sábado

Otro mundo

Hacía años que no miraba bajo un sofá. Ni siquiera el mío. Aquello es otra cosa. Es otro mundo. La vida ahí es diferente. Está quieta. Transcurre a un ritmo que no tiene ritmo. Transcurre detenido, como si lo frenaran. 


Uno se asoma y comprende muchas cosas que hasta entonces las amontonaba en las cosas pendientes de comprender. Allí todo es mucho más silencioso. Con un silencio de calidad, de convento, de pozo sin tormentas. De velatorio a las cuatro de la mañana. Del silencio que precede a un estornudo. 


No podía creerme cómo había podido pasar tanto tiempo sin mirar bajo mi tresillo. Pero nadie lo hace.


Miguelángel Flores, El sofá

La última vez

Si os apetece y podéis, os espero a todos. 

Me da que puede ser la última vez que presente uno de mis  libros. 


Ramón Acín 

viernes

La estructura del paranoico

— Está bien —reconoce—, la superstición es una forma de paranoia. 

— ¿Conoce usted la estructura del paranoico?

— No, solo sé que cree que le persiguen y que por lo general tiene razón.

— Verá —dice a sus espaldas Micaela—, el paranoico proyecta: cree que le van a robar algo porque a él le gustaría hacerlo.


Juan José Millás, La mujer loca 

Las cosas que no tienen vuelta atrás

Una mañana, a las 7,45, en lugar de tomar camino al trabajo, tomó el camino hacia el río. 

Hacía tiempo que lo venía pensando, pero esa mañana lo hizo sin siquiera pretenderlo, sin tomárselo en serio, como se hacen las cosas que no tienen vuelta atrás.

Terry Salgado

Plumas de acero

Los yanquis, que son muy prácticos, fundaron pronto una ciudad entre los pantanos del Yukon y del Klondyke, a la que pusieron el nombre de Dawson, abriendo fondas y casas de bebidas en gran número, así como garitos, generalmente en chozas divididas en compartimientos. 


El exterior, dedicado a almacenes de ropas hechas, armas, etcétera, y la trastienda, a la sala de juego. Tampoco tardaron mucho en publicar un periódico: The Klondyke News (Las Noticias de Klondyke); pero tuvo corta vida, porque redactores y tipógrafos prefirieron sustituir el manejo de la pluma de acero y de los tipos de plomo por las palas y picos de los mineros para extraer oro de los filones.


Emilio Salgari, Los mineros de Alaska

jueves

Informes

 



Un tipo muy oscuro me encargó una investigación rutinaria.

Tenía que seguir a una mujer joven, conocer sus costumbres, saber qué hacía desde que salía de casa por la mañana hasta que volvía por la noche.

El tipo me entregó una dirección, dos fotos y un sobre con el primer pago. Si las cosas iban como él quería seguiría entregándome sobres como ese durante todas las semanas. Los lunes.

Yo no sabía que entendía aquel hombre con lo de que las cosas fueran bien ¿a que se refería? ¿a que descubriera a la chica haciendo algo ilegal? ¿sería quizás su mujer y esperaba sorprenderla con un amante? ¿o era una empleada y quería saber si le robaba o le vendía datos reservados a la competencia?

El tipo aquel no quiso darme ninguna información, solo quería sus informes de la semana redactados el domingo por la noche.

Terry Salgado

martes

Mechero

Hola Roberto!!


Me gustaría mandarte mi palabra favorita. ¿La ves? 


Me encanta mechero. Me evoca algo familiar, algo lejano y perdido, (y me huele a gasolina). Me encanta como estalla en los lados de la boca, cerca de los dientes. 
Gracias!!


Rossana Vila 

domingo

Algo terrible

Siempre he experimentado, como si fuera la víctima, las emociones de una persona a la que detienen y llevan a la comisaría en un coche celular, y que contempla a través de los barrotes a las gentes que entran en un teatro, que salen de un café, que hacen su vida cotidiana con placer. 


En ese momento, el chófer y su colega, en la parte anterior del coche, gastan alguna broma y para mí es terrible.


Alfred Hitchcock

viernes

El fantasma de la libertad (Luis Buñuel)




 

Estallar en la cara

Todo ese modo inocente de acercarse a la lengua para comprenderla es como observar a un niño manipulando una bomba. 

Tiene uno todo el rato la impresión de que le va a estallar en la cara.

Juan José Millás, La mujer loca

jueves

Vergüenza y pereza

Cuando lo conocí hacía poco que había dejado de robar abrigos, chaquetas y cazadoras.

Lo hacía en cualquier lugar, en los parques, sobre todo, también en los bares y restaurantes, en los cines y hasta en los museos.

Tenía en su apartamento más de cien prendas de abrigo de todos las formas y colores. Destacaban los abrigos de pieles, pero a Enrique lo que le gustaban eran sus bolsillos, la prenda no era más que la cáscara, el envoltorio del regalo principal.

Carteras, relojes, sobres, paquetitos inverosímiles, notas con números de teléfono o direcciones misteriosas. Todo se refugiaba en aquellos bolsillos de aquellas prendas que se acumulaban por cualquier lugar de la casa de Enrique.

"Perdoná, Naza, pero es que me da mucha vergüenza devolverlas, y mucha pereza".

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

La llegada al salón




 




miércoles

Empezábamos a desesperar






 




La edad de tener enemigos

Damián conocía a una mujer que interpretaba las estrellas. Vivía en su antiguo barrio, en una calle pavimentada de cemento y con baches perennes debido a que esa mujer impedía que los operarios del ayuntamiento los arreglaran porque, por las noche, le permitían oír a los autos que pasaban, saber el modelo y si el que lo ocupaba era amigo o enemigo.

Se llamaba Remedios y decía tener muchos enemigos. "Estoy en la edad de tener enemigos, soy muy mayor y los he ido acumulando durante muchos años, por otra parte no soy lo suficientemente vieja como para haberlos visto morir. Apenas han desaparecido media docena."

Damián la conocía desde pequeño y ella a él. Se presentó sin llamar, con su fotografía de la constelación de migas impresa en una cuartilla.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

martes

En el charco

Uno de los cuerpos estaba lleno de arena. 

Recordaba una de esas figuras hechas con arena de playa. Una figura amorfa. La cara estaba oculta por una capa de tierra reseca.

—Lo acaban de exhumar,  — dijo Damián con la mano aún en el tirador— el juez cree que el cadáver oculta información. Nos ha jodido, todos los cuerpos ocultan información, lo difícil es hacer que hablen.

Tomás se mantenía apartado y, sin pretenderlo,  mantenía la respiración.

— ¿Es normal que tengan tanta tierra?

— Han debido romper la caja al sacarlo del hoyo.

— ¿La caja?

— El ataúd, seguramente era de mala calidad y en cuanto lo han tocado con las palas o con los ganchos se ha desmoronado, hay zonas del cementerio con demasiada humedad. No es justo tener los cuerpos ahí.

— Bueno, los muertos no sufren.

— No sufren, pero no les da igual. ¿Tú querrías descansar eternamente en medio de un charco?

— Sinceramente, creo que me daría lo mismo.

— No sabes lo que dices, colega.

Nazaré Lacano, Cuentos de Parque Chas

Frases al azar

 
—Una enferma crónica — añade Millás, que suelta frases al azar, como el que arroja los dados en el tapete, por si le cae un premio. 

Se trata de una práctica que lleva a cabo en los taxis, en el autobús a veces y, en fin, cuando tiene la oportunidad de entablar conversación con un extraño. De esa especie de juego de azar surgen en ocasiones diálogos interesantes...

Juan José Millás, La mujer loca

lunes

Un cineasta profundamente realista

Alfred Hitchcock: ¿Quiere decir que el diálogo dice una cosa y la imagen otra? Este es el punto fundamental de la puesta en escena. Me parece que las cosas ocurren a menudo así en la vida. Las personas no expresan sus pensamientos más profundos, tratan de leer en la mirada de sus interlocutores y, con frecuencia, intercambian palabras triviales mientras intentan adivinar algo profundo y sutil.

Françoise Truffaut: Por eso me da la impresión de que en algunos aspectos es usted un cineasta profundamente realista.

Françoise Truffaut, El cine según Hitchcock

Migas y pelusas

La casa tenía un olor indeterminado, a Darío le recordaba algo, pero no lograba recordarlo. Tuvo la intuición, seguramente equivocada, de que en ese olor estaba la solución del caso.

"Es como una golosina de las que comíamos de pequeños, una mezcla de glucosa, aroma de frutas, picante..." Olía más en el living. Darío se colocó unos guantes azules, de goma que tenían algún agujerito en los dedos índices de cada una de las manos lo que los hacía inservibles.

Retiró unos cojines con bordados de paisajes supuestamente paradisiacos. Pensó en la chica tumbada en una de esas playas bajo una de esas palmeras. Metió la mano entre las almohadas y el respaldo del sofá, sabe que ese lugar nunca falla.

Entre migas y pelusas logró sacar tres monedas, dos horquillas para el pelo, una negra y otra azul, una chapa de un botella de cerveza y un envoltorio de un preservativo. Lo metió todo en una de esas bolsitas transparentes.

Después se fijó en la mesita del café, había muchas miguitas que a simple vista no decían nada, pero que seguro dibujaban algún grupo de planetas de alguna galaxia presente, pasada o futura. Damián sonrió pensando en su galaxia y le hizo una fotografía con el celular antes de recoger las migas en otra bolsita transparente.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

domingo

El corto plazo

La ficción, a la larga, aguanta más que la realidad. En el corto plazo, en cambio, se impone la realidad.


Juan José Millás

sábado

El asunto de Lucio

Me compré un revólver. No me gustaba llamarlo pistola, sino revólver. Era pequeño, pesado, me avergonzaba sentirme segura con él en la mano, o en la mochila, debajo de una chaqueta de punto arrebujada.


Lo compré por el asunto de Lucio, y porque era muy joven y pensaba las cosas demasiado Hoy no lo hubiera comprado. Hoy, cuando escribo esto, quiero decir, quizás en el futuro tenga otra opinión.

Todo salió bien, o mal, según se mire. 

Lucio se aparecía en las escalera cuando volvía a casa por las noches. Siempre sonreía, me llamaba princesa, a veces se escondía junto a los cubos de basura, entonces olía a desperdicios mezclados con la goma negra de los contenedores. 

Abría mucho los ojos y la boca. 

Me esperaba porque una vez le di conversación, siempre hablaba de fútbol y de carreras de autos o de caballos, solo sabía de deporte y contaba que él también había jugado un año en los juveniles de San Lorenzo y había cuidado un pura sangre al que tuvieron que sacrificar, y que antes hacía campeonatos de autos y pudo ser muy bueno, pero pasó lo de las Malvinas y tuvo que dejarlo porque corría para una marca inglesa.

Casi prefería que me asustara porque todo acaba antes. Cuando lo hacía, yo salía corriendo hacia el interior del portal buscando el interruptor de la luz, y aprovechaba para subir las escaleras de dos en dos y entrar en casa con el corazón acelerado.

A veces miraba por la mirilla y podía verlo jadeando como un anciano, con las manos apoyadas en la pared y murmurando. 

No dije nada porque el viejo le tenía ganas y me daba lástima. Es por eso que compré el revólver, por eso y porque una noche trató de desabrocharme la trenca y empezó a tocarme la cara. 
 
Nazaré Lacano, Cuentos de Parque Chas

Novela policiaca

Ya en el coche, dirigiéndose a casa de Serafín y Emérita, tiene por un momento la impresión de encontrarse en el interior de una novela policiaca, aunque ignora en calidad de qué.


Hubo una época de su vida en la que frecuentó mucho, como lector, este género, de modo que conoce sus características.


Juan José Millás, La mujer loca

Ensimismado

Mi palabra es ensimismado, me parece fascinante. La primera vez que la oí pensé que estaba mal, que tenía que ser enmimismado. 

Muchas veces, cuando estoy ausente, digo que estoy ensimismada, no me entienden, pero me dejan tranquila.


Es una palabra que está llena de evocaciones, me hace pensar en alguien vuelto hacia adentro, también en las estatuas de piedra, y me hace imaginar unos ojos grandes, negros, transparentes. 


Transparente también me evoca tantas cosas.


Isabella R.


Run for cover

Françoise Truffaut: ¿Qué entiende usted por "refugiarse en lo que ya ha sido experimentado"? ¿Quiere decir que cuando uno no sabe bien dónde está, debe recurrir a  los elementos que han demostrado ya su eficacia?

Alfred Hitchcock: Hacia lo que ya está bien establecido en su mente. Y debe hacer esto cada vez que está perdido momentáneamente, cada vez que se sienta desconcertado..., "run for cover". Es un método que conocen bien los guías o los exploradores. Cuando uno se da cuenta de que se ha equivocado de que camino o de que se ha extraviado en la selva, no debe nunca intentar encontrar la pista cortando a través de los bosques o confiando en su instinto. La única solución es rehacer escrupulosamente el camino recorrido a fin de volver a encontrar el punto de partida o el punto a partir del cual se ha equivocado.

François Truffaut, El cine según Hitchcock


viernes

Geometría resultante

La verosimilitud es también una categoría literaria. De una historia decimos que es verosímil cuando resulta creíble, con independencia de que se acerque o se aleje de la realidad.

— ¿La realidad no actúa como parámetro?

— Qué va, de hecho la realidad no tiene la obligación de ser verosímil porque cuenta a su favor con el hecho de haber sucedido. La selva amazónica es inverosímil, pero ahí la tiene usted.

[] Pensó en una bola de billar lanzada a ciegas por una mano firme contra cualquiera de las bandas de la mesa. Imaginó los movimientos erráticos de la bola sobre el tablero, modificando la posición de las otras bolas y desviando el curso propio hasta que, perdido el impulso inicial, se detenía. Le contó la imagen a la psicoanalista, para añadir:

—Diríamos que la bola se ha movido al azar. Pero un matemático que conociera los datos del primer  impulso (velocidad, fuerza, dirección, estado del tablero...), un matemático que hubiera presenciado el golpe fundacional, podría deducir seguramente toda la geometría resultante.

—Seguramente —aceptó la psicoanalista detrás de él.

Juan José Millás, La mujer loca

Alambre

Mi palabra favorita es
alambre porque parece que se retuerce sobre sí misma, también porque tiene un sabor metálico y porque pincha a los lados de la lengua.


Es más fuerte y evoca más cosas que en italiano (filo) que me produce otras sensaciones menos duras, como de niña pequeña.


Alambre, en español, me produce cosquilleos por dentro y creo que es gris azulada.


Lena Rosso


Señales involuntarias

Es un dicho común que el único modo verdadero de probar el carácter de una persona son sus acciones. Hay mucho de error en esto. Las acciones, incluso las habituales, son una prueba de carácter tan falaz como cualquier otra. 

Las acciones de una persona son a menudo una indicación, no tanto de lo que la persona es, como de lo que dicha persona desee que se piense de ella, o, en el caso de un mejor tipo de personas, de lo que ella desea pensar de sí misma. 

Las  acciones, sin duda, son la prueba más adecuada para el mundo en general, porque todo lo que la gente quiere saber de un hombre son las acciones que pueden esperar de él. Pero para sus íntimos, los cuales se interesan en lo que él es y no meramente en lo que hace, las señales involuntarias de sentimiento y disposición son un criterio más seguro que los actos voluntarios.

J.S. Mill, Diarios 
(2 de marzo)

jueves

Indios

 Cuando llegué a casa Ana María se fijó en que tenía el zapato derecho desatado.

— ¿Dónde estuviste? ¿vienes de casa de Amapola?
No dije nada, y ya no hablamos hasta la cena. A las nueve y media Ana María me pidió que pusiera la mesa, pero al colocar los cubiertos puse un tenedor de más.

— ¿Y eso? ¿esperas a alguien?

Me puse colorado. Tampoco dije nada esta vez.

Después de cenar me armé de valor y le propuse a Ana María jugar a indios, nos metimos bajo las sábanas y encendí la linterna. Estuvimos un buen rato riendo hasta que, entre las sombras, de forma fugaz, apareció Amapola.

— ¿Quieres dejar de pensar en ella, por favor?

Terry Salgado


Posiblemente Ofelia

Gertrudis: Donde hallaréis un sauce que crece a las orillas de ese arroyo, repitiendo en las ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allí se encaminó, ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas, margaritas y luengas flores purpúreas, que entre los sencillos labradores se reconocen bajo una denominación grosera, y las modestas doncellas llaman, dedos de muerto. 

Llegada que fue, se quitó la guirnalda, y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un vástago envidioso, y caen al torrente fatal, ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por mucho espacio. Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo, la muerte, llena de angustias.

William Shakespeare, Hamlet

miércoles

Hormigón y azar

 


Libros modernos

Yo siempre tengo un libro entre manos. Cada noche, cuando me dejo caer en la cama, no puedo conciliar el sueño si no abro un libro. Apaga la luz, me dice mi mujer una y otra vez. Pero soy incapaz de hacerlo, al menos hasta que he leído un capítulo. 


Lo que más me jode son esos libros modernos que no tienen capítulos. Te obligan, o bien a seguir leyendo hasta que se acaban  o a interrumpir la lectura en un punto y aparte. Ya no saben qué inventar.


Manuel Vázquez Montalván, Cuarteto

Imposible

Hace unas semanas mi amiga Isabella Rimini lanzó esta pregunta a sus alumnos y alumnas de español.

Parece una pregunta inocente, pero cuando Isabella fue un poco más allá y preguntó las razones de que cada uno eligiera una palabra y no otra, los alumnos empezaron a enredarse en explicaciones, a perderse entre significados, a hablar de sus preferencias en razón a distintas  evocaciones o, incluso, a la simple (y maravillosa) sonoridad.

Descubrieron que una palabra no significaba lo mismo para cada uno de ellos, por tanto descubrieron también que cada uno estaba construyendo su propio idioma y, por tanto, a menudo estaban entendiendo y explicando asuntos distintos usando las mismas palabras.

Me decía Isabella que entre las conclusiones a las que llegaron, la más aplaudida fue la de crear un diccionario personal que explicara a los demás qué entendían, qué veían, qué sentían con dada palabra pronunciada. Eso, claro está, era imposible, pero imposible fue, precisamente, una de las palabras más votadas entre las favoritas.


martes

La apariencia es la realidad

Las apariencias engañan, pero es lo más sólido que existe. 

La apariencia es la realidad e ir más allá de ella implica un esfuerzo que casi nadie necesita que casi siempre conduce a evidencias peores que las apariencias sustituidas.

Manuel Vázquez Montalván, El cuarteto

La frontera

Acababan de atravesar la frontera entre un lunes y un martes. Julia sintió que los días estaban separados por una especie de ranura en la que se perdían cosas, como entre los cojines del sofá.


Juna José Millás, La mujer loca

La posibilidad moral de la palabra

Los límites del humor están justo ahí donde alguien se levanta y te parte la cara. Entonces has hecho bien tu trabajo. Yo, sinceramente, envidio a Chris Rock. Llevo más de cinco años escribiendo artículos con el único objetivo de que me partan la cara, y aún no lo he conseguido. 


[] Los que trabajamos con la palabra, y con la posibilidad moral de la palabra, buscamos precisamente un límite, un muro, una hostia. 


Alberto Olmos "Siempre apetece partirle la cara a alguien"

lunes

Las apuestas

¿Qué le han enseñado las apuestas que no haya podido aprender de un libro?


Muchas cosas. La más importante que la suerte tiene límites, la buena y la mala. Y a conocer esos límites.


Gonzalo García Pelayo

domingo

Los indiferentes

Empecé a escribir sobre la gente que conocía, sobre todo de mis compañeros de clase. De los que odiaba, de los que me eran indiferentes y de los que me gustaban. 

Me encantaba escribir sobre los indiferentes, porque podía hacer con ellos lo que me apeteciera. Con el resto todo era más simple, de los imbéciles solo escribía por venganza, y los buenos casi no aparecían en mis cuadernos, si acaso para poseerlos, aunque luego, cuando los veía, me sentía avergonzada.

Nazaré Lascano, CdPCh

Los niños perdidos

Ese sentirse solo en la vida e imaginar que va a ser para siempre y que quizá te rapte algún hombre malo y que comiencen a ocurrirte las cosas que les ocurren en los cuentos a los niños perdidos. 

Convertirte de repente en un personaje de cuento. Trasladarte a la ficción sin haber tenido tiempo de conocer la realidad.

Juan José Millás

sábado

El mismo libro

Soy un lector disperso que ensaya alternativas para volver gozoso al mismo libro.


José Luis Morante

viernes

Mi nombre

Me pusieron de nombre Nazaré porque mi bisabuela se llamaba Nazaret. Pero, como ocurre demasiadas veces, la gente no sabe o no quiere escuchar y cuando mi viejo acudió al registro, el funcionario no quiso escuchar la última letra y perdí para siempre la t.

Desde ese momento pasé de honrar a la abuela de mi madre —que llegó a Buenos Aires con cuatro añitos, tras atravesar el océano— a homenajear a una virgencita portuguesa.

Mi vida empezó con un robo, con una carencia, ¿habría sido otra con mi nombre completo? ¿a alguien le cabe duda? Probad a quitar una letra del vuestro y veréis cómo queda y si seguís siendo los mismos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

De ángeles y diablos

La chica sabía bastante de ángeles y de diablos porque había dedicado muchas horas a su estudio después de que un día, en el metro, alguien le hubiera dicho que era un ángel. 

Se trataba de una mujer que al dirigirse a la puerta del vagón, dispuesta a abandonarlo, y aprovechándose de las estrecheces de la hora punta, había acercado sus labios a uno de los oídos de Julia, casi como si fuera a besarla, para susurrarle:

— Chica, eres un ángel.

Juan José Millás, La mujer loca

jueves

El color de la eternidad

Le extrañó el color tan blanco.


Tomás pensó que si la eternidad tuviera algún color sería el de aquella sala de la morgue. Se estremeció pensando que quizás fuera así y, por un momento, estuvo seguro que del primer cajón que abrieran saldría su propio cadáver. 


Darío tiró del agarrador como si fuera un oficinista sacando el cajón metálico de un archivo de informes. El cuerpo no estaba cubierto por una sábana, ni siquiera por un plástico. Se trataba de un hombre corpulento, tenía los pies en una posición extraña, como si estuvieran partidos, los brazos eran fuertes y en el derecho, cerca del hombro, tenía un tatuaje con una sirena con la cola doblada hacia atrás y dibujada con tinta verde. 

La sirena sonrió a Tomás, que no se atrevió a mirar a la cara del muerto.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas