Marina se pasó la niñez escondiéndose, la adolescencia y la primera juventud estuvo escondida en su habitación, y luego se casó. El día de su boda estuvo mucho tiempo escondida viendo cómo los invitados bailaban.
Los primeros meses de matrimonio cuando su marido llegaba a casa la encontraba metida en la despensa o en un rincón del garaje.
Marina tardó en dejarse ver, empezó a hacerlo enviando fotos a una revista de moda. Un editor vio su foto entre una montaña de imágenes repetidas de chicas muy jóvenes, y quiso jugar con su vida.
La contrataron, y fue entonces cuando supo que era una mujer muy bella. A los tres meses salía en las portadas de las mejores publicaciones de moda, y al año envió las mismas fotografías a las oficinas de una revista erótica para ofrecerse como modelo.
Antes de que acabara el verano las fotos a doble página de Marina cubrían las paredes de los talleres mecánicos de todo el país.
Terry Salgado, Bares sin nombre
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