domingo

Felicitación de fin de año

— No se si eres un detective o un pervertido.
— Cuando lo adivines, dímelo.


Blue Velvet (David Lynch, 1986)



sábado

Diálogos con Naza (III)

— ¿Sabes lo que creo?
— ¿Sobre mí?
— Creo que hubieras sido una estupenda escritora de novelas por entregas.
— ¿Cómo Dickens?
— Sí, publicar por entregas o en los periódicos.
— Me hubiera encantado.
— ¿Verdad? Lo sabía.
— Me daría tiempo a que los personajes fuesen y viniesen, apareciesen y desapareciesen.
— Acabar con ellos, crear tramas y subtramas...
— Y todo el mundo esperando mi trocito de novela.
— Todo el mundo esperándote.
— Esperándoles a ellos, a los personajes.
— No, esperándote a ti.
— ¿Tu crees?
— Cuando tardan en saber de ti me lo hacen saber.
— Ojalá.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas




viernes

La fiesta familiar

Era una fiesta importante. 

Durante años, con motivo de esta fiesta, mi familia organizaba una comida en un restaurante del centro. Mis tíos y mis primos siempre me preguntaban por mi novia y yo sonreía como un lelo. Esta vez pensé en ir acompañado por Snail Girl. La llamé unos días antes, para darle tiempo a llegar, y me dijo que me acompañaría al almuerzo y que pensaba ponerse un vestido espectacular.

Esa mañana me levanté pronto, hice café y puse música. Con la taza en la mano miré por la ventana, nada.

Era muy temprano, las luces de las farolas aún estaban encendidas, pensé que no había motivo para inquietarse. A la media hora volví a mirar, y después cada diez minutos, cada cinco, cada tres.

A la una, con mis padres y mis hermanos dando vueltas por la casa, yo seguía con el pijama puesto y la taza de café en la mano. Mi hermana Marga se reía cada vez que pasaba a mi lado y Jorge me pidió que mirara por la ventana "Hacia abajo".

Miré, allí estaba Snail Girl, pegada a la pared de nuestro piso, avanzando a duras penas por la piedra, resbalando un centímetro por cada dos que lograba subir.

Salí al alféizar y le tendí la mano. Estaba preciosa.

Terry Salgado

Plantas artificiales

Se dice que lo que niegas te somete y que lo que aceptas te transforma, y yo pienso que no hay nadie más libre que quien riega plantas artificiales.

Ignatius

Sentir la pérdida

Darío fue dándose cuenta (se fue acostumbrando) de que todo es posible si le aplicas costumbre y paciencia. Podía decirse que el universo es una unión de costumbre y paciencia y que el tiempo surge después.

Encontró múltiples ejemplos para sustentar esa afirmación, al poco tiempo de habitar su condición de muerto se dio cuenta de que ya no hacía cosas que le gustaba hacer de vivo y que la costumbre había conseguido que aceptara todo sin problema.

Cuando estaba vivo, por ejemplo, sentía ansia, deseo, cansancio o ganas de hacer el amor, pero desde que no lo está no hace ni siente necesidad de hacer.

Darío piensa que debería tener cierta pena por todo lo que ya no puede hacer, pero la costumbre le impide sentir ninguna pérdida.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Una virgen católica

Joana Yurineva le dice al inspector que quiere confesar.

El inspector cree que debería decirle a aquella mujer que él no es un cura ni aquello una iglesia, pero no puede desaprovechar la ocasión y le pide al encargado del teatro que les deje un sitio donde poder tomar declaración a Joana.

Una empleada, vestida con uniforme azul oscuro, les acompaña a una sala de ensayos situada debajo del escenario principal. Deben bajar una escalera muy pronunciada donde a medida que bajan el techo se va haciendo más bajo.

— Tengan cuidado con la cabeza.

La empleada que les guía va encendiendo las luces a su paso y cuando llegan a la sala de ensayos se queda quieta junto a un sofá alargado, sin saber qué hacer. Darío le da las gracias y le pide que se vaya, después se fija en Joana que tiene la cara mojada por la lluvia y el aspecto de una virgen católica con las lágrimas pintadas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



jueves

Poesía en las palmas de las manos

Poesía es escribirte en la palma de una mano la frase 'No tengo ganas de seguir viviendo' y en la otra 'Merendar'.


Ignatius Farray

Agentes modificantes

El caos modifica la estructura.


Marly Kuenerz


Rocas sedimentarias

Cada noche, los habitantes de los pisos construidos con arenisca ignoran, en medio de cada sueño, los granos de arena de cada bloque de piedra con que está recubierta su fachada.

Cada noche, cada vecino ve pasar, en sus sueños, imágenes acumuladas en cada uno de los poros de las rocas sedimentarias.

Terry Salgado




miércoles

Todo

Lo grande y lo pequeño es todo lo mismo.


Marly Kuenerz



Supervisión

Lorenzo llama a la puerta y Simona sale a abrir con una sudadera y unos pantalones largos.

— Creí que no volvería a verte.

Lorenzo sonríe, se ha dejado barba y tiene un corte de pelo distinto, parece mayor.

—¿No vas a darme un beso?

Simona se abalanza sobre él y lo abraza, después le besa en la boca, Lorenzo sonríe.

—¡Vale, vale! No hace tanto tiempo que no nos vemos.
—Para mí sí.

Simona cierra la puerta.

—¿Vienes a por el dinero?
—Solo a ver si has hecho caso a mis instrucciones.
—¿Tus instrucciones? Debes estar loco.
—¿Abriste el maletín?
—Puedes verlo tú mismo.

Simona agarra de la mano a Lorenzo y lo lleva hasta el dormitorio, una vez allí abre el armario y saca el maletín. Lorenzo echa una mirada rápida al interior del armario y ve que está vacío. Mientras, Simona alza el maletín en el aire.

—Gracias, sabía que podía confiar en ti.
—¿Te lo llevarás?
—No, creo que lo dejaré y seguiré mandándote instrucciones.
—Y yo qué gano con eso?
—Verme cada vez que venga a supervisarte.

Simona se ruboriza y piensa en que le gustaría tener puesta ropa mucho más ligera.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Simona no

Lorenzo tiene un aspecto distinto, ha cambiado en este tiempo, lleva barba, el corte de pelo es distinto y viste de oscuro. Rebeca se abraza a él, y él se deja hacer.

—¿Recibiste el maletín?

Rebeca se separa y lo mira un instante para asegurarse de que quien tiene delante es Lorenzo. Se siente estúpida por haber dudado y, en seguida, asiente con la cabeza.

—Lo recibí hace unos días.
—¿Leíste las instrucciones?
—Sí.
—¿Puedo ver qué has hecho?
—Claro.

Rebeca toma de la mano a Lorenzo y lo conduce hasta su dormitorio, por el pasillo imagina que lo está llevando a su cama, una vez en la habitación Lorenzo le suelta la mano y ella saca el maletín, lo agarra por el asa y se lo enseña.

—¿Lo has abierto?
—Es lo que me pedías ¿no?
—Te pedí que lo abrieras y que no lo abrieras, aquí está la parte en la que lo has abierto ¿y la otra parte?

Rebeca sonríe, mira hacia Lorenzo, se fija de nuevo en su barba, cree que algo no va bien.

— No entiendo.
—¿Dónde está el maletín sin abrir?
—¿Qué?

Lorenzo mira a su alrededor, ve algún billete en el suelo y entre la ropa de la cama, retira el nórdico y encuentra más billetes, Rebeca se avergüenza y piensa que le gustaría estar mejor vestida, quizás con un pantalón largo y una sudadera.

—¿Eres Rebeca o Simona?
—En realidad me llamo Rebeca, te lo dije ¿no?
—Entonces está claro, seguro que Simona no ha abierto el maletín.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Surtido variado

Snail Girl llegó cargada con un surtido variado de sueños de la adolescencia, colocados con mimo como galletitas con cobertura de chocolate envueltas en papeles brillantes de celofán.

Terry Salgado


martes

La lentitud del pensamiento

La lentitud como trasunto del vacío.

Podéis verlo, si tenéis paciencia, en el agua golpeando las rocas, o en el viento acariciando mortalmente las montañas.

Si no queréis salir de casa podéis verlo en vuestro propio pensamiento golpeando y acariciando el tiempo.

Terry Salgado



La lentitud indispensable

Gracias a su extrema lentitud
Snail Girl me salvó la vida.


Fue durante mi primera juventud, yo pedía socorro de forma urgente, pero pausada, desde lo más profundo de mi casa, de mi cuarto y de mi cama. 


Y Snail Girl me escuchó, y se puso en marcha, y llegó hasta mí años después, justo en el momento en que su presencia era indispensable.


Terry Salgado

El vacío fértil

Todo lo que tiene forma está limitado, está separado del todo. 

Lo que realmente genera todo es la "no forma", el vacío;  o sea la realidad —siento decirlo—  es el vacío. 

Los científicos lo llaman el vacío fértil, porque de ahí sale todo.

Marly Kuenerz

lunes

Un grito de alegría

Desde el armario, que tiene unas rendijas a modo de celosía, el mensajero puede ver cómo Rebeca se pone una camiseta y unos shorts. El timbre volvió a sonar otros dos segundos.

— ¡Ya voy! ¡Un momento, por favor!

Según se viste Rebeca recoge con la mano un par de billetes y, antes de salir del dormitorio, tapa con el nórdico los billetes que aún quedan encima de la cama.

El mensajero nota el tacto de un vestido muy suave junto a su cara y aspira su aroma, su olor le recuerda al de la manzana verde. Mientras, oye como Rebeca ha abierto la puerta y da un grito de alegría. 

Lorenzo ya está en casa.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

A modo de comedia

Rebeca no sabe dónde ocultar al mensajero, la casa es pequeña y el dormitorio está lleno de billetes.

— En cualquier sitio, en el baño en la cocina, en un armario...
— Espera un momento.

Rebeca hace pasar al mensajero y cierra la puerta, después corre hacia su cuarto y a toda prisa recoge el dinero con las dos manos metiendo los billetes en el maletín de cualquier manera.

Aún quedan billetes por el suelo pero ya no hay tiempo y sale a buscar al chico al que empuja a su habitación y le dice que se meta en el armario. En ese momento llaman a la puerta, es un timbrazo corto de dos segundos que hace que se le erice la piel. 

Sabe que es Lorenzo.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



domingo

La vida en espiral

Snail Girl tiene entre sus poderes la extrema lentitud, la protección total que le proporciona su concha y la baba pegajosa. También es extremadamente silenciosa.

Pero lo que hace invencible a Snail Girl es su vida en espiral.

Terry Salgado





sábado

Personajes de invierno (I)

Snail Girl 


 

Una especie de tranquilidad

La señora Joaquina aún lleva las gafas puestas, también lleva un camisón azul, grueso con aspecto de ser caliente. El camillero gordo piensa en si debería o no quitarle las gafas, busca con la mirada al juez, pero no lo ve y le da vergüenza mandarlo llamar para eso, finalmente decide dejárselas suponiendo que en el depósito sabrán qué hacer.
 
El otro camillero se fija en el camisón y siente una especie de tranquilidad vacía, piensa que si la muerte te pilla en la cama con pijama la vida no ha estado mal del todo, y mira hacia la eternidad como un sueño calentito.

La camilla apenas pesa, pero los dos hombres tienen que hacer esfuerzos para maniobrar dentro de la habitación y en el pasillo donde los huéspedes se van retirando como si vieran pasar a los ángeles de la muerte. 

Cuando pasan junto a la cocina ven al juez tomando café con uno de los policías.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Diálogos con Naza (II)

— ¿Cómo se genera la belleza?
— ¿La belleza? ¿Por qué me lo preguntas a mí?
— ¿No escribes para crear belleza?
— ¿Qué dices? No sé, puede ser.
— ¿No sabes por qué escribes?
— Para vivir ahí dentro.
— ¿Para crear un mundo?
— Sí, algo así.
— Entonces querrás un mundo bello.
— Puedo quererlo, pero el mundo es como es.
— Será como tú quieras.
— No tienes ni idea.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



viernes

Diálogos con Naza (I)

— Todo habría ido mejor en el mundo sin puertas. Puede que no hubiera habido ficción, pero no habría sido necesaria.
— No sé si sería mejor, aunque siempre quedarían las ventanas.
— No es lo mismo, las ventanas son solo para la poesía.
— La prosa se subiría por las ventanas como la hiedra.
— ¿Tú crees?
— La prosa sube por donde haga falta.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas





La sospecha

Dos hombres llegan a la pensión de Carem, visten de blanco, como si fueran enfermeros, pero son dos funcionarios de la morgue. Uno es muy grueso y entra con dificultad por la puerta estrecha de la habitación de la señora Joaquina, el otro es muy delgado y el uniforme le queda grande.

Los huéspedes de la pensión se ven en medio de una escena que, a pesar de todo, es cómica y sonríen, aunque la muerte esté cerca y de que por primera vez en sus vidas la sospecha haya caído sobre cada uno de ellos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

El mensajero

Rebeca se levanta, a su alrededor hay un revoltijo de billetes verdes y no sabe si recogerlos, vestirse o salir a abrir la puerta, aún no ha tomado una decisión cuando el timbre vuelve a sonar y Rebeca corre a la puerta.

— ¿Lorenzo?
— Abre por favor.

A Rebeca no le parece que sea la voz de Lorenzo.

— ¿Eres Lorenzo?
— Abre por favor, me están siguiendo.

Rebeca sabe que no puede dejar ahí fuera a Lorenzo, incluso aunque no sea él. Cuando abre la puerta se cuela en su casa un hombre joven, de aspecto conocido, tiene expresión asustada y respira con dificultad.

— Tú no eres Lorenzo.
— Gracias por abrir, me están siguiendo.
— ¿Quién eres? ¿Quién te sigue?

El hombre se asegura de que la puerta está bien cerrada y mira a través de la mirilla, después se vuelve hacia Rebeca.

— ¿No te acuerdas de mí?
— No sé ¿nos hemos visto antes?
— Soy quien te llevó el paquete con el dinero a la tienda.
— ¿El mensajero? ¿Qué haces aquí?
— Me están siguiendo, quieren matarme.
— ¿Cómo sabes que había dinero en el paquete?
— Yo mismo saqué unos cuantos billetes.
— ¿Los robaste? ¿Cuánto?
— No sé. Nueve o diez mil dólares.
— ¿Diez mil dólares?
— Los necesitaba.
— Tendré que decírselo a Lorenzo.
— Lorenzo ya lo sabe.
— ¿Qué?
— Son sus hombres quienes me persiguen.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas





jueves

Las marcas

Cuando tenía veinte años Joana Yurinova fue protagonista de una fotonovela en una ciudad de Centro Europa. 

Todas las noches tenía que aprender un guion extenso y, al día siguiente, muy temprano, había largos ensayos donde se definía la personalidad de su personaje, la actitud ante las palabras de los demás y, sobre todo, los pensamientos que debía esconder. Por último Joana debía interpretar sus escenas siguiendo hasta el último detalle las órdenes del director, tanto en los movimientos corporales como en la pronunciación de sus frases.

En la primera foto que interpretó debía servir una copa de vino al actor protagonista que interpretaba a un detective privado contratado por un banquero del que Joana era hija. El operador preparó la iluminación con mucho cuidado, el director marcó el tono y fijó dos marcas en el suelo para indicarle a Joana dónde debía parar con su copa.

Cuando ya se había hecho la escena, el director de fotografía reparó en que el vino real no daba bien en pantalla y hubo que repetir tras pintar la copa de un rojo intenso con pintura acrílica.

Lo de las marcas fue lo que más le gustó a Joana que, desde ese día, buscaba su posición en el suelo de cualquier parte.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



Cosas que no encajan

— ¿De qué caso estás más satisfecho?
— No sé si es la palabra, pero recuerdo con agrado el caso de la cantante de los labios rosas.
— Tienes un don para dar titulares.
— ¿Te gusta lo de los labios rosas?
— ¡Y de una cantante! ¿A quién no? ¿Qué pasó con esos labios?
— Pertenecían a una cantante de un club nocturno sospechosa de matar a un cliente.
— ¿Cómo a un cliente? ¿Mató a alguien del público?
— Un cliente que le pagaba por acostarse con ella. Y yo no he dicho que lo matara.
— Ah, vaya.— Carolina se ruboriza— pero ¿se lo cargó o no?
— El tipo ese la pegó y al día siguiente amaneció con un tiro en la cabeza.
— Vaya ¿Y se sabe qué pasó?
— El tío era un empresario de joyería y tenia permiso de armas.
— Y un arma, supongo.
— Así es, una pistola vieja que se le disparó en el peor momento.
— ¿En qué momento?
— En el momento en el que se acostaba con la chica.
— ¿Murió mientras se la tiraba?
— Se le disparó el arma.
— Pero... pero aquí hay muchas cosas que no encajan.

Darío ríe.

— No encaja casi ninguna.
— Menos mal... ¿Qué hacía él con la pistola?
— Encañonarse la frente, el disparo fue justo entre ceja y ceja.
— No parece fácil.
— No.
— ¿Y ella?
— Ella debió de estar fumando un buen rato.
— ¿Qué quieres decir?
— Cuando llegamos al lugar del crimen había un cenicero lleno de colillas manchadas con pintalabios rosa.
— El mismo que utilizaba la cantante.
— Uno muy exclusivo, muy fácil de seguirle la pista.
— ¿La detuvisteis?
— La buscamos y la interrogamos.
— ¿Y?
— Según dijo nunca estuvo allí.
— Pero teníais la prueba de los labios rosas.
— No, no, las pruebas desaparecieron misteriosamente.
— ¡Vaya! ¿Y el forense?
— Suicidio.
— ¿Llegó a esa conclusión?
— No había otra.
— ¿Y ese es el caso del que estás más orgulloso?
— Orgulloso no, satisfecho.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Rebeca sale de la caja

Rebeca ha abierto el maletín, ha sacado los billetes y los ha esparcido por su cama, después de ha desnudado y se ha echado encima. 

Rebeca ríe y chapotea con los billetes como si estuviera sumergida en una bañera llena de espuma, hasta que alguien llama a la puerta, el timbre ha atravesado el dormitorio como una bala, y Rebeca se queda inerte, esperando oír la voz de Lorenzo al otro lado.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas




Ocasiones especiales

La mujer del parque tiene un vestido de novia que un día fue blanquísimo y que ahora tiene un tono amarillento como el de la arena de la playa y como la propia fachada del bloque de apartamentos donde vive.


Hay muchas leyendas sobre mujeres que nunca se pusieron su traje de novia y muchas otras, más penosas aún, sobre las que nunca se lo quitaron. No es el caso de la mujer del parque que se lo pone, sin rencor y sin poesía, en ocasiones especiales.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


miércoles

Migas en el parque

Una mañana H. se cruza con su esposa en un parque, enseguida se para junto a un estanque y se coloca muy cerca de una mujer joven que está ayudando a un niño pequeño a echar migas de pan a los patos.

Cuando H. intuye que su mujer está cerca se junta más a la madre con el niño y mete la mano en la bolsa de la que cogen los trozos de pan. La mujer le mira con curiosidad, pero le deja hacer, y el niño le sonríe.

Linda Firenze pasa a su lado, se fija en cada una de las migas que han caído al suelo y después mira la escena como si la estuviera leyendo en un libro.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Lorenzo y el principio de incertidumbre

Hasta que Lorenzo no acuda a la habitación de Rebeca, el maletín con el dinero lo habrá abierto y no lo habrá abierto. 

Y Lorenzo tarda meses en llamar a Rebeca para no intervenir, para no forzar la trama.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Pensamientos trascendentes

Hay personajes que cuando saben que viven en una novela sobreactúan, otros se dejan llevar como cuando alguien sabe que está soñando, estos son todavía peores porque hacen cosas que se deben quedar en el mundo de los sueños. 

Una cosa es soñar y otra muy distinta ser un personaje de novela.

Procuren, por tanto, evitar que sus personajes conozcan el truco o les arruinarán la novela,  tendrán que estar constantemente corrigiéndoles y, los más pesados, empezarán a tener pensamientos trascendentes.

Terry Salgado

Un caso mal resuelto

Darío se extraña de que la mayoría de las chicas que ve desde que está muerto visten camisas blancas con cuello mao. 

No se trata de una uniformidad, no es nada sobrenatural, simplemente ahora las chicas visten de forma elegante, pulcra y con un tipo de cuello que de puro sencillo provoca que a Darío se le dispare la imaginación.

Darío recuerda un caso en el que conoció a una mujer con una camisa igual a la que ahora ve por todas partes. Nunca quiso acordarse de aquella mujer que consiguió que él ocultara una prueba que la hubiera inculpado. 

Durante los tres meses que duró la investigación aquella mujer y su cuello fueron una obsesión, cuando todo pasó ella desapareció y Darío se quedó con un caso mal resuelto en su historial y un hueco en algún lugar de su cuerpo.

Ahora vuelve, pero ya no evita su recuerdo, es más, disfruta de su imagen.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


martes

Luis y el dedal

Luis podría haberse quedado toda la vida en el bolsillo aquel. 

Es cierto que tenía curiosidad por conocer a su dueña, pero aquel lugar era tan cómodo, tan confortable, que no le importaba seguir allí, en aquella semioscuridad, solos él y el dedal, y unas cuantas pelusas pequeñas y cariñosas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

La mujer del dedal

Cuando tenía a su alcance los abrigos que algunas mujeres dejaban junto al escenario, Luis G. saltaba a sus bolsillos. Allí dentro se encontraba con pañuelos blanquísimos bordados con rosas rojas minúsculas en sus esquinas, botecitos de colonia diminutos con la etiqueta dorada, monedas viejas y botones de colores de dos y cuatro agujeros.

En alguna ocasión encontró algunos objetos más personales, como la esfera de un reloj parado, billetes de lotería, pasajes del metro o del ferrocarril y un dedal metálico.

Luis se escondió en el bolsillo de la mujer del dedal.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

El mundo de lo infinito

Desde niño, entre los héroes y los superhéroes de los cómics y la televisión, Luis G. eligió al Increíble Hombre Menguante. 


Solo él podía comprender lo minúsculo, solo él tenía al alcance de sus manos el mundo de lo infinito.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Punto de encuentro

¿Qué puede hacer un hombre de agua como Luis G. con una mujer gato como Joana Yurineva?


Mentir o inventar.


El punto de confluencia de Luis y Joana es la mentira, y el punto de unión la ficción, entre medias encontrarán un lugar de encuentro.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Estrategia

Sobre las baldosas grises del piso del portal, Luis G. con diez años, jugaba a las canicas. 
Los vecinos entraban y salían mientras él se tiraba en el suelo y las bolas de cristal pasaban entre los pies.

A mediodía, cuando Luis volvía del colegio, esperaba jugando en el portal a que llegara su padre del trabajo.

Un poco antes llegaba una chica llamada Silvia, que caminaba sin mirar a los lados y que siempre pisaba alguna de las canicas. 

Luis no le decía a nadie que colocaba las bolas de forma estratégica para que Silvia las pisara. Si alguna vez no lo hacía, Silvia se volvía sobre su pasos y le pegaba un pisotón a la bola más cercana. Solo entonces le miraba.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Las cosas que pasan siempre

Luis G. solo podía ofrecer a las mujeres su lavabo blanco con la cerámica arañada.

El día antes de invitar a Sonia Ricco, Luis compró en una droguería un bote de detergente de la marca "Ajax", lo miró con detenimiento, repitió la palabra varias veces y lo abrió. 

El aroma le trajo a la memoria varios lugares de su pasado, sobre todo pudo ver con nitidez el portal de baldosas grises con puntitos granates de la casa de su infancia, también recordó los servicios de mujeres de un taller de confección donde en una ocasión se ocultó durante horas, por último el aroma le trajo la imagen de la trastienda de un almacén en la calle Isabel de Farnesio.

Luis G. espolvoreó el detergente por el lavabo que tomó el aspecto que debió tener en algún momento la superficie de un planeta tan lejano que dejó de existir miles de años antes de que la Tierra siquiera hubiera alcanzado su redondez. Después, Luis mojó un estropajo con agua y lo pasó por la cerámica esparciendo el polvo azulado. Cuando terminó, Luis acercó su cara a los arañazos y pudo ver el interior de cada grieta donde el polvo azul había tomado ya otro significado, el de las historias que, pase lo que pase, están ocurriendo constantemente.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

domingo

Sospechosos

— Se me escapó porque tenía las manos muy suaves.
— ¿Te fiaste de sus manos?
— Completamente, otras veces me ha pasado por culpa de la voz.
— ¿Gente con una voz bonita?
— Sí, o profunda, rasposa, con personalidad y siempre grave.
— ¿Manos y voz? ¿Eran tus debilidades?
— Sí, porque una cara bonita siempre es sospechosa.
— ¿Nunca te engañó una cara bonita?
— Para eso estaba... no sé, preparado. Toda la vida nos preparamos para las caras bonitas,
— Pero siempre caemos ¿no?

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Nadie se acordará de ti

— No vienen directamente, no se acercan y te dicen "¡Eh Darío Varona! ¿Te acuerdas de mí?" Los ves como el que ve entrar en el autobús a alguien que conoció en el pasado y no quiere saludar, y que  acaba sentándose a su lado. No tienen más remedio que hablarse.
— El pasado con el presente.
— Algo así.
— ¿Y te pregunta por su caso?
— No directamente. La situación tiene una especie de tirantez amable, hay preguntas de cortesía y otras llenas de curiosidad, al final no falta algún reproche.
— ¿Qué tipo de reproche?
— De lo más variado. Desde quejas, como que el mundo se olvidó de ellos, a asuntos más particulares del caso.
— ¿Recuerdan los detalles del caso?
— Lo recuerdan todo, muchos siguen en el caso.
— ¿Al verte creen que pueden cerrar el círculo?
— Supongo, no sé. La sensación que me da es que viven, o como se pueda llamar a su existencia, en su caso.
— ¿Te ha sorprendido lo que te han dicho?
— La vida está llena de detalles y ellos me han dado muchos sobre sus casos, si los hubiera sabido todo habría sido distinto.

Carolina intenta acariciar la cara de Darío, mueve la mano un instante, pero finalmente no se atreve.

— ¿Me lo contarás todo? ¿Me dejarás escribirlo?
— No debería.
— Venga Darío, ¿qué más te da? En unos meses nadie se acordará de ti tampoco.
— Ya, ya. Pero no sé si es ético.
— Podré ayudar a las víctimas desde aquí.
— Me refiero a que no sé si es ético conmigo mismo.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


sábado

Los efectos legales de la imaginación

A efectos legales esa chica de la que usted habla no existe más que en su imaginación.


Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997)

Solo lectura

Darío camina por las calles leyendo a la gente, a las personas que pasan y que forma palabras al unirse con otras personas y que llevan objetos que les sirven de acentos y exclamaciones.

Las calles, los edificios, las farolas o los árboles también forman parte del relato, son complementos directos o indirectos, adverbios y preposiciones. 

Sobre los renglones de los pasos de peatones todos se colocan siguiendo las normas del azar,  formando palabras que Darío lee con curiosidad.

Darío piensa que le gustaría también escribir sus propias palabras, sus propias personas, pero ese es un atributo exclusivo de los que siguen vivos.
 
Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


La complejidad del lenguaje

Día a día el lenguaje de las manchas se hizo más complejo.


Una mancha de menos de cuatro centímetros con forma de salamandra significaba que Gervasio cuando saliera de casa dejaría la puerta cerrada con llave, una mancha de vino de seis centímetros con forma de rosa quebrada indicaba que Regina esa noche no necesitaba caricias para recibir a Damián.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

viernes

Las manchas del mantel

A la hora del almuerzo Damián comía con Regina y Gervasio. 

Damián daba las gracias y se sentaba a la derecha de Gervasio que presidía la mesa, en frente se sentaba Regina. Nadie decía una palabra durante toda la comida.

En medio del silencio, sobre el sonido de los cubiertos chocando contra el plato, Damián y Regina se comunicaban mediante las manchas que dejaban en el mantel.

Una mancha grande de agua significaba que Gervasio saldría de viaje esa noche. Una mancha pequeña de café significaba ven.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


Todo vale

Recopilamos cosas ENCONTRADAS: cartas de amor, tarjetas de cumpleaños, tareas de los niños, listas de tareas pendientes, talones de boletos, poesía en servilletas, recibos, garabatos: cualquier cosa que permita vislumbrar la vida de otra persona. Todo vale...

Found Magazine

jueves

La venganza de H.

La vida de H. está marcada por la falta de atrevimiento. Todo lo que le ha ido ocurriendo ha sido porque los demás, la obligación o el azar le han llevado hasta allí, pero no porque él tomara una sola vez la iniciativa. 


Cuando le despidieron del trabajo pensó que por fin podía actuar por cuenta propia y su primera decisión fue la de comprarse un revólver. Desde ese momento, con la pistola en su bolsa, se siente más poderoso, pero sigue sin hacer nada y, desde ese momento, es el revólver el que va tomando sus decisiones. 

H. piensa que solo Sonia Ricco puede ayudarle porque solo ha tomado decisiones con ella.

— ¿Harías un trabajo por mí?

Sonia siente, de repente, que el arma ha aumentado su peso de forma ridícula y la deja sobre las sábanas.

— Tú dirás, ya sabes que no tengo muchas habilidades.
— Necesito que busques a un hombre y lo traigas aquí.
— ¿Yo? ¿A un hombre? ¿Qué hombre?
— Se llama Calafell.
— ¿Quién es?
— Alguien que salvó a mi abuelo en la guerra.

Sonia se incorpora en la cama y apoya su espalda en el cabecero.

— Debe ser muy viejo ¿por qué lo buscas?
— Para vengarme de él.
— ¿Y por qué quieres que lo busque yo?
— Para vengarme de él.
— Estás loco, Santos.
— Te dejaré mi pistola.

Sonia mira la pistola y después a H. que está de pie, muy quieto, Sonia coge el arma y se levanta de la cama.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas