viernes

Mantener la mirada

En el escaparate de la panadería hay siempre un anuncio de desaparecida que te mira desde una fotografía mala, a veces de fotomatón, y uno baja los ojos porque resulta muy difícil mantener la mirada a una desaparecida adolescente.


J.J. Millás, El desaparecido

sábado

Eterno presente

(Telón de fondo) El tiempo de los sueños carece de futuro; es como el cielo de los decorados de teatro: un eterno presente prodigioso pero a la vez infinitamente melancólico porque adivina, que sería el cielo de la felicidad si no fuese pintado.


Rafael Sánchez Ferlosio

Peatones


jueves

Mis dibujos

La gente me suele preguntar ¿Cuándo empezaste a dibujar? Y a mí me apetece contestar ¿Y tú, cuándo dejaste de hacerlo? ...porque todos hemos dibujado en algún momento.

David Peña 'Puñal'

miércoles

La mediocridad

 

Hay dos tipos de personas, los seguidores de mitos y los que crean sus propios mitos. Dice Terry Eagleton que el hombre tiende a obedecer. Neddy Merrill, el protagonista de “El Nadador” (“The Swimmer” en el original inglés), también disfruta del chalet, la familia, los amigos y las piscinas, sólo que tiene una personalidad más marcada, es un vitalista, quiere dar sentido a su tarde de domingo, es exigente con su vida, no se resigna a la mediocridad de estar haciendo lo que todos. 


Luego veremos que es un romántico, un iluso y quizás también, la religión ha hecho más mella en él que en los otros porque es un hombre de fina sensibilidad y necesita dar valor a su vida con una gesta que le ennoblezca. Es un señor, un hombre honorable, amable. No es un mediocre.


EL NADADOR (The swimmer, John Cheever)

deconatus.com

domingo

Perder la conciencia




Ya en la cama, decidí que al día siguiente me levantaría con la fantasía de que me faltaba el brazo izquierdo, a ver qué tal se me daba la cosa. Nos dormimos con la radio puesta y antes de perder la conciencia oí que en la plaza de Castilla se había abierto un socavón por el que se habían colado cuatro coches y llovia y llovía.


J.J. Millás, Y llovía y llovía