viernes

Lo de los patos

Tuve una cita un domingo por la tarde. Los domingos por la tarde son como el agua mansa de un estanque lleno de patos, es mejor mirar desde fuera.

Estuve un buen rato frente al espejo, hasta que mi imagen se hizo absurda, fue ahí donde pensé en los patos. Me peiné varias veces como si aquel pibe me importara realmente. No me importaba, solo había quedado con él porque me ayudó en un trabajo de la facultad, un análisis comparativo de la primera etapa de la literatura de Juan Ramón Jiménez con la de Rubén Darío. Siempre odié el modernismo y a los modernistas y desde que estaba en la facultad me repugnaban porque se habían metido en mi vida.

Ricardo Risueño ¿no es fantástico? salió un día de clase y se acercó a mí. "He oído que tienes problemas con el trabajo de comparativa, si quieres puedo ayudarte". No lo conocía, pero al parecer él a mí sí y eso me llenó de orgullo estúpido de colegiala. Le dejé que me ayudara, claro. Al día siguiente vino a clase con sus veinte cuartillas en Times New Roman a 11 puntos y 1,5 de interlineado. Allí dentro estaban Juan Ramón y Rubén Darío retorciéndose en metáforas, cultismos y neologismos salpicados por el agua verde y caliente del estanque de patos. Un trabajo impecable, 8,5 de nota.

Esa tarde Ricardo ya me invitó a un café, era un tipo muy plano, que usaba palabras que parecía que había buscado en el diccionario, había leído muchos libros que yo no conocía y hablaba de escritores como si fueran de su familia. Me gustaba y me repelía a la vez. 

Me puse unos pantalones rojos, una camisa blanca y una chaqueta de cuero, y me senté en un banco del parque a leer su trabajo. Estaba bien escrito, usaba muchas notas a pie de página y abusaba de los adverbios, pero sabía de lo que hablaba. Al llegar a la biografía de Juan Ramón Jiménez se quedó atrapado en un asunto menor que me enganchó sin remedio. Risueño se las había arreglado para entrar por la puerta de atrás en el asunto Gil Röessett. 

Margarita Gil Röesset fue una artista española que conoció a Juan Ramón cuando una amiga común se lo presentó a la salida de la ópera, era el año 1932 y el escritor llevaba casado desde 1932 con Zenobia Camprubí, una lingüista a la que Gil Röesset admiraba profundamente. Marga se enamoró de  Juan Ramón Jiménez y ante la imposibilidad de tenerlo se suicidó, era 1934 y tenía 24 años.

El estanque de los patos no daba para más metáforas.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



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