viernes

Salir

Jorge tenía un departamento en una calle sin salida. Debí darme cuenta mucho antes de la metáfora.

Me invitaba a visitarle los fines de semana. Yo me sentía como una adulta de estreno, una chiquilla que empieza a olvidar su mente para salvar su cuerpo. Jorge tenía un sofá de color rojo en el living, varios cuadros con planos enmarcados de ciudades europeas y algunos esbozos a lápiz graso de desnudos de espaldas.

— Todos son míos, me gusta pintar, me gustan las ciudades europeas, me gustan los desnudos de espaldas.

Nos quedábamos a dormir todos los viernes, los sábados apenas salimos de casa, pedíamos comida, bebíamos vino y veíamos películas en un televisor gigante.

— ¿Te gusta? Compré este televisor para ver películas como si estuviera en el cine.

Yo no le preguntaba nada, solo disfrutaba, me sonreía, a veces me despertaba por las noches y me quedaba mirando las rendijas de luz de la persiana, casi feliz.

El sábado a la noche o el domingo a la mañana había que salir del piso a toda prisa. A toda prisa.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



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