viernes

Australia

La casa de Dina tenía una gotera persistente en medio del living.

Los domingos tenía el aspecto de Australia, el resto de la semana variaba entre el perfil de Gandhi y la silueta de un caribú.

La mamá de Dina decía que los cambios se debían al estado de ánimo del vecino de arriba, un empleado de notaría que sufría ataques de tristeza.

— Mamá dice que son las lágrimas del viejo de arriba.
— No es viejo, ese hombre no debe tener más de cuarenta.
— Un viejo, entonces.

Una noche me quedé a dormir con Dina, en su casa, y oímos llorar al vecino. Estábamos en el cuarto oyendo a los Stones, fumando y hablando de un futuro viaje en auto, aún así se le oía con claridad.

— ¿Escuchaste? Es el viejo
— Da mucha pena ¿por qué llorará?
— Mamá dice que es mal de amores.
— Pobre, debe sentirse muy solo.
— Tendremos que subir a consolarlo.
— ¿Qué decís? ¿Estás loca?
— He visto cómo me mira cuando me lo cruzo en las escaleras.
— ¿Quieres seducir a un viejo?
— Debemos hacerlo.
— ¿Debemos?
— No querrás que acabe inundándose el salón.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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