jueves

Dar explicaciones

Enrique esperaba en la calle, a la entrada de los portales. Solo tenía que tener paciencia y aguardar a que alguien abriera, entonces se colaba y se quedaba mirando disimuladamente los buzones o, si era necesario, subía a pie las escaleras varios pisos.


Cada vez que se cruzaba con alguien le saludaba amablemente, aunque no demasiado, y siempre con seguridad.


Una vez solo en el portal Enrique se sentía como un niño en una juguetería. Estaba tan excitado que se le acumulaban en la cabeza mil ideas para poner en marcha en ese momento.


Lo que más le gustaba era cambiar las tarjetitas de los buzones con las direcciones, o colocar otras nuevas con nombres inventados que ya llevaba preparadas en el bolsillo de la chaqueta. Otras veces metía sobres con cartas manuscritas de amantes o de sicarios que esperaban cobrar pronto alguna deuda imposible de pagar. Para hacerlo más creíble Enrique escribía allí mismo el nombre y la dirección que figuraba en el buzón elegido para transformar la vida de su propietario.


Si alguien le pillaba manipulando los buzones, Enrique no tenía problema en explicarles su función de transformador de la realidad.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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