viernes

Cosas estúpidas

De pequeña me interesaban cosas estúpidas, lo de estúpidas lo pensé después, con ayuda.


Me gustaban, por ejemplo, las señales de tráfico de las carreteras, pensaba que en sus símbolos había algo mágico, fascinante. Me pasaba los viajes con mis padres callada, absorta, girando la cabeza cada vez que pasábamos una señal que no había viso bien o no sabía interpretar.


Me encantaba interpretarlo todo con unas pautas delirantes. Vivía en el delirio.


En la adolescencia fui dejando todo aquello, me avergonzaban cosas que no le avergonzaban a otras chicas y me atrevía sin complejos con asuntos más comprometidos.

Los adultos y yo vivíamos en mundos distintos y los viajes con mis padres fueron haciéndose más complicados.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


jueves

El miedo y el mar

El día que le perdí el miedo a asuntos importantes empecé perdérselo también a los asuntos pequeños. O quizás fue al revés. El caso es que un día escribí sobre la muerte, con aridez, con franqueza, como si no me importara, y a partir de ahí conseguí hacer cosas cotidianas para las que me veía incapaz como comprar el pan, entrar en el subte o ponerme un bikini e ir a la playa.

Otro día empecé a escribir sobre los pasos de peatones y a los pocos días compré un billete de avión y crucé el océano.

Nazaré Lascano Cuentos de Parque Chas

miércoles

Más fino que un pelo

Pregunta:
¿El Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA utiliza solamente 3,14 para sus cálculos con Pi? ¿O se usan más decimales, digamos algo como

3.141592653589793238462643383279502884197169399375105820974944592307816406286208998628034825342117067982148086513282306647093844609550582231725359408128481117450284102701938521105559644622948954930381964428810975665933446128475648233786783165271201909145648566923460348610454326648213393607260249141273724587006606315588174881520920962829254091715364367892590360?


Marc Rayman: No hay cálculos físicamente realistas que tengan que realizar los científicos y que necesiten de verdad más de esa cantidad de decimales, y muchos menos una cantidad como la que aportaba quien hace la pregunta.

[...] Bajemos a nuestro planeta. En el ecuador, el diámetro de la Tierra es de, aproximadamente, 7926 millas. Bien, pues calculando la longitud de esta circunferencia con la aproximación de Pi de 15 decimales obtendríamos un valor cuyo error respecto el real es 10000 veces más fino que un pelo.

gaussianos.com

domingo

Rotatorio

La provocación es algo rotatorio, sorprendente y, finalmente, incontrolable.


Fernando Arrabal

sábado

Jesuitas

No fue divertido, pero volvería a hacerlo.

Recibí el encargo a través de un amigo. Jorge había estudiado conmigo con los jesuitas, sabía que me dedicaba a asuntos que la policía no sabía, no podía o no quería ocuparse. 

Después de salir del colegio habíamos coincidido un par de veces en lugares muy distintos. Reímos al recordarlo, una navidad nos encontramos en un club de alterne de la carretera de La Coruña, yo estaba buscando a alguien, supongo. Nos vimos en la barra, le conocí por su sonrisa bobalicona y a pesar de un bigotillo estúpido que se había dejado. Le acompañaba otro tipo mucho más lamentable, así que él parecía medio decente. Me conoció, me abrazó, quiso invitarme, pero no me dejé, creo que dije aquello de "estoy de servicio", y casi se cagó encima porque pensaba que era policía. Bebimos un par de copas y seguí con mi ruta, él se quedó frente a una chica con cara de asco, del asco que le daba él quiero decir.

La segunda vez nos vimos en un velatorio. Parecía otro, ya no llevaba bigote, iba trajeado y olía a perfume. No soporto a los hombres que huelen tanto a perfume ¿por qué lo hacen? Esta vez fui yo el que me acerqué, supuse que la muerta era familiar suyo, le pregunté con la mirada y me estrechó la mano compungido, pero no era nada suyo, solo había ido hasta allí a cobrar una deuda al viudo, no tenía decencia, pero se atrevió a pedirme ayuda y se la di, cuando salimos me invitó a tomar una copa y me contó su vida. La olvidé.

Ahora me había mandado al despacho, con carta de recomendación, a un tío con mala cara, un hombre mayor, pero inseguro como un niño de doce años, un imbécil que buscaba a su mujer, como hacen todos los imbéciles. Le dije que ya no me hacía cargo de casos de cuernos, pero se hizo el ofendido y me dijo que aquello no eran cuernos, que su mujer había desaparecido por un asunto de deudas y que Jorge le había dicho que yo era un buen tío y que se podía confiar en mí. Me enterneció y le pedí que se sentara. 

Aquel tipo olía como Jorge el día del entierro.


Terry Salgado, El informe amarillo


Modificaciones

En 1962, el artista Asger Jorn (1914-1973) presentó una de sus “modificaciones” pictóricas. 

Jorn era miembro de la Internacional Situacionista y sus “modificaciones” consistían en la adquisición de pinturas figurativas convencionales, que después eran alteradas al pintar encima. El resultado final deja ver la pintura original más el añadido posterior que altera completamente su significado. 

En este caso,  la pintura original representa a una niña vestida de blanco como si fuera a realizar la ceremonia de la primera comunión. Mira fijamente al espectador y sostiene una comba entre las manos. Se trata de una pintura convencional y decorativa apta para cualquier interior pequeño burgués.

viernes

Luchar contra Roma

Algunos golpes de audacia, imprudentes en sí pero sagazmente dispuestos, probaron al enemigo lo absurdo de luchar contra Roma.

Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano

Dos tragos cortos

Aquel chico tenía un problema, había idealizado tanto a una escritora madura que, ahora, al verme demasiado joven, no le gustaba.

Se llamaba Román y era un auténtico experto en su obra. Podía descubrirme sin demasiado esfuerzo, así que tenía que ser muy lista, o lograr que él fuera muy tonto si quería tenerle cerca y que no me quitara la máscara.

Pensé en el recurso fácil del alcohol, en hacerme la interesante o en hablar de literatura hasta la extenuación, provocar algo así como un coma literario que le llevara hasta mi cama. Pero enseguida pude ver que estaba lejos, como viviendo un sueño adolescente y que, paradójicamente, aquello lo colocaba fuera de mi alcance.

—Creo que tu problema es que te gustan las mujeres mayores.

Su cara se desdibujó, debía imaginarse que estaba oyendo todo aquello desde una de las mesitas redondas que se repartían sin orden por el hall del hotel. No supo cómo reaccionar así que debió decir lo primero que se le pasó por la cabeza.

—No, qué va, me parece que cualquier persona puede escribir bien sea cual sea su edad.

Como parecía más tonto de lo que pensaba tuve que volver a golpearle.

—Me refiero a que sexualmente te agradan las mujeres maduras.

La palabra sexo, aún matizada por el adverbio, le golpeó en la cara que se puso colorada como la de una adolescente a la que le explican con detalle el cuento de Caperucita y el por qué del color de su ropa interior.

No respondió, primero emitió algo parecido a una risita, luego tiró de clásicos y bebió un trago largo, después, como el silencio seguía, dos tragos cortos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



miércoles

Empastada

Lucía me enseñó una fotografía hecha con una Polaroid. Fue mucho antes de lo de su viejo y me sorprendió el color porque era la primera vez que veía una, me pareció 
irreal como si alguna fotografía no lo fuera.

—Es mi amorcito ¿Qué te parece Naza?

No me parecía nada, un muchacho normal, demasiado normal quizás, con los ojos un poco entornados, no parecía gran cosa, pero lo más sorprendente es que Lucía lo llamara mi amorcito.

— ¿Cómo hiciste esta foto?
— Con una camarita de su viejo —Lucía se puso colorada— ¿sabés algo? estuvimos tomando fotos toda la tarde.

Yo no entendía nada, ¿a que se ponía como una adolescente repipi, llena de vergüenza por tomarse unas fotografías? 

— Sus viejos no estaban y pasamos la tarde en su casa haciendo fotos.

Me pareció raro, pero nada más, pensé que se hubieran acostado y listo, pero en lugar de eso su amorcito se dedicó a retratar a Lucía con poca ropa y sin ropa. Unos meses más tarde aquellas fotos empastadas empezaron a circular por el barrio y el amorcito acabaría arrepintiéndose de aquella idea. 

Todo se olvidó cuando pasó lo del viejo de Lucía.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


jueves

Todas las casas

Lorenzo tenía una llave que abría todas las puertas.

No es una metáfora, Lorenzo no perdonaba las metáforas, era una llave real, de metal, muy fina, con unos dientecitos minúsculos en la pluma con picos, valles y mesetas que tenían permiso de todas las cerraduras de todas las puertas de todas las casas.

Nadie desconfió nunca de Lorenzo, a veces le llamaban si se dejaban las llaves en el interior de la casa, si había alguna emergencia o si se sospechaba que algún vecino solitario pudiera estar muerto dentro de su departamento.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Tocada

"Tocada y hundida"

Lucio usaba esta frase cuando te cruzabas con él. Había que evitarlo, desde niños sabíamos que Lucio no podía tocarte, que algo malo te ocurría si te sorprendía.

Me daba un miedo atroz que me ocurriera a mí. Durante un tiempo solo salía a la calle si me acompañaban mis viejos y volvía del colegio corriendo, mirando a todas partes, cambiándome de acera si alguien se me parecía a Lucio.

Pero Lucio vivía en nuestro mismo portal y aquello, como todo, era cuestión de tiempo.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


martes

Maldecir

Damián estuvo metido en un agujero varias veces antes de salir de España. Los agujeros eran distintos, él también.

El primero fue en su pueblo seco, en una bodega en la que cuando aún era un niño se tenía que  esconder de su propio padre cuando volvía del campo ebrio y pagaba con él la jornada de sol a sol.

Su viejo era de los pocos que se atrevían a maldecir a Dios delante de todos, también delante del cura. No respetaba a nadie porque sabía que nadie le respetaba. Ni a padres ni a hijos, ni al cura ni al médico, ni al boticario ni a la guardia civil.

Damián lo respetaba porque nadie se le ponía delante, tampoco él. Si venía borracho lo mejor era desaparecer. Como el viejo venía de la bodega lo mejor era regresar a ella, nadie podía imaginar que se atreviera a refugiarse allí, en su propio territorio.

Damián envidiaba a los animalitos que vivían entre las maderas de los toneles, en las rendijas del suelo o en los huecos de las paredes de arenisca.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

Descendente

Me regalaron una lupa. 

Era mi cumpleaños o quizás fue por alguna celebración religiosa o familiar, no lo recuerdo bien. Puede que tuviera que ver con alguna virgen de las que se celebraban siempre por la abuela.

La lupa era maravillosa. Juré que nada me gustaría más que aquel objeto mágico, nunca nada lo superaría, por los siglos. Tenía razón.

Los poros de la piel, los nudos de la madera, los granos de arroz, las migas de pan, las partículas de polvo, los pequeños arañazos de las monedas, un pétalo, una hoja, la junta infinita entre dos baldosines de la cocina.

Todo era nuevo, distinto, infinito en una escala descendente, eternamente descendente.
Descubrí que lo mínimo era inmenso, que nada tiene fin.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Leche, galletas y a ti

 

La niña pregunta: mamá,

¿qué es lo que comen las brujas?

Ella le responderá, seria pero con dulzura,

Leche, galletas y a ti,

Leche, galletas y a ti corazón mío,

A ti, a ti, anoche vi

Que una hambrienta se aproxima aquí,

Creo que viene a por ti,

Que lo que comen son

Leche, galletas y a ti, corazón.


Nacho Vegas, Lo que comen las brujas

Billetes falsos

Aunque no sabía qué significaba, Tomás siguió tratando de ser un actor de verdad.

Caminó con un arma cargada por la calle.
Salió un fin de semana completo vestido de mujer.
Se subió a un poste de teléfono y se quedó encaramado tres días y tres noches como un estilita.
Se coló por la ventana en casa de sus vecinos.
Se tumbó en mitad de una calle como si fuera un moribundo.
Sedujo a una mujer mayor que compraba en el mercado.
Se hizo pasar por detective privado.
Pasó billetes falsos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


domingo

Verdaderamente

En realidad nunca hice feliz a nadie, 
verdaderamente feliz quiero decir.


Amé, claro, pero no me entregué a nadie, 
verdaderamente entregada, quiero decir.


Hubo celos
hubo carne
hubo pasión.


Pero tendría que pensar si realmente fueron verdaderos
los celos,
la carne, 
la pasión.


En realidad nunca hice feliz a nadie
y nunca me hicieron verdaderamente feliz.


Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas



sábado

Libera a una escritora

Fantaseé muchos titulares de periódicos.

Poéticos: "Las escritoras mueren en agosto" 
Descriptivos: "Escritora argentina encontrada muerta en la habitación de su hotel"
Misteriosos: "Los falsos escritores desaparecen en Madrid" 
Crípticos: "Literatura y muerte en la habitación 711"

No era más que el alcohol en el que mi subconsciente nadó durante toda la noche.

En algo parecido a un sueño pude ver a la escritora hikikomori en su casita de Buenos Aires con una expresión de felicidad, avergonzada por alegrarse de mi muerte que era la suya y que la liberaba al fin.

Por la mañana vomité los titulares en la taza del váter. 

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


viernes

Gálatas

Lo que menos soportaba de Jorge era las manchas de humedad que tenía en su departamento. Yo no podía dejar de mirar aquellas formas negras en las que él no veía nada a pesar de tener, cada una de ellas, cuerpo y rostro.


Una de las manchas, junto a la ventana del living, tenía la forma de una cabeza de San Pablo barroca y recién cortada. Si me quedaba alguna vez sola en la casa, la cabeza me hablaba. Me llenaba de reproches al estilo de sus cartas a los gálatas, era una cabeza puritana y me insultaba por tener relaciones con dos hombres.


Pablo de Tarso era el tercer hombre.


Eso no era lo peor, lo peor era el rapto de las sabinas que tenía en el techo del dormitorio.


Nazaré Lascano, Cuentos de parque Chas

jueves

Un detective sin pasado

 — Cuando los detectives están sin trabajo vienen al depósito como el historiador ocioso entra en un archivo lleno de legajos.

Darío estaba borracho, empapado de aquella luz, de aquel olor, de aquel eco metálico. Esa embriaguez le hacía hablar más de lo debido, pero sabía que Tomás no le causaría ningún problema. No lo despreciaba, pero le parecía un detective sin pasado y los detectives necesitan traumas a los que agarrarse.

— ¿Alguna vez viniste a por trabajo al depósito?

A Darío le dieron ganas de contar muchas historias, pero la mayoría no tenían final feliz y no quería parecer un detective de novela barata.

— Alguna vez vine, de muy joven, cuando no me mandaban casos y quería solucionar asuntos que me dieran fama y consideración. Después en épocas malas, para distraerme o por placer.

— ¿Buscabas casos por placer?
— ¿Tú aún no lo has hecho?

Tomás se avergonzó, al parecer un buen detective investiga por placer, pero el no era un buen detective, solo era un actor y debía buscar una respuesta que nadie le había escrito en su texto.

— Me temo que aún no soy un buen detective.
— No importa, los primeros años confórmate con sobrevivir. 

Mientras hablaban Darío se paseaba entre las cámaras frigoríficas como un bibliófilo en una biblioteca llena de incunables. Por fin abrió una.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

miércoles

Lecciones

Nadie está preparado para ver a un ahogado.

Por primera vez, Tomás deseó no haber aceptado aquel trabajo, no haber tenido el deseo desde niño de ser actor, no haber sido siempre tan tímido para necesitar ser actor.
Ser otro es estupendo hasta que el otro desea volver atrás y ya no puede o, lo que es peor, no se acuerda.


Al ver a la ahogada Tomás olvidó que él era otro, que no estaba investigando nada, que no tenía porqué estar allí.


La piel reblandecida se había secado y había adquirido un aspecto de materia cuarteada. La ahogada era una muñeca cuarteada de un color inventado entre el ocre y el azul cielo.
Darío se sintió satisfecho de ver a su colega realmente trastornado, quiso dar una vuelta más a la escena y movió el cadáver para que Tomás pudiera ver los orificios que los ganchos de los hombres rana habían provocado en el cuerpo de la ahogada.


— Deberían prohibir estos métodos, son inhumanos ¿no crees?


La mujer quedó con la mirada clavada en Tomás o en el infinito, tanto da. Era una mirada vacía, con las pupilas perdidas en algún lugar del alma.
Tomás apartó la vista. Darío trató de sonreír, pero solo le salió un reproche.


— ¿Te da miedo la ahogada?


Volvió a colocar el cuerpo en su sitio, la luz era tan blanca que al reflejarse en la piel le daba un aspecto lunar. Todo era de otro mundo, pero aquel cuerpo había estado vivo tan solo una semana atrás. 


— ¿Se sabe quién es?
— Nadie la ha reclamado, podría ser una de las chicas que buscamos.
— ¿Las chicas del sótano? Este cuerpo parece de una mujer mayor.
— Todos los ahogados ganan peso y años debajo del agua. Este cuerpo no tiene más de veinticinco años.
— ¿Veinticinco? No puede ser.


Y Darío decidió darle una lección de anatomía al actor sin memoria.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

martes

Una gran responsabilidad

Lo descubrí de muy pequeña.

Si caminas por la calle y te metes entre dos personas que vienen de frente les cambias la vida.

Lo hice muchas veces, era fácil. De niña era muy fácil. Las parejas, aunque fueran agarradas de la mano, se separaban un momento y se sonreían ante la niñita que se cruzaba en medio de sus vidas.

Después fue más complicado.
 
Ver a una quinceañera pasando por el medio de dos personas era extraño, algunos se paraban, se hacían fuertes, me dieron algún empujón, me insultaron.

— ¿Estás loca? ¿No te enseñaron educación? 

Recomiendo los semáforos.
En los pasos de peatones es más fácil, la gente cruza deprisa, hay aglomeraciones. un grupo que va y otro que viene. Es un buen momento, te cuelas por el medio, se apartan, están perdidos, o ganados, el caso es que su vida cambió para siempre.

Sigo haciéndolo. Solo en los pasos de cebra, aunque a veces me da pena la pareja que viene hacia mí y en el último momento cambio de dirección. Otras veces los busco y hago todo lo posible por colarme en sus vidas.

Aunque ellos no lo saben, yo siento una gran responsabilidad.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

lunes

Huecos y silencios

El arte de expresar cosas a partir de huecos y silencios es algo que descubrí tarde y que decidí trabajar en contraposición al barroquismo efectista que lucían mis discos más antiguos.

Toteking, Búnker

domingo

Muñeca china

No estaba acostumbrada a los vestidos.

Y menos a estos que ahora usaba, como un uniforme de escritora pirada, con estampados imposibles, cintura estrecha y doce centímetros por encima de las rodillas. 

En sus referencias biográficas mi escritora decía que esos doce centímetros eran la medida perfecta. Y yo estaba para representarla hasta la estupidez. 

Por las mañanas me enfundaba en uno de esos horribles vestidos de muñeca china almidonada y contenía la respiración hasta que me lo sacaba por la noche y lo tiraba contra la pared de mi habitación.

Algún imbécil me confundía con alguno de los personajes de sus novelas, con los más estúpidos. Otros, para que todos vieran que habían leído mis libros, hacían preguntas que creían inteligentes.

— ¿Vemos que viste como sus personajes, es debido a que es usted misma el personaje de sus novelas?

Hacer esa pregunta a una escritora es como preguntar a un futbolista que si juega al fútbol gracias a que tiene dos piernas.

— Si de refiere a estos vestidos tan incómodos, solo lo hago para provocar.

Había risas, pero nadie sabía qué quería decir realmente. 

— Pero viste como la protagonista japonesa de su novela para hacerle un homenaje o es que realmente usted se pone estos vestidos en Buenos Aires.

— En Buenos Aires ahora mismo es invierno. Lo bueno de los personajes literarios es que no pasan frío, es por eso que a la japonesa la visto tan corta.

Algunos salían noqueados o despistados, como emergiendo de una after, otros no soltaban la presa.

— ¿Aquí en Madrid es más fácil vestir a su modo?
— Solo le puedo decir que estoy deseando llegar al hotel para quitarme la ropa.

Descubrí que cuanto más hablaba de boludeces de ese tipo creaba más atención, tenía más ojos sobre mí  y tenía que hablar menos de literatura.

Lo que sea por no hablar de literatura.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


sábado

Reflejos

[ … ] recordando que los filósofos se complacen en preguntar qué es lo real y en indagar sobre  la diferencia entre apariencia y realidad, se advierte que Ferrater solía fotografiar reflejos en el agua, reflejos en los espejos, incluso reflejos en los anteojos, de modo que la fotografía contiene a la vez un objeto y la imagen del objeto.

viernes

Recordar de pronto

 y que el mar recordó ¡de pronto!


 los nombres de todos sus ahogados.


Federico García Lorca, «Fábula y rueda de tres amigos», Poeta en Nueva York

jueves

Venganza gozosa

Gran parte de lo que escribo lo escribo por venganza […] pero es una venganza gozosa.