Los nombres
Me fascinaba que Eladia llevaba la ropa interior de color rojo. Yo no podía entender cómo alguien podía llevar las bombachas de color rojo y andar tan tranquila por la calle.
— Naza, ¿por qué nunca me llamás Eli?
— No sé, no me sale supongo.
Estábamos en un cuarto empapelado con un papel en tonos verdes, en la pared había un cuadro de la Patagonia y un Jesús Rescatado que nos miraba.
— No está mirando —le dije a Eladia cuando me saqué el pantalón.
— Deberías llamarme Eli, somos amigas y las amigas se llaman de una forma especial.
— No sé si somos amigas.
— ¿Cómo? Estamos las dos en una habitación de mi casa en bombachas probándonos vestidos.
— Eso no significa nada.
Eladia se colocó un vestido muy largo, una especie de prenda hippie muy bonita, parecía menos vulgar que de costumbre.
— Te queda muy bien.
— ¿Vos no te vistes?
Mi vestido era una falda muy corta y una blusa estampada, no me veía bien, me daba la sensación de que el Jesús Rescatado me miraba, pero esta vez pensando en que parecía un espantajo.
— ¡Estás guapísima Naza!
— No me llames así, por favor.
Nazaré Lascano. Cuentos de Parque Chas
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