lunes

En lo más profundo

Por entonces yo no conocía a Darío Varona, pero si lo hubiera conocido le hubiera dicho que el misterio del robo solo podía resolverse de dos formas. 

O bien el dinero seguía allí mismo, con seguridad debajo del lavabo de Luis G., o bien nunca hubo ni robo ni asesinato, y en ese caso también estaría en el cuarto de Luis G. en lo más profundo de su lavabo.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Esperando el tirón

Me acordé de él durante algún tiempo, cuando me lavaba el pelo y, sobre todo, cuando lo secaba, entonces parecía que eran sus manos las que estaban detrás de la toalla.

Pude haberme cortado el pelo, supongo que hubiera sido lo normal, la mejor forma de hacer borrón y cuenta nueva, pero por entonces yo ya tenía la actitud incoherente de los que imaginan historias, y en lugar de eso lo que hice fue dejármelo crecer y pasar a menudo por la misma calle.

Cuando llegaba al lugar exacto donde ocurrió caminaba más despacio y cerraba los ojos esperando el tirón. 

Sabía que antes o después volvería a ocurrir.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


domingo

Un gesto de aceptación

H. estaba secando el pelo de Sonia cuando Carem llamó a la puerta de la habitación.

H. apagó el secador antes de contestar.

—  ¿Quién es?
—  Soy Carem, ¿puedo pasar?

H. miró un instante a Sonia que sonrió e hizo un gesto de aceptación.

—  Pase, por favor.

Carem entró con una bandeja en la que había un tazón de café y un azucarero de plata con una cucharilla.

—  Tómese esto, le sentará bien.

Sonia Ricco se ajustó el albornoz y sonrió a Carem.

—  Es usted muy amable Carem.
—  ¿Necesitan ayuda con el secador?

H. le extendió el aparato y Carem, tras dejar la bandeja en la mesilla, lo cogió y ocupó su lugar detrás de la silla donde estaba sentada Sonia Ricco.

Carem peinó el cabello de Sonia antes de encender de nuevo el secador que volvió a llenar el cuarto con su ruido de monstruo agonizante. 

Discretamente H. se sentó en un borde de la cama a mirar a las dos mujeres.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Terrenos resbaladizos

Enrique se ponía muy gracioso cuando teorizaba sobre el azar. Me gustaba más cuando realizaba trabajo de campo, aunque suele ser habitual que los seres humanos prefieran la acción y se dejen a un lado las instrucciones de uso.

Sin embargo alguien tiene que escribir sobre los mecanismos que hacen funcionar al mundo y Enrique disfrutaba dibujando en sus cuadernos las ruedecitas dentadas que encajan entre sí y que provocan un movimiento constante (aunque no uniforme) que podemos llegar a  conocer de dónde viene, pero en ningún caso a dónde va.

Enrique caminaba por terrenos resbaladizos en los que no es posible encontrar asideros, se caía por tanto en numerosas ocasiones y se levantaba riendo y apuntando después cada giro, cada vuelta, cada golpe y cada moratón.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

De esta manera

La primera mañana en la que Sonia Ricco llegó a la pensión con el albornoz y el secador en su bolso estaba lloviendo.

Sonia llegó con el pelo y la ropa completamente mojados y fue Carem la que, al verla, le ofreció un baño y ropa seca.

De esta manera, Sonia Ricco llamó a la puerta de H. vestida con el mismo albornoz y con el mismo secador en las manos que había llevado Carem unos días antes.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



sábado

El precio de un secador

H. le pide a Sonia Ricco que en su próxima cita tiene que llevar un albornoz de baño y un secador.

—  Por supuesto te pagaré lo que sea necesario.
—  No voy a aprovecharme de ti, Simón, bastará con que me pagues el secador.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

La conversión

—  Se va a resfriar.

H. no entiende qué le quiere decir Carem.

—  ¿Qué?
—  Los pies.

H. baja la mirada, se fija en sus pies descalzos y se avergüenza.

—  Oh, lo siento, no me di cuenta, disculpe.

Carem ve que H, se ruborizaba y siente habérselo dicho, para desviar la atención vuelve a apuntarle con el secador y le habla impostando la voz, como si interpretara a una policía.

—  Póngase unos zapatos inmediatamente.
—  ¿Es una orden?
—  Le estoy amenazando con un arma caballero, tómeselo como quiera.
—  ¿Y si no cumplo me disparará?
—  Pruebe y verá.

Los dos se quedan un instante mirándose, sin saber muy bien cómo continuar la comedia. Hasta que Carem convierte su sonrisa en una mueca neutra y continúa su camino. 

H. se queda en su puerta viendo como ella se aleja convertida ya en otra mujer.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



La mujer con el pelo suelto

H. oyó desde su cuarto el rugido afónico y feroz del secador de pelo. Pensó quién podía en la pensión, a esas horas, estar secándose el cabello, y pensó también que sin duda sería una mujer que tenía una cita importante esa mañana. 

Mientras el ruido cálido del secador se metía en sus pensamientos H. estaba sentado en la cama, con la espalda recostada en la almohada y los pies descalzos. Se levantó, paseó por la habitación y cuando la curiosidad pudo más que su discreción abrió la puerta y asomó su cabeza al pasillo. En ese mismo instante paró el ruido. Se asustó y a punto estuvo de meterse de nuevo en su hura, pero no le dio tiempo a hacerlo porque delante de él apareció Carem envuelta en un calor de cuarto de baño y apuntándole con un secador negro.

Era la primera vez que H. veía sonreír abiertamente a Carem y también la primera que la veía con el pelo suelto, un cabello negrísimo como el aparato con el que le apuntaba. H. también sonrió y subió los brazos como si estuviera en una película policiaca y le hubieran atrapado cometiendo un delito.

—  Está detenido caballero.
—  ¿De qué se me acusa?
—  De espiar a las damas mientras se secan el pelo.
—  Lo reconozco, soy culpable.

Y en medio de la risa Carem se fijó en los pies descalzos de H.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


viernes

La mujer madura

Quedé en verme con Román después de la cena "para seguir hablando de literatura" en el hall del hotel. Pensé que debía vestirme para él y tomé una actitud que hacía mucho que no tomaba, la de ser una especie de hada madrina, un rey mago lleno de regalos.


Cuando lo despedí, Román se fue muy nervioso, preguntando varias veces la hora, el sitio y cómo debía vestir. Yo hice el papel de mujer madura, solté un par de risotadas y dije estupideces del tipo "Sé tú mismo", como si alguna vez fuéramos nosotros mismos.

Salí a comprar ropa de mujer mayor, a pocos metros del hotel encontré una blusa blanca con pequeños volantitos en el escote, una falda con un tono de verde muy parecido al de las cortinas que teníamos en el comedor cuando era pequeña, y el toque definitorio fue un colgante extraordinariamente largo con falsas piedras a juego con la falda.

El disfraz daba el pego, solo necesitaba peinarme con el estilo necesario y suficiente para parecer una escritora que siempre se pensó vieja y que, ahora que lo es, piensa que ha recobrado la juventud. Por desgracia para la Doña no se puede recuperar lo que no se ha tenido, pero ahí estaba yo para reescribir la historia,

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Ventanas con vistas a la realidad

Desde el exterior del edifico podía verse una ventana del piso de la viuda completamente abierta.

¿Había entrado alguien al apartamento? ¿o siempre había estado así y ni el inspector ni yo nos habíamos dado cuenta hasta ahora?

Si uno se sugestiona lo suficiente puede hacer que la realidad coincida con lo que se imagina. Hay escritores que basan en ese punto su éxito y yo traté de poner en marcha la maquinaria de la autoficción en ese momento. 

Lo primero que tenía que hacer era ver a la viuda asomada a la ventana, después llamar a Varona y subir al apartamento antes de que él llegara. Mi relato tenía que estar listo solo a a la espera de que el inspector lo cerrase en el último momento.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Un presente distinto

Mi fantasía es que vivo dos vidas: esta que estoy viviendo, la caliente, y otra que me voy imaginando, que no es pasado ni futuro, sino un presente distinto.

La vida que escribo.

Héctor Abad

Una personificación espléndida

Con sus palabras finales, “muy bien. Chao. Su delantal. Su puerta”. “Continuamos. Aquí no ha pasado absolutamente nada”, Jordi Cruz se marca una personificación espléndida de Bernarda Alba en la escena final de la obra, la más refinada destilación de la figura autoritaria, dominante, violenta, intransigente, clasista e hipócrita que ha dado la literatura española.

María Nicolau, El poder de decir basta en MasterChef, El País 26/04/2024

jueves

Problemas menores

Cuando encontraron los cuerpos de mi viejo y de la pelirroja sentí mucha vergüenza, mucho pudor. Temía los comentarios de los policías cayendo sobre los dos como el orín caliente.

—  Fijaos chicos que bien se lo montaba el viejo.
—  Lástima que condujera tan mal.

Se me agolparon en la cabeza imágenes sucias y problemas menores.  

¿Qué diría mamá al verlos? ¿Quién llevaría las flores?¿Cómo sacaría mis cosas de la casa de Carmen? ¿Analizaría la policía mi cepillo de dientes? ¿Verían que coincide el ADN con el de mi padre?

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


La ductilidad del caos

Enrique le pidió a la Pupila que colocara un cepillo de dientes nuevo, de color rojo brillante en su cuarto de baño, junto a los de ella y de su marido.

Pretendía así generar un caos a partir de un elemento doméstico.

Al día siguiente, emocionado, Enrique le preguntó a la Pupila qué había pasado. No pasó nada porque el marido no se dio cuenta. Enrique le dio entonces a la Pupila otro cepillo para que lo colocara junto al anterior. Tampoco pasó nada, así que Enrique decidió seguir aumentando el número de cepillos pensando que subiendo los elementos en juego lo harían las oportunidades de caos.

Siguió sin pasar nada y Enrique, con cierto grado de ofuscación, pasó al siguiente estadio consistente en dejar cepillos de dientes rojos por toda la casa. A los tres días el marido de la Pupila se dio cuenta de que el sofá, la cama, la cafetera, el fregadero, el frigorífico y el suelo del pasillo estaba lleno de cepillos de dientes de color rojo y, por fin, le preguntó a su mujer por qué había comprado tantos cepillos. 

Ella le dijo que no sabía por qué lo había hecho y el marido se preocupó un instante por su salud mental. Después retiró los cepillos del sofá y todo siguió como siempre.

La Pupila concluyó que el caos no es fácil.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



Habitar los pasillos

Luis G. terminó en la cárcel por una mentira, una mentira grande y negra como una cucaracha en el pasillo a las cuatro de la mañana.

Todos sabían que Luis G. había inventado toda su historia con Joana Yurineva, todos menos la propia Joana a la que Luis le había dado un papel tan importante en su vida que no podía dejar de creérselo.

La intervención de Darío Varona lo estropeó todo. Joana sintió que hubiera tipos como Varona en el mundo, hombres que pretenden resolver los problemas del mundo y solo logran devolvernos a casa a las cuatro de la madrugada para encontrarnos de cara, solos y borrachos, con las cucarachas que aún habitan los pasillos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Tirando de mi

Estuve mucho tiempo llevando el pelo recogido. Una tarde me lo lavé, lo sequé con el secador y lo peiné durante quince minutos. Salí a la calle con el pelo suelto, brillante, perfecto.

En una avenida llena de gente un tipo me agarró el pelo y tiró de él, yo seguí caminado y él continuó a mi lado, agarrado a mi pelo, sin mirarme, sólo tirando de él y de mi.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


martes

Tierra húmeda

Una noche profunda, en lo más profundo del sótano, caí en un profundo sueño.

Varios hombres cavaban desesperados la tierra húmeda para llegar hasta mí. El primero era mi viejo, el segundo Lorenzo y el tercero Jorge que era el único que sonreía como un estúpido mientras cavaba.

No estaba Darío Varona que por entonces ya había muerto, ni el pocero que siempre estuvo allí abajo.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Romper la baraja

Siempre imaginé que las figuras de la baraja española vivían en un palacio, era fácil deducir que el rey de oros, con toda su corte, habitaba un palacio de oro y el de espadas en un azulado castillo medieval de muros cortantes, pero no lograba imaginar qué lugar habitaban el rey de copas y el de bastos.

La realidad es que vivían juntos reyes, sotas y caballos de distintos reinos mezclados, y por eso las batallas se daban de forma constante en partidas que se libran a todas horas y en cualquier parte del mundo.

Tapetes de fieltro verde, enlosadas aceras de barrio, suelos de prisiones o de  colegios y mesas de madera con manchas de alcohol servían de campo de batalla eterno.

Todos saltaron en pedazos la noche en que Lupe rompió la baraja.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Escupir la rabia

Acusó al pocero de todo lo que le gustaba de él.

Lupe se cansaba de todo, es cierto, pero aquello fue más rabia que cansancio. También se cansaba de mí aunque me quería. Hubiera preferido la rabia.

Me daba pena. Se creó una escena sucia, en la que el barro de los pies se mezclaba con el sudor y las manchas de las goteras. 

Me daba pena el pocero, al que nadie llamaba por su nombre, que no dijo nada al ver cómo Lupe le escupía a la cara mientras rompía las cartas de la baraja.

Cuando pasó todo fue él quien se fue primero de la casa, con su mono de trabajo y su bolsa de herramientas, con su pico y con su pala.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

domingo

Olvidadas de todo

Los naipes han hecho más por la ficción que las novelas serias.

El alcohol crea oportunidades y a la vez deshace voluntades.

El barro da origen al mundo, pero la vida resultante es espesa, mugrienta, y solo la disfruta quien le gusta comer con las manos sucias y entrar en casas ajenas dejando huellas en el suelo.

A Lupe no le gustaba que el pocero jugara con los naipes, porque solo le agradaba si parecía realmente un pocero, y con los naipes se convertía en un hombre triste que miraba más allá de nuestros ojos.

Las dos preferíamos cuando se excitaba por nuestros cuerpos a cuando lo hacía por nuestras almas. Y las dos sabíamos que un poco antes del final de la botella de licor se encontraba el punto medio entre el deseo por el cuerpo y la tristeza del alma.

Más de una vez amenazó Lupe con tirar aquellos castillos de naipes al suelo, y una vez lo hizo, justo el día en el que estábamos dentro, olvidadas de todo, disfrutando del barro.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

sábado

La foto de la sonrisa

Andrés Barba se sorprendió cuando vio en un kiosco de prensa un montón de periódicos con la foto en primera página de él junto a la aviadora rescatada.

No recordaba el momento, pero aquellas fotos no daban lugar a duda, se trataba de una imagen en plano medio de Andrés sonriente mirando a los ojos a la aviadora quien le devolvía la mirada y la sonrisa.

Era la foto de una sonrisa más que la de un rescate. El titular también hablaba de "Sonriente final feliz" y el subtítulo decía "Un joven encuentra a la aviadora perdida en un pozo cercano a su domicilio".

Andrés miró la foto con detenimiento se fijó en la camisa que llevaba en la fotografía y se miró su propia camiseta, No recordaba haberse puesto nunca una camisa de ese color, no recordaba incluso haber tenido nunca una camisa. 

Después de un rato se fijó en la sonrisa de la aviadora.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Análisis conclusivo

Desde pequeña yo estaba convencida de que se podía seguir cualquier pista buscando huellas. Por las películas había visto que todos los ladrones o asesinos acaban dejando sus huellas dactilares en los lugares donde han cometido su crimen y que esto acaba siendo la prueba irrefutable de su culpabilidad.

También por el cine y por las novelas policiacas sabía que para encontrar esas huellas solo hacía falta una lupa lo suficientemente grande y mucha paciencia, a esto había que añadirle, pero ya al final de la historia, una fuerte capacidad de análisis conclusivo.

Por desgracia pronto descubrí que me faltaban todas esas cualidades, es decir, que era impaciente y poco analítica. Solo me quedaba para resolver el caso una gran lupa con la que me presenté en una de las visitas que hice a la casa de la viuda. 

Para sorpresa de Darío Varona al que vi reír por primera y única vez.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

viernes

Vicky en el espejo

Carlos no era más que un parado con un coche. 

Por las mañanas daba vueltas, conducía sin un destino, a veces paraba un rato frente a un descampado, otras cruzaba los polígonos con la idea difusa de que allí estaba el trabajo que no tenía. Entraba en los talleres donde algún trabajador le mandaba a las oficinas y allí dejaba su currículum, escaso, apenas un folio donde decía las empresas en las que había trabajado desde que cumplió los dieciséis años, con una foto en la esquina derecha en la que se le veía de frente, con chaqueta azul demasiado grande y una corbata amarilla que su mujer le compró en algún cumpleaños.

Fue en una de esas visitas a la oficina de una fábrica de aluminio en la que conoció a Vicky. Para llegar a ella tuvo que subir un tramo de doce escalones metálicos y entrar en un espacio acristalado lleno estanterías y con dos mesas, Vicky ocupaba la más pequeña. Le gustó desde el primer momento porque sonreía siempre y se interesó por el tiempo que llevaba sin empleo, por su experiencia, por cómo se encontraba. 

Al despedirse pronunció su nombre.

—  Adiós Carlos, que tengas suerte.

Al día siguiente Carlos volvió a por su suerte. Vicky volvió a saludarle con la misma simpatía y como, tras los saludos, no sabía qué decirle le invitó a un café en la máquina del taller, justo debajo de las escaleras metálicas.

Carlos no le dijo nada a su mujer sobre Vicky, pero su humor cambió y esa misma noche hicieron el amor después de mucho tiempo.

Por la mañana, tras ducharse, Carlos escribió el nombre de Vicky en el espejo empañado del baño por primera vez.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

jueves

La humildad de un manipulador del tiempo

A Enrique le detuvo la policía cuando el dueño de una relojería le sorprendió cambiando la hora de los relojes de pared.


Delante del juez Enrique se reconoció como terrorista del tiempo y se dispuso a aceptar con humildad la pena que le correspondiera. 


El juez lo miró con curiosidad y le envió a un psiquiatra forense.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Movimientos exactos

Las huellas de humedad que han dejado los pies mojados de Carolina Suances en el suelo de tarima del dormitorio de su casa representan los movimientos exactos del vals que la viuda Terroni bailó el día de su boda.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



El rescate

Una mañana de noviembre, en medio de una avenida, Andrés siente una sensación en el estómago que identifica como miedo pero que en realidad es extrañeza. A Andrés le extraña, y a la vez le admira, que toda esa gente con la que se cruza tengan un destino, un lugar al que ir y algo concreto que hacer.

En medio de estos pensamientos Andrés se cruza con Gina, tiene lugar en medio de un paso de peatones, en el momento en que se enciende la luz verde y decenas de personas lo cruzan intercambiando sus direcciones, ahí la ve, con sus gafas de aviadora su vestido corto y su cabello mojado. 

Y tras un momento de duda da la vuelta dispuesto a rescatarla.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

martes

Horas extraordinarias

Había noches en las que Darío no podía dormir. Cuando estaba en su casa se levantaba, fumaba, se vestía y salía a la calle. La mayoría de las veces sus pies le llevaban hasta la comisaría, allí charlaba con los compañeros de guardia o se sentaba delante de su mesa con la idea de sacar trabajo atrasado. 

Eran horas robadas al sueño o a quien quiera que se encargue de atesorar el tiempo que no gastamos, y Darío las exprimía tomando café, revisando largos listados o revolviendo los archivos.

Fue en una de esas horas cuando encontró uniones profundas entre casos que durante el día no tenían conexión, pero que en esas horas extra adquirían nuevos significados.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

A sangre

A los ocho días de su último encuentro Andrea le entrega a Darío Varona en mano una traducción escrita a sangre, es decir, sin márgenes. 

Darío hojea sobre la mesa de la cervecería los folios impresos buscando un hueco en el texto que le permita respirar. Pero en esos folios no hay un solo espacio libre.

—  ¿Ocurre algo inspector?

Cuando Darío alza los ojos y mira a Andrea se encuentra en el trayecto con sus labios, esta vez sin marcas de espuma.

—  Buscaba un punto y aparte.
—  Mala suerte inspector, yo solo conozco el punto final.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



lunes

Héroes sin riesgos

Dibujar un personaje con las espaldas anchas siempre tiene sus riesgos. Puedes crear, sin querer, un ser sufriente, un santo sin coraje o un buey de ojos acuosos.

Es importante salirse de uno mismo, buscar un héroe amortizado y convertir su valentía en resistencia. Después de unos capítulos es conviene dejarle descansar.

Terry Salgado

Marcas de traducción

Los primeros informes traducidos tienen marcas rojas de pintalabios y manchas de cerveza. 

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Gato melancólico

Sentada frente a una mesa de la cervecería, Andrea se encuentra como en su casa, en realidad mejor que en su casa. Entre risas y voces de los clientes abre el sobre de color caramelo pensando, por un instante, en qué diría al verla ese inspector con ojos de gato melancólico.

Sonríe imaginándose a Darío mirando a los lados, preocupado, como si alguien más además de ella pudiera entender aquellos informes. La mesa en la que ahora están desplegados los folios está fabricada en madera gruesa y tiene una superficie rugosa que se ha pulido a base de haber pasado por muchas manos y de haber recibido muchas salpicaduras de cerveza que han ido dejando huellas que se confunden con los nudos.

Las palabras en castellano de los clientes se mezclan en la cabeza de Andrea con las palabras en ruso que salen del papel.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



sábado

El ruso

Darío se pasa la tarde buceando en los archivos de varias familias con el apellido Yurinov e imprime varios informes, los mete en un sobre tamaño folio y los saca de la comisaría sin decir nada.

A las nueve de la noche Andrea lo espera en la cervecería de su primer encuentro donde lleva demasiado tiempo esperando y donde luce ya su bigote de espuma. Sus ojos brillan cuando ve entrar a Darío con un sobre color caramelo bajo el brazo y el inspector se fija en varios vasos que forman sobre la mesa una jugada de ajedrez que trata de interpretar.

—  No te dejes engañar por las apariencias, acabo de salir de clase.
—  ¿Eres profesora?
—  Sí, a parte de bebedora soy profesora.

Darío se sienta a su lado y Andrea acerca su silla a la de él.

—  ¿De qué eres profesora?
—  De literatura rusa, ¿te sorprende?
—  Me sorprende que necesites este trabajo.
—  Tú no sabes cuánto lo necesito.

Andrea alarga la mano y Darío le pasa el sobre.

—  No lo abras aquí, por favor.
—  ¿Crees que alguien se va a fijar en tus papeles?
—  Nunca se sabe.
—  Parece que el ruso eres tú.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Manual de espuma

Darío no puede dejar de mirar a aquella mujer. Busca en su rostro como el que busca en un mapa un lugar, un río, una ciudad o una montaña, algo que le indique que no es Joana.

Pero aquel rostro no es una representación y los labios los ojos o la forma de la nariz son los de Joana Yurineva, también los gestos y el tono de sus palabras. Cada vez que la traductora bebe de su vaso Darío aprovecha para mirla hasta lo más profundo.

Tras un trago largo Andrea lo mira fijamente.

—  ¿Qué necesitas que traduzca?
—  Informes.
—  ¿Solo eso? Pensé que iba a ser algo más emocionante.

Darío se fija en que a la traductora le ha quedado un bigotito de espuma sobre el labio superior, se siente intimidado por ese surco blanco que no puede dejar de mirar. Andrea lo sabe y no se limpia.

—  Son informes muy importantes, necesito total discreción.
—  Yo soy muy discreta.
—  Tendrás que firmar un acuerdo de confidencialidad.
—  No tenías que haber dicho que son tan importantes ahora te cobraré más.
—  Necesitaré fiarme de ti.
—  No te preocupes, en cuanto me limpie la espuma podrás empezar a fiarte.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


viernes

La mujer doble

Una mujer respondió al anuncio de Darío Varona que no se identificó como policía.

Quedaron en verse en una cervecería, Darío llegó media hora antes y se sentó en un banco en la acera frente al bar, esperando ver llegar a su contacto, pero antes de la hora una mujer le habló a su espalda.

—  ¿Eres Darío?

Darío, sorprendido se ruboriza y asiente excusándose.

—  Sí, llegué antes y estaba haciendo tiempo.
—  ¿Pasamos dentro? Estoy sedienta.

Darío y la mujer entran en la cervecería como una pareja cualquiera, Darío a penas ha tenido tiempo de fijarse en su rostro, pero en cuanto se sientan a una mesa, frente a frente, siente que el corazón le da un vuelco, aquella mujer se parece mucho a Joana Yurineva, tanto que Darío piensa que realmente es Joana Yurineva que le está gastando una broma.

—  ¿Te pasa algo?
—  ¿Eres Joana?
—  No, disculpa, me llamo Andrea.
—  ¿No eres Joana?
—  Puedo enseñarte el pasaporte.
—  ¿Eres rusa?
—  Sí, soy rusa. ¿Qué cerveza te gusta, Darío?

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



Vidrio templado

A la una menos cuarto llegó a casa. 

Mariola le había dejado la cena en la mesa de la cocina y Esteban mira el plato con pena, quizás con rabia o con nostalgia. Se sienta tal cual llegó, los zapatos le aprietan pero no tiene ánimo de desatar los cordones. Pincha con el tenedor una patata frita con buen aspecto, se la lleva a la boca y al notar que está fría y correosa siente otra vez la pena, la rabia o la nostalgia. 

Esteban se levanta y mete el plato de Duralex con los filetes y las patatas fritas en el microondas. Dos minutos.

Mientras el plato gira Esteban llena un vaso con agua del grifo y bebe. Cuando termina ve el periódico que Mariola le ha dejado en medio de la encimera abierto por la página de anuncios clasificados y con una pequeña equis, escrita a lápiz y casi imperceptible señalando uno de los mensajes.

Se busca chofer particular para los fines de semana, jornada completa. Que resida en la zona de Sitges y tenga un vehículo para llegar al puesto de trabajo. Pensamos en una persona con muchos años de experiencia al volante y conocedor de zona de Garraf y de Barcelona ciudad. 

Terry Salgado, Un asunto sin importancia


miércoles

Posibilidad de redención

Lorenzo creía en el poder del dinero, en el poder salvador del dinero quiero decir. Creía en el dinero como otros pueden creer en Jesucristo, de una manera mística, casi orgánica.

Por eso lo buscaba, y cuando lo encontraba lo compartía. Eligió a Rebeca como pudo elegir a otra persona, como en su día me eligió a mí. Antes, durante y después habría otras. Siempre mujeres porque Lorenzo no creía en la posibilidad de redención de los hombres. 

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

sábado

Las horas astrosas

—  ¿Qué es una hora astrosa? —preguntó Momo.
— En el curso del mundo hay de vez en cuando momentos —explicó el maestro Hora— en que las cosas y los seres, hasta lo alto de los astros, colaboran de un modo muy especial, de manera que puede ocurrir algo que no habría sido posible ni antes ni después. Por desgracia, los hombres no son demasiado afortunados al usarlas, de modo que las horas astrosas pasan, muchas veces, sin que nadie se dé cuenta. Pero si hay alguien que la reconoce, pasan grandes cosas en el mundo.

Michael Ende, Momo


Casi 1000 años

Conocemos los atajos del espacio, pero también los hay del tiempo, de los sentimientos, del conocimiento y de la moralidad.

Podríamos estudiar la historia de la humanidad a través de sus atajos. La Historia Medieval no tomó un atajo importante en 1000 años, el resto de periodos sufrió cortes que aún sangran.

Los atajos son cortes, muchas veces tramposos, otras veces inteligentes y casi siempre efectivos.

Terry Salgado

viernes

Tomar atajos

Darío Varona pretende investigar el pasado de Yurineva con la misma pulcritud que si estuviera realizando una tesis doctoral.


No es difícil rastrear su apellido, pero todas las referencias que encuentra aluden a familias de origen ruso cuyas ramificaciones se abren hasta el absurdo y para las que necesitaría tiempo y dinero del que ni él ni su departamento disponen. 


Los caracteres cirílicos que aparecen en los informes de Interpol a los que tiene acceso le hacen sentir como un analfabeto perdido en una biblioteca sin orden aparente. En un momento de desesperación tiene que decidir si continuar la investigación de forma lineal contratando, por ejemplo, a un traductor de ruso, o tomar atajos amorales.


Darío Varona toma un atajo el mismo día que publica un anuncio en la prensa buscando un traductor.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

En los márgenes

Hasta que no se topó con Joana Yurineva el inspector Darío Varona no había tenido la suerte de conocer a ninguna mujer de las que llaman fatales en las novelas negras de los años cuarenta.

Hay un corredor invisible que une a los personajes de novela con los de carne y hueso y que tiene sus puntos de encuentro en los márgenes de la moralidad.

Joana Yurinova venía directamente de uno de esos márgenes y Varona se dedicaba a ganarse la vida en ellos. El encuentro llegó como llega el alba tras una noche de trabajo, de sexo o de dolor.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

jueves

El orgullo de Dios (Diálogos con Naza XV)

— Me gusta conocer cosas de mis lectores.
— A mí no me parece buena idea.
— ¿No tienes curiosidad por saber cómo son?
— Una curiosidad relativa, yo ya los he imaginado, no necesito conocerlos.
— ¿Escribirías distinto si los conocieras?
— No sé, es una posibilidad.
— Un riesgo, también.
— Sí, un riesgo que no quiero tener.
— A mi me parece lo mejor del mundo.
— ¿Conocerlos?
— Me gusta saber de ellos, me encanta cuando me escriben.
— ¿Les contestas?
— No, nunca, ¿qué clase de escritora sería si lo hiciera?
— Una escritora amable.
— Prefiero ser como Dios, escuchar las oraciones con orgullo, pero no manifestarme.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Recuerdos sólidos

Ese cosmos sale 
en forma de música de entre los poros de las paredes y bajo el quicio de la puerta B del primer piso.

Procede del violín tocado por las manos de la vecina, de esa chica que el mecanismo del tiempo ha situado junto a H. varias mañanas, alguna incluso con lluvia, azar sobre azar. 

H. no sabe explicar la música y sólo la siente como un espectro de sonidos que en su armonía lo llevan a un estado que solo ha conocido por referencias o en algún sueño de los que no tiene recuerdos sólidos.

La solidez de aquella música es, sin embargo, tan fuerte, tan poderosa, que lo traslada a momentos que no han existido pero que son capitales en su no vida, en todo lo que ocurre en los lugares que no salen en los mapas ni se anuncian en los periódicos.

En esos lugares H. es el amante y la pistola viaja en el bolsillo de otros, hombres grises y gordos que pagan a mujeres hermosas que, a su vez, intentan buscar su salida del mundo más allá del tiempo y el dinero.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

martes

Sin decir nada


Tardó más que de costumbre. A las diez y media aún no estaba en casa y la Pupila pensó que había elegido un mal día para su ética del azar. 

"Ha estado más de lo habitual en el bar con lo que habrá bebido más y traerá peor humor". Pensó en levantarse del sofá en el que esperaba a oscuras y volver a colocar cada bobilla en su casquillo. 

Lo pensó varias veces y a distintas velocidades, pero su pensamiento se fue enredando en otros asuntos y acabó oyendo como su marido llegaba y metía la llave en la cerradura. Enseguida pudo oír como pulsaba el interruptor de la luz del recibidor varias veces y, a lo lejos, su voz ronca.

— ¿Qué pasa? ¿No hay luz? ¡Pilar! ¿No hay luz?

Pilar siguió un rato sentada en el sofá con las piernas recogidas, sin decir nada.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Lanzar un relato

Frutos de la imprenta son la democracia, los medios de comunicación y la novela moderna, tres ejes que dan lugar a lo que somos. 

Sin la imprenta, la democracia es impensable y los medios de comunicación también. 

Y la novela moderna es una manera de lanzar al futuro un relato no ligado a los intereses presentes.

Cristina Fallarás, El País 02/04/2024