martes

Señorita de novelita rosa

Cuando papá y mamá se conocieron mi viejo no tenía intenciones de ennoviarse. Le gustaba demasiado ir a los bailes, pasarlo bien y conocer a otras chicas.

Mamá se obsesionó con él y cuando se enteraba de que había salido alguna noche se quedaba en vela, sufriendo como una señorita de novelita rosa, imaginándoselo abrazado a otras mujeres. 

Así pasó muchas noches, la imaginación se le desbocaba y acababa levantándose de la cama y saliendo de casa a escondidas, a veces a medio vestir o sin zapatos, para buscarle por los cafés y las salas de baile donde le decían que mi viejo paraba.

Con su carita de burguesita timorata y con los cabellos alborotados mamá recorría la ciudad y entraba asustada en discotecas enormes o en salas de baile a media luz donde el ruido le aturullaba los sentidos y solo sabía murmurar su nombre y mirar con ojos de loca por cada esquina esperando encontrarlo. 

Hay gente de aquella época que aún la recuerda, también a papá que tenía mucho éxito con las mujeres y que cuando la encontró buscándole con aspecto de desequilibrada vio con claridad que aquella chica no le convenía. Quizás por eso acabaron casándose tres años después.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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