sábado

Preguntas por la gente

Se trataba de uno de esos hoteles situados en medio de ninguna parte, rodeado por unas seis autopistas, ante el que pasas y te preguntas quién se alojará ahí y por qué.

Peter Cameron, This Pain Will Be Useful To You

Situaciones cotidianas




Situaciones cotidianas que se tuercen por  una jugarreta del destino, relaciones personales que llegan a ser bizarras son una constante...

Muchas de estas historias me han sucedido personalmente, o a amigos, o a familiares. Algunas veces he exagerado un poco el desenlace... pero no mucho.
Miguelanxo Prado

jueves

Si supiera hablar

Hablo pensando que no debiera hablar: así hablo.


Antonio Porchia, Voces

miércoles

Máscaras

Un ejemplo supremo de esta comedia ontológica ocurrió en diciembre de 2001 en Buenos Aires, cuando los argentinos ocuparon las calles para protestar contra el gobierno y especialmente contra Cavallo, el ministro de economía. Cuando la multitud se reunió ante el edificio en el que vivía Cavallo, éste se escapó usando una máscara con su propia cara (que se vendía en casas de disfraces para que la gente pudiera burlarse de él poniéndose su máscara). Pareciera como si finalmente Cavallo hubiera aprendido algo del difunto movimiento lacaniano argentino: el hecho de que una cosa es su propia y mejor máscara.

Slavoj Zizej, Visión de paralaje (2005)

lunes

Marley estaba muerto

Marley estaba muerto, eso para empezar. No hay ni la más mínima duda. El certificado de su entierro había sido firmado por el sacerdote, el funcionario, el enterrador y el presidente del duelo. Scrooge lo firmó; y el nombre de Scrooge, en la Bolsa, era una garantía de cualquier cosa sobre la que él decidiera poner su mano. El viejo Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.


¡Ojo!, no quiero decir que yo sepa, por propia experiencia, qué hay de particularmente muerto en el clavo de una puerta. Podría haberme inclinado, por mi parte, a considerar el clavo de un ataúd como el artículo más muerto del universo de la ferretería. Pero el lugar común contiene la sabiduría de nuestros ancestros; y mis indignas manos no osarán perturbarla, o si no la patria se disolvería. Así que ustedes me permitirán que repita, enfáticamente, que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.

Charles Dickens

sábado

El cielo que tenemos debajo

Ese cielo de Madrid (...) es el que guarda los sueños de todos los madrileños y de quienes, sin ser de aquí, cada día llegan a esta ciudad para conquistar el cielo. No el que nos cubre, sino el que debajo de él todos tenemos. Porque a Madrid, al contrario que a otras ciudades, la gente viene para conquistar el cielo.

Julio Llamazares


domingo

Los contornos del territorio


Los contornos del territorio al que uno pertenece solo se vuelven visibles al abandonarlo.

Antonio Muñoz Molina

jueves

Pretensiones

Entremos en la génesis de mis pretensiones.


¿Tengo algún antepasado que fue gallardo capitán, joven alférez insolente o negrero ferozmente taciturno? ¿Al este de Suez algún tío que volvió a la barbarie debajo del casco de corcho, los pies enfundados en jodhpurs y la amargura en los labios, personaje trivial que suelen asumir las ramas menores, los poetas apóstatas, todos los deshonrados llenos de honor, de recelo y de memoria que son la perla negra de los árboles genealógicos? ¿Un antecedente marino o colonial cualquiera?


La provincia de la que hablo no tiene costas, playas ni arrecifes; ni exaltado habitante de Saint-Malo ni altivo provenzal oyó en ella la llamada del mar cuando los vientos del oeste la derraman, purgada de sal y llegada de lejos, sobre los castaños. Dos hombres, sin embargo, que conocieron esos castaños, seguramente se protegieron debajo de ellos de algún chubasco, tal vez amaron allí, en todo caso allí soñaron, se fueron bajo árboles muy diferentes a trabajar y a sufrir, a no cumplir su sueño, a amar quizás una vez más, o simplemente a morir. Me han hablado de uno de esos hombres; al otro creo que lo recuerdo.

Pierre Michon,Vidas minúsculas

lunes

El talento


Así, escribir novela fuera de la burguesía o de la metrópoli, es como ponerse el jersey de otro: hay que darlo de sí, hay que desbocar el cuello y hacer saltar las costuras, en busca de un camino nuevo. Pero ¿vale la pena usar ropa prestada? ¿No es posible coser una prenda que esté hecha a medida de quien la lleva? Por otra parte, Naipaul también cuestiona el género desde la propia literatura.


Para él, la novela alcanzó su plenitud en el siglo XIX. "Más adelante podrían modificarse ciertos aspectos del género, o jugar con ellos, pero ya se había establecido el modelo de la novela moderna, y trazado su programa. Los que hemos llegado después somos simples derivados". En definitiva, lo que afirma es que el género ya ha llegado al final de sus posibilidades: escribir novelas, digamos, tendría ahora tanto sentido como escribir autos sacramentales o poemas épicos.


El libro se cierra con una pregunta: "Y he de preguntarme si el talento que antes iba a parar a la literatura de imaginación no habrá ido a parar en este siglo a los primeros cincuenta años del glorioso cine". Es posible que tenga razón, pero de lo que para mí ni cabe duda es que, tras esos cincuenta años de gloria, el talento ha desertado en masa del cine (como quizá ya abandonó antes la novela). Lo que no sé es dónde ha buscado refugio y solo puedo rezar para que no haya ido a parar al vientre de la ballena de internet y esté en los juegos de ordenador, en los blogs o en la redes sociales.


Rafael Reig, ABC Cultural

Buzón de quejas

Lou-Lou, 15th, january 2021 at 19:07

to: robertopintado@hotmail.com

Buenas noches señor Pintado.
Transpira el post algo muy familiar y adolescente, parajes que invitan a «hacer el mal», a visitar vertederos llenos de ratas o cuadros eléctricos subterráneos iluminados por una antorcha improvisada con gas de mechero… Teniendo memoria «ni siquiera es pasado», como dice Faulkner.


Me ha gustado ese extracto de la novela, me recuerda al Guinardó que dibujaba Marsé en «Últimas tardes con Teresa» y «los guiños del sol en las abolladuras oxidadas del latón de los bidones de gasolina en los descampados», donde «el Pijoaparte sentía una suerte de nostalgia manual: nada de lo que tocaba era suyo excepto, quizás, la chica».
Besos.
L.

miércoles

Mujer de cartón piedra

En mi delirio, me parecía que la mujer de cartón-piedra me miraba como pidiéndome que la rescatara de aquella condición y la convirtiera en una mujer real. Pero cómo hacerlo, si ella y yo vivíamos en dimensiones diferentes.

Juan José Millás, Continúa soltera

lunes

La importancia de lo insignificante

Son tan reales que parecen figuras en movimiento. Así son los cuentos póstumos de (...) la escritora estadounidense Lucia Berlin (1936-2004).
(...) Descubrimos retazos de su vida a través de estos textos, breves, sinceros, contundentes. De padre ingeniero muerto en la guerra, en 1941, Berlin crece junto a su familia materna en El Paso, Texas. Confiesa en el cuento 'Silencio' que es en casa de sus vecinos sirios donde, de niña, pasaba la mayor parte de su tiempo. Después de una estancia en Santiago de Chile, de adolescente, la futura escritora frecuenta las clases altas de la sociedad chilena y cursa sus estudios en la Universidad de Nuevo México, a mediados de los cincuenta, donde fue alumna del escritor Ramón J Sender. A partir de entonces empiezan sus numerosos vaivenes existenciales. Cuatro hijos de tres matrimonios fallidos que la obligan a cambiar de casa y profesión a lo largo de su vida. De ayudante de enfermería ('Apuntes de la sala de urgencias', 1977), a mujer de la limpieza, como en el cuento que lleva ese mismo título, Berlin necesita dinero para vivir y tiempo para escribir. Se retrata niña dentista en 'Doctor H.A. Moynihan', asistente de abogados en 'A ver esa sonrisa', y ama de casa en 'Lavandería Ángel'.
(...) La mirada de esta mujer polifacética es capaz de descubrir la importancia de lo insignificante en lo cotidiano.
Jacinta Cremades, El cultural

sábado

Un caballo atado a una noria


De pronto me vi como el busto de un rey destronado
pisoteado en el suelo.
Yo era la sota de las barajas
y la planta baja
de los rascacielos.



Joaquín Sabina escribió uno de los mejores himnos al desamor hace algo más de 20 años con «19 días y 500 noches», donde contaba destrozado y despechado lo largo que se le estaba haciendo el día a día… y las noches, intentando acostumbrarse a vivir sin ella.
Pero… el poeta y amigo íntimo de Joaquín Sabina, el genial Benjamín Prado ha escrito la versión de la mujer de la que hablaba Joaquín Sabina en la canción de 19 días y 500 noches y que está interpretada por la cantante Travis Birds. La respuesta de la mujer llega a tiempo para explicarle y explicarnos porqué dejó de quererle.

La vida ágrafa

Mala cosa es fomentar la afición a la lectura entre los niños. Cuando los jóvenes lectores sean mayores estarán indefensos ante la vida que es ágrafa, analfabeta y audiovisual.

Juan Carlos Onetti, Confesiones de un lector