normal, cuando estaba viva. Ahora, de recién ahogada, Rosana se comportaba de forma disonante, quizás porque había pasado demasiado tiempo en el lecho del río, o porque los ahogados se llevan mal con la tierra o por algo que no podemos saber los que seguimos respirando aire seco.

Caminar por Buenos Aires como una ahogada tiene muchos inconvenientes, también alguna ventaja, una ventaja vulgar y corriente, la de todos los muertos, que no ya no pueden matarte.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

domingo

Humedad


Tres mañanas de domingo estuvo Darío recibiendo a la ahogada en su casa.


Llamaba al timbre de madrugada y, cuando Darío salía, todo le parecía un sueño, hasta que amanecía y sentía que ella seguía allí, al otro lado de la puerta. Entonces Darío se quedaba detrás, agazapado, con el corazón golpeándole el pecho y sintiendo la humedad de la ahogada que se colaba por las rendijas hacia el interior. 


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Lugares que nunca sabré

Mucho tiempo después he reflexionado sobre las tizas y aquellas palabras escritas en las paredes de mi barrio. Aquellas palabrotas malsonantes acompañadas de nombres propios. Pero también los corazones, las flechas y los poemas. 

Me recuerdo absolutamente feliz dibujando flechas que dirigían a palabras ocultas como si fueran un tesoro, a números que llevaban a acertijos y a frases copiadas de poetas. 

Mi reflexión es sencilla, sin conocerlo imité a Cortázar, sin saberlo dibujé rayuelas por las calles de asfalto agrietado de Parque Chas, y me perdí y ayudé a que otros se perdieran. Cada lector era único y me leía a su antojo, como quería Julio.

Ojalá lo que ahora escribo se pareciera a aquello, a las palabras salidas de las tizas. Ojalá haya lectores que se asomen hoy a mis páginas y las corten y las arrojen a la calle a su antojo y se sonrían o se irriten. Y que puedan ser leídas y masticadas en Buenos Aires o en Madrid, en Lisboa, en Nueva York o en París. O en lugares cuyos nombres nunca sabré.

Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas

sábado

Agua estancada

Las historias de ahogados son terribles. 


Darío nunca quería intervenir en casos en los que hubiera un ahogado, no soportaba la imagen del cuerpo hinchado, registrar sus ropas, sacar la documentación mojada de los bolsillos, ayudar a mover el cuerpo del que escurría agua estancada en cada movimiento.


Si se trataba del cuerpo de una mujer era todo aún peor, eso le ocurrió con el caso de Rosana Lewis. Rosana apreció en la orilla de un riachuelo, la habían sacado unos pescadores un sábado por la mañana. Era pelirroja, muy joven y tenía la cara blanda y descolorida como una tarta de fresa y nata puesta bajo la lluvia. Darío suplicó al comisario que le sacara de allí, pidió incluso la baja médica y pasó dos días desaparecido, al tercero tuvo que hacerse cargo del caso.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Palabras bonitas

De pequeña me encantaban las tizas.

Las iba robando de la escuela, las llevaba a casa en los bolsillos del abriguito y las metía en los cajones, Mamá me descubrió, pero en vez de reñirme me dio botes vacíos de cacao para que las guardara.

Las que más me gustaban eran las de colores extraños, las rojas eran difíciles de conseguir, también las negras y las amarillas. Pero las blancas abundaban, eran fáciles de coger y pronto había tizas blancas por toda la casa, y el polvillo que dejaban hizo que papá se quejase y acabaron prohibiéndome que trajera más.

El primer día sin tizas salí a la calle armada con mi bote de cacao, fui sacándolas una a una como si fueran balas y me dediqué a pintar por todo el barrio. Primero hice dibujitos sencillos, (soles, cubos, caracolas), después comencé a escribir palabras. Descubrí que las palabras son más efectivas que los dibujos.

Por la tarde volví a casa con las manos sucias y la ropa y la cara llenas de tiza. A la media hora varios vecinos ya estaban llamando a la puerta de casa. 

No les molestó que ensuciara las paredes y las aceras, les molestó que usara "palabras feas de adulto", como si las palabras tuvieran edad, como si pudieran ser bonitas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



El nuevo mundo

Los primeros días de estar en Madrid me colocaba junto a la gente en los pasos de peatones y simulaba que eran algo mío. Mi madre, mi hermana, mi novio. 


A veces caminaba unos metros a su lado hasta que se daban cuenta y se giraban extrañados. Yo, según tuviera el ánimo, les sonreía y les contaba que recién acababa de llegar de Buenos Aires, y que me encontraba sola y que no conocía a nadie acá. Otras veces me hacía la despistada y seguía caminando sin mirarles a la cara hasta que me desviaba disimulando. A veces también me hacía la ofendida "¿Por quién me toma? Crees que yo iría con vos a alguna parte?" No está bien usar el vos en España, el tú es más efectivo y no te retrata. Yo uso el tú con mucha facilidad, es como un golpe en medio de la cabeza, "¡Tú!" "¡Eh tú!" Me encantaba pronunciarlo.


La gente suele ser amable en estas calles, aunque seas la loca de los semáforos, son muy amables los chicos más jovencitos que se alegran de que una mina se les acerque y les cuente su vida. A uno de esos chicos me lo llevé como el que se lleva un souvenir. Era Carlos, mi enlace con el nuevo mundo.


Nazaré Lacano, Cuentos de Parque Chas

viernes

La batalla de Marsella

Los pequeños actos para trastornar-transformar el mundo realizados por Enrique podrían recogerse en una enciclopedia. 

Él los iba apuntando, soñaba con la Enciclopedia de la Transformación, una especie de Libro de los condenados de la cotidianidad. Pero la cotidianidad es frágil y la enciclopedia pronto fue perdiendo el hilo de la realidad. En los primeros capítulos ya imitaba a un libro de ficción.

En la letra ese (S) aparecía la palabra supermercado y, dentro de ese capítulo, se abrían, como muñecas rusas, otras letras en las que se nombraban los productos en los que Enrique intervenía. 

Cualquier cosa era modificable: Enrique podía cambiar los precios (lo más habitual), o colocar etiquetas en las que informaba de incompatibilidades o alergias imposibles. A veces metía algunas monedas sueltas en paquetes de detergente o dejaba una botella de lejía peligrosamente abierta. 

Otras veces, en la sección de librería, arrancaba algunas hojas a los libros, o dejaba escrito el final en una notita entre las primeras páginas. También cambiaba productos de lugar o los introducía disimuladamente en los carritos de otros clientes que, al llegar a su casa, se encontraban con una maceta, un kilogramo de kiwis, un libro de Asimov o un jabón de Marsella que no recordaban haber comprado.

Enrique pensaba con agrado en lo del jabón de Marsella. Es por eso que a aquella misión  de transformación  la llamó La batalla de Marsella.

Pronto empezó a haber heridos.

Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas

Una acto surrealista puro

Los periódicos mexicanos ofrecen todas las mañanas el relato de algunos sucesos que asombran siempre a los europeos. 

Por ejemplo, entre los casos más curiosos: un hombre espera tranquilamente el autobús. Llega otro hombre que pregunta: "¿Pasa por aquí un autobús que va a Chapultepec?". "Sí", responde el primero. "¿Y para ir a tal sitio?" "Sí", responde el otro. "¿Y para ir a San Ángel?" "Ah, no", responde el hombre interrogado. "Bueno —le dice el otro— , pues ahí tienes, por los tres." Y le mete tres balazos en el cuerpo, dejándole seco, como habría dicho Breton, un acto surrealista puro...

Luis Buñuel. Declaraciones sobre su película El río y la muerte (1954)