domingo

Psycho

Este cuento es el primero de la temporada de los que me ha enviado la profesora Isabella Rimini perteneciente a sus alumnos y alumnas de literatura española. 
Al igual que hiciera el curso pasado, y después de usar el blog como apoyo de sus clases, la profesora Rimini ha propuesto a sus estudiantes realizar un pequeño texto "al estilo Nazaré Lascano." 
El resultado ha sido espectacular. Aparte de mis comentarios personales iré publicando todos los cuentos en estas páginas. 
Comenzamos con esta historia de Linda Salieri que ya escribió un pequeño (e intenso) texto el año pasado que llenó mi correo de comentarios y que está entre los post más vistos de esta web. 
Gracias por vuestro interés y enhorabuena a todos. 
Roberto

No recuerdo cuando fue la primera que fui consciente de tener miedo a ducharme estando sola en casa. No recuerdo haber visto la película Psycho de Hitchcock, aunque sé de que me hablan cuando me dicen que todo tiene que ver con la escena en la que matan a la chica en la ducha de un hotel.

Durante mucho tiempo tuve que esperar a que hubiera alguien en casa para darme una ducha, al principio fue fácil, mamá casi siempre estaba o, si no estaba ella estaba papá o Sara, mi hermana pequeña. Todo empezó a complicarse cuando tuve que salir de casa para ir a estudiar a Roma.

En mi primer año en Roma compartí piso con Anna y con Richi. No les dije nada porque me daba vergüenza, en Roma había adoptado el papel de una chica dura y un tanto desvergonzada, no me iba bien contar mis miedos. Se empieza contando el miedo a la ducha y se termina confesando que no eres capaz de ver a un homeless sin que te entre el pánico, no por el pobre sino por la posibilidad de que si no haces lo que debes te acabe pasando lo mismo que le ha pasado al pobre para llega ahí. Pensé, sonriendo con maldad, que los que no tienen casa no tienen ese problema con las duchas.

Así que tuve que hacer alguna estupidez para ducharme con alguno de ellos en casa, no era fácil, porque entraban y salían con frecuencia y cuando entraban en casa estaban con más gente y no era fácil ducharse en una ducha sin cortinas y sin cerradura con la casa llena de visitas.

Una vez lo hice, tiré del repertorio de chica libre y desvergonzada, me envolví en una toalla y crucé por delante de los amigos de Richi en dirección al baño. Triunfé, todos se quedaron con la boca abierta, pero no logré ducharme, estaba aterrada pensando en que alguno de ellos entrara en el baño mientras yo estaba bajo la ducha. Me mojé la cabeza y volví vestida hasta el cuello.

Esta vez nadie se fijó en mí. 

Después de aquello solo quedaba la noche como la mejor opción, y aquel fue mi horario de ducha, no siempre, claro, porque las noches de los fines de semana el horario de llegada de mis compañeros era incierto y porque había días en que se iban a sus casas familiares y me quedaba sola en Roma, sin amigos y sin ducha.

¿Qué podía hacer? Podía esperar a que volvieran, pero una Semana Santa en la que yo me tuve que quedar en Roma y mis compañeros volvieron a casa, aquello empezó a ser un problema.

Linda Salieri



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