domingo

Espumoso

Me obsesioné con las mentiras de Jorge. Tiempo después aprendí que una no puede obsesionarse con un mentiroso, las opciones que se presentan solo son dos: o vivir en su mundo, el mundo de la mentira, o salir de él sin decir nada (si dices algo acabarás envuelta en otra mentira).

Yo estuve mucho tiempo en un mundo intermedio, una especie de no muerta o no mentida. Todo era falso y yo lo sabía, pero no quería creerlo.

Por las noches Jorge salía a trabajar, había encontrado un trabajo en la recepción de un hotel, había sido una feliz coincidencia como él siempre decía, estaba tomando un café cuando se le aceró una mujer para preguntarle algo en inglés, dónde quedaba la embajada de algún país creo. Él se lo dijo tan bien que dos mesas más allá había un hombre desayunando y se levantó a hablar con él. Era el dueño de un importante hotel que le ofreció trabajo por su buen inglés.

Yo sabía que el inglés de Jorge no iba más allá de cuatro frases hechas, pero lo creí todo.
Jorge el recepcionista salía todas las noches de casa a las 9,30 y nunca descansaba, era normal porque se había hecho imprescindible en el hotel. Del dinero que ganaba no se sabía nada, no decía nada.

Una noche fui a verle a su hotel y no estaba, se lo dije cuando volvió a la mañana siguiente. No se inmutó, tuvo que salir a hacer un recado, explicó que hay clientes que te mandan a por medicinas o a por botellas de espumoso. Por el olor que traía estaba claro que el encargo de esa noche fue el espumoso.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


No hay comentarios: