viernes

El escenario móvil

Tomás, el detective actor, llegó al anatómico forense en taxi. Desde que decidió empezar por el depósito sabía que aquello tomaba otra dirección, que podía ser un juego, pero que hay juegos terribles.


Cuando indicó la dirección, el taxista le miró con lástima y el actor, en lugar de aclarar quién era, dejó que el chofer pensara que tenía a alguien allí dentro.

Hay quien piensa que la muerte es divertida o un espectáculo, divertida no lo es nunca, y sí, puede ser un espectáculo para el que no muere.


— Es la segunda persona que llevo a la morgue. Créame que lo siento — dijo el taxista mirándole a través del espejo.


— Sí — asintió el actor—  ha sido una lástima.


Tomás recordó que era un actor, un actor sin papel. 


— ¿Era muy mayor?


— No, era joven, una muchacha todavía.


El taxista se estremeció. Y Tomás se estremeció también imaginándose a una mujer a la que trataba de poner cara y una vida que ya era solo pasado.


— Lo siento mucho, ¿familiar suyo? ¿su novia?


¿Por qué no una novia? No estaría mal una novia muerta o mejor una amante muerta. Debía seguir jugando, imaginando, engañando con habilidad al taxista.


— En realidad era una amiga, una buena amiga se puede decir.


El taxista se sintió conmovido y ya tomaba las avenidas al límite de velocidad y apuraba los semáforos. Tomás callaba, ya tenía su imagen y su nombre y el motivo de su muerte que desaparecería al salir del taxi. Aquello era una representación perfecta, un actor, un espectador, un escenario móvil, estreno y última función. Tomás tuvo la tentación de llorar, pero no se podía permitir ser tan facilón, tan  ruin.


— ¿Muerte natural?


El taxista se moría de curiosidad. Tomás jugaba con él como un gato con un ratón herido, solo le quedaba darle el remate final.


— No sabemos aún. Su marido nunca vio bien nuestra relación.


El actor pagó la carrera (pagó su propia actuación) y salió del taxi. El taxista volvió a casa con la sensación de que la actuación había terminado en el momento justo.


Nazaré Lacano, Cuentos de Parque Chas



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