jueves

Apellidos

Sergio estaba pasando el invierno en casa engordando, almorzando a la una y a las cuatro, cuando volvía su vieja del trabajo. No sé qué le hubiera pasado de no conocer a Lupe.

Al principio se escondía. Quiero decir, Lupe llamaba al timbre y Sergio se escondía. La conocía bien, la llevaba mirando desde el colegio, él era un par de años mayor pero aquella chica hacía que Sergio se pusiera colorado con solo pensar en ella. 

Al tercer día abrió la puerta. Delante de él estaba Lupe con el uniforme del súper, abanicándose con una visera verde y con el pie derecho sobre una caja de plástico, una especie de cofrecito de color azul oscuro.

— ¿Eres Sergio Mata?
— Sí.
— ¿Te pasa algo en la cara o es que eres así?
— No, no me pasa nada.
— Entonces es que eres así.
— Soy así.
— ¿No me vas a dejar pasar? Tu vieja compró todo esto en el súper, compró muchas espinacas ¿eres como Popeye?
— No sé.
— También hay muchas galletas de chocolate quizás no te convengan tantas galletas, Sergio Mata.
— No sé.
— ¿No sabes nada? ¿Dónde puedo dejar el pedido? ¿en la cocina?
— Sí, en la cocina está bien.
— Tienes un bonito nombre Sergio.
— Gracias.
— Y un apellido muy gracioso, me gustaría tener tu apellido.

Y Sergio se puso tan colorado que tuvo que pedir disculpas y desaparecer dejando a Lupe en medio de una cocina de azulejos amarillos.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas



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