Rosana había sido una chica normal, cuando estaba viva. Ahora, de recién ahogada, Rosana se comportaba de forma disonante, quizás porque había pasado demasiado tiempo en el lecho del río, o porque los ahogados se llevan mal con la tierra o por algo que no podemos saber los que seguimos respirando aire seco.
Caminar por Buenos Aires como una ahogada tiene muchos inconvenientes, también alguna ventaja, una ventaja vulgar y corriente, la de todos los muertos, que no ya no pueden matarte.
Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas
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