miércoles

Un buen detective

Darío tuvo el caso de su vida en el asunto de los tatuajes. Fue su momento y estuvo a punto de ser un verdadero detective de ficción.

Por desgracia el asunto del sótano eclipsaría todo lo anterior y Darío ya no pudo quitarse nunca nuestra historia de encima, aunque él mismo comenzara llamando a los periódicos para contar sus hazañas de detective como si fueran parte de una novelita de aeropuerto.

Al principio la prensa no lo supo apreciar y cuando alguien hablaba de Darío lo llamaba "James Bon" pronunciando la jota en español y quitándole la última letra al apellido. Pero la historia fue tomando forma, fue haciéndose grande y algunos periodistas comenzaron a darse cuenta de que tenía su interés y, sobre todo, morbo. 

A comienzos de año apareció un cadáver en un departamento de Lanús. Se trataba de una mujer joven que no vivía en aquel piso, que no tenía relación con los dueños que ni siquiera residían en el país, y que no tenía ni ningún documento que acreditase su identidad.

Si aquello no era verdad era una mentira demasiado buena como para no hincarle el diente.

Poco a poco se fueron sabiendo detalles. Aquella mujer solo tenía un tatuaje en el antebrazo derecho en el que había un número, una clave demasiado evidente para solucionar un enigma que aún no había sido planteado.

Lo del número trajo de cabeza a la prensa durante varios días y empezaron a especular inventándose una posible secta y organizaciones clandestinas donde se mezclaba prostitución y juegos de azar. Entonces sí se dedicaron a perseguir a Darío que, deseoso de literatura, se dejaba encontrar en los lugares que se supone que debe frecuentar un buen detective como clubes de striptease, hoteles de carretera o casas de apuestas.

Darío gastó mucha plata en preparar un buen escenario para su historia.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


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