La llamaban Romina, por Romy Schneider.
Recuerdo sus ojos azules, sus jerséis ajustados de cuello alto y una cruz de oro entre los dos pechos, por encima del jersey.
También la recuerdo caminado por la acera y a mí detrás poniendo mis pies en el lugar exacto por los que habían pisado sus zapatos.
Yo era muy pequeño, pero intuía que todo aquello tenía que ver con la religión y con el pecado.
Terry Salgado, El informe amarillo
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