sábado

La fogosidad

—  La cama echó a arder.
— ¿Se te quemó la cama? ¿estabas fumando?
— Fue tras estar con mi primo, él acababa de salir.
— ¿Te acostaste con tu primo?
— Éramos muy jóvenes, él volvía del internado, era Navidad y la abuela estaba muy malita.
— Ya, y se metió en tu cama.
— Mi tía entró en la casa gritando que la abuela estaba muriéndose.
— ¿Os pilló?
— No, mi primo salió de la cama de un salto, se vistió y la alcanzó en las escaleras.
— ¿Y tú?
— Me quedé en la cama, con la vista fija en la goterita del techo.
— ¿No saliste?
— De repente empecé a oler a quemado y cuando quise darme cuenta las sábanas estaban ardiendo.
— ¿Qué pasó?
— Traté de apagarlo con las mantas, pero parecía como si alguien le hubiera echado gasolina. Solo me dio tiempo a ponerme el vestido y salir corriendo.
— ¿No me dirás que...?
— No fue por la fogosidad, no seas boluda, fue la abuelita, estoy segura.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



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