miércoles

El principio de incertidumbre (III)

Renoir afirmaba que había necesitado años y películas para darse cuenta de que no bastaba con fotografiar la realidad. Había que construir, Para ver en el cine a unas personas conversando en un café, era mejor ir al café.
(...) Desde muy temprano, he tenido una visceral aversión al naturalismo, a las películas que pretendían ser "como la vida misma". Y, sin embargo, a mí me gustaba la vida, me gustaba, como a Renoir, ver y escuchar las conversaciones de café y también mirar a la gente en el metro, donde uno podía ver, por ejemplo, cómo una chica con aspecto de secretaria camino del trabajo entraba en el vagón, se sentaba y, cuando el metro arrancaba y se metía en el túnel y la oscuridad exterior hacía que el cristal de la ventana del vagón se convirtiera en un espejo, entonces, ella sacaba un lápiz de labios del bolso y se retocaba tranquilamente la pintura de su boca; cuando la ventana se encendía porque habíamos llegado a otra estación, guardaba el lápiz de labios.


También me gustaba seguir a la gente que hablaba sola por la calle, apasionándome por las historias que desvelaban sus diálogos imaginarios. Pero pronto me di cuenta de que eran aficiones muy peligrosas. No se puede mirar fijamente a una pareja que charla en un café porque, más pronto o más tarde, o bien se callan o bien te dan una bofetada. (...) Así es que la mirada modifica la realidad. Y no digamos una cámara y un micrófono
.


Antonio Drove, Tiempo de vivir, tiempo de revivir. Conversaciones con Douglas Sirk.

domingo

Escritores famosos y el color amarillo

Los escritores tienen que ser famosos, porque si no, nadie los lee. Se vive mucho mejor siendo un escritor famoso. Cuando viajas, te ponen en primera. Cuando duermes, lo haces en hoteles estupendos. Cuando caminas por la calle, la gente te sonríe. Se hace más el amor si eres famoso. Se escribe incluso mejor, porque la fama siempre te susurra cosas elegantes al oído. Hasta el sol cae sobre las frentes de los escritores famosos con una dulzura sobrenatural. Hasta el mar, cuando te acercas a él, dice tu nombre, y dice tu muerte.

Manuel Vilas, La fama, El país, 30/11/2018



Escogí el amarillo para la portada de mi libro porque es un color irracional y de duelo.


Manuel Vilas, Cadena Ser, 5/12/1018

sábado

Lo que se sabe hacer ya está hecho

La clave del arte es hacer lo que no se sabe hacer porque lo que se sabe hacer ya está hecho. Y el que hace lo que sabe hacer está perdiendo el tiempo.


Eduardo Chillida

 

viernes

Un raro bienestar

Las buenas acciones siempre me producen un raro bienestar. Por eso hago pocas: porque el bienestar es raro y me quita de escribir. Cuando soy feliz odio escribir que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo. Esta es una contradicción que la filosofía no ha estudiado suficientemente. 

No sé quién decía que la gente suele triunfar en lo segundo para lo que está más capacitada, porque para triunfar en lo primero hay que alcanzar niveles de desgracia verdaderamente insuperables.


Juan José Millás, Un raro bienestar

lunes

El modificador


(...) me gusta repetir, pero modificando. Esta última frase es la que se ajustaría más a mi personalidad, porque soy un modificador infatigable. Veo, leo, escucho, y todo me parece susceptible de ser alterado. Y lo altero, no paro de alterar. 


Tengo vocación de modificador.


Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo

Ilusión por falsificar

Me fascina el género de los libros póstumos, últimamente tan en boga, y estoy pensando en falsificar uno que pudiera parecer póstumo e inacabado cuando en realidad estaría por completo terminado. 


De morirme mientras lo escribo, se convertiría, eso sí, en un libro en verdad último e interrumpido, lo que arruinaría, entre otras cosas, la gran ilusión que tengo por falsificar. Pero un debutante ha de estar preparado para aceptarlo todo, y yo en verdad soy tan solo un principiante. 


Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo

domingo

El impenetrable enigma de vivir

Macedonio llega tarde, pero temprano, para sorpresa de todos. El retraso se explica además si se recuerda que una de sus peregrinas teorías (desarrolló varias: sobre la psiquis, el Estado, la salud) era que la literatura bien podía no escribirse y que los libros no eran realmente indispensables: el origen y el fin del fenómeno literario estaba en el acto de pensarlo y nada más.

(...) En nuestro siglo XX hay muy pocas figuras que puedan superar en extrañeza a Macedonio, al mismo tiempo que en humildad y consecuencia -si eso se puede decir- con un espíritu de total anarquía que era para él la única manera de responder al impenetrable enigma de vivir y saber que estamos viviendo. Por sentir y expresar, antes que nadie entre nosotros, el sentimiento del absurdo es, sin duda, en gran precursor de nuestra vanguardia...

(...) Macedonio amó la soledad, la quietud, el ocio mentalmente activo; lo que escribió es una pequeña fracción de lo que pensó en la privacidad de su hogar o en pequeños círculos de amigos.
(...) Macedonio ejerció la actividad literaria casi a pesar suyo, como un fantasma amable, irónico y juguetón.
(...) El desorden en que tenía sus papeles es legendario, igual que su resistencia a organizarlos como libros. Dejarlos dispersos por todas partes, metidos entre los muebles, regados por el piso o deliberadamente escondidos era para él la forma natural en que debía vivir la literatura, no definitivamente fijada entre las páginas de un volumen; hasta consideraba que las erratas no eran sino benéficas intervenciones del azar, que mejoraban el original.

(...) Casi todos sus textos son editorialmente cuestionables y algunos fueron desglosados de páginas en las que había juntado indiscriminadamente poesía, novelas, relatos, ensayos, etc.

(...) Sus Obras completas comenzaron a editarse en 1974 y suman nueve tomos. No importa cuánto se logre exhumar y compilar, habrá que considerar su obra siempre incompleta, dispersa y -como la de Duchamp- definitivamente inacabada o solo "totalmente empezada".


José Miguel Oviedo, Historia de la literatura hispanoamericana, 3. Postmodernismos, vanguardia, regionalismo. pp. 298-301

viernes

Alquilo Sol

El precio de la vivienda ha subido un 30% en los últimos cuatro años. Recordar eso lo convierte a uno, a ojos de los líderes de la derecha, en un mal español. 


Quizá el piso de alquiler en el que vives tú o tus hijos sea la décima parte del tamaño de la bandera que ondea en la plaza de Colón de Madrid. Pero lo importante no son los metros cuadrados de tu casa, sino la superficie útil de la enseña nacional.


Hay que meter eso en la cabeza de los contribuyentes para que adopten, frente a los conflictos reales, una actitud de carácter religioso.


Juan José Millás, Moderado, El País, 22-02-2019

lunes

Comprenderlo todo

Aqunue las lertas etsén mal,
solo nsecetiasla preimra
y la útilma ltrea praa leer su sainigficdo
y coerpmndelro todo.
Enexactame iugal que en el amor.
Luis Ramiro, Desordenado


domingo

La ciudad de plastilina

Madrid es una ciudad de plastilina, tú puedes hacer lo que quieras con ella, es de arcilla. Yo, muchas veces, he puesto calles que no existían, o pongo que de tal calle sale tal otra... y es mentira, y jamás nunca nadie me lo ha reprochado. 

(...) Madrid es una ciudad cuya característica principal es su inexistencia, Madrid no existe, entonces como no existe nadie te puede reprochar que te inventes sus calles.

Juan José Millás 

O


Tal vez Homero escribió La Odisea para esta portada. O Tal vez Ulises hizo aquel viaje para que Homero escribiera su historia para esta portada. Tal vez yo esté aquí para eso.

Indicios de un modelo persintente



El reverendo Gwyon hizo las maletas y viajó lentamente por la península. Vio gente y reliquias, movimiento y colapso, la acumulación del tiempo en los muros, los pórticos derruidos, mosaicos en monocroma exposición que recuperaban sus colores de vida romana cuando se les echaba encima un cubo de agua, las fachadas rotas de catedrales donde el tiempo no había pasado, sino que se había aglomerado, y que perduraban no como testigos de su destrucción, sino como custodios de su pervivencia. 

Al entrar en las ciudades lo perseguían los gritos de los buhoneros, hombres que compraban botellas, que vendían escobas, que gritaban como hombres afligidos por grandes dolores. Por las calles lo perseguía la desesperada esperanza de felicidad de las melodías rotas de los organillos, y se detenía a contemplar los juegos de los niños sobre el pavimento, buscando allí (como buscaba en la forma de los tejados, en el trazado de las escaleras, los pasillos, los dormitorios y las cocinas abandonados en paredes todavía en pie donde el edificio colindante se había derrumbado, o en la sombra del respaldo de una silla sobre el embaldosado repetitivo de un suelo) indicios de un modelo persistente, de una forma significativa. Visitó catedrales, la desentrañada mezquita de Córdoba, la inmensa mole de Granada, y esa frenética demostración gótica de Burgos donde hay un Cristo firmemente clavado del que una vez se dijo que estaba hecho con un pellejo humano disecado, pero que luego había pasado por cuero de búfalo, un material menos frecuente, que recordaba en su humor a la sirena compuesta de un mono y un bacalao.

William Gaddi, “Los reconocimientos”, traducción de Juan Antonio Santos, Ed. Sexto Piso

Morfología

Así comienzan algunos cuentos de Roberto Bolaño. "Coincidimos en cárceles diferentes". "Fui a Gómez Palacio en una de las peores épocas de mi vida". "Un poeta lo puede soportar todo". "Aquí estoy yo, Joanna Silvestri, de 37 años, actriz porno, postrada en la Clínica Los Trapecios de Nimes". 

Jorge Carrión, Apuntes sobre la celebridad


sábado

Familias felices

El tan famoso principio de Ana Karenina suena algo ingenuo leído ahora. No quedan familias felices. Ya no. Quizás las hubiera todavía en el siglo XIX y quizá entonces todas las familias felices se parecieran entre sí, mientras que las desdichadas lo fueran cada una a su manera. Hoy todas las familias son desdichadas y además, para colmo, se parecen entre sí.


(...) No es la felicidad lo que está vacío, lo que no tiene desenlace ni desarrollo argumental es la desgracia, que no nos hace singulares ni dignos de la atención ni de Tolstói ni de la persona amada, si no que nos iguala a todos: nos convierte en borradores sin sentido, tachados, tentativos, tenues. Y encima demasiado parecidos unos a otros.


(...) Durante demasiado tiempo la literatura se ha aprovechado a mansalva del sólido prestigio de la desgracia. Hannah Arendt hablaba (con razón) de la "banalidad del mal", pero lo que de verdad ha perdido interés, al menos en la novela, es la desdicha.
[La novela de Ángela Medina] Pañales y cerveza avanza en dirección contraria: el sufrimiento es, sobre todo, muy aburrido, una narración sin desenlace (porque solo conduce a más sufrimiento), no enseña nada ni tiene significado o sentido, y todas las familias desgraciadas se parecen sin saberlo siquiera.


Rafael Reig, El descrédito de la desdicha, ABC Cultural 1029

miércoles

Física de fluidos

Conocí a un científico que era muy aficionado a las nubes. Llevaba siempre su cámara dispuesta para fotografiarlas. Sabía que era importante hacerlo muy rápido. A veces veía una nube interesante cuando iba conduciendo y paraba el coche en un arcén, aunque fuera en una autopista, y se apresuraba a fotografiarla. Era un especialista en física de fluidos. Me contó que era miembro de una asociación internacional de observadores de las nubes: la International Cloud Appreciation Society. ¿Y si lo que uno escribe, lo que uno proyecta, pudiera existir así, suceder así, como flujos de aire, acumulaciones de vapor de agua que fueran cobrando formas inusitadas pero también previsibles, de acuerdo con un repertorio fijo, clasificadas y ordenadas como especies de animales o plantas?

Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente

lunes

A esta hora mañana ¿Dónde estaremos?

A esta hora mañana, donde estaremos
en una nave espacial en algún lado,
navegando a través de un mar vacío. 

The Kinks, This Time Tomorow

domingo

Cruzar evidencias

"Hasta los paranoicos tienen enemigos", le dijo a su padre Ricardo Piglia. No es cierto que los paranoicos hallen enemigos en cualquier lado, es que los enemigos existen. Los enemigos forman parte de un sistema, de una conjura, los enemigos aplican la voluntad de poder de manera secreta, pero con método, siguen líneas de puntos. Los paranoicos solo pretenden desvelar un orden, un todo racional, en un mundo que se pretende irracional y con un amplio margen para un caos benévolo, el azar y el libre albedrío. Nade eso, dicen los paranoicos: todo lo rige una razón agresiva, fría, técnica. ¿Hasta qué punto es racional ese mundo alucinado de sospecha continua? ¿Tienen razón los que buscan una razón última? ¿Es demasiado patética esa búsqueda en los pasos de frontera de la locura? Los paranoicos son los monstruos de Descartes. La paranoia es el gran tema.
Antecedentes: Los anarquistas de Chesterton en El hombre que fue jueves, todo Kafka, el Tristero de Pynchon, la literatura americana de la conjura, la subliteratura de espionaje, la infraliteratura de la Teoría de la Conspiración y los expedientes X. La gran obra de Ernesto Sabato.
Si yo también fuera un paranoico -que no lo soy: me limito a transcribir la realidad y a cruzar evidencias, persigo a mis perseguidores- diría que la obra de Erneso Sabato sigue un plan en un mundo de ficción: sus tres novelas son en realidad una sola.

Francisco Casavella, Prólogo a Abbadón el exterminador