miércoles

Recuerdos sólidos

Ese cosmos sale 
en forma de música de entre los poros de las paredes y bajo el quicio de la puerta B del primer piso.

Procede del violín tocado por las manos de la vecina, de esa chica que el mecanismo del tiempo ha situado junto a H. varias mañanas, alguna incluso con lluvia, azar sobre azar. 

H. no sabe explicar la música y sólo la siente como un espectro de sonidos que en su armonía lo llevan a un estado que solo ha conocido por referencias o en algún sueño de los que no tiene recuerdos sólidos.

La solidez de aquella música es, sin embargo, tan fuerte, tan poderosa, que lo traslada a momentos que no han existido pero que son capitales en su no vida, en todo lo que ocurre en los lugares que no salen en los mapas ni se anuncian en los periódicos.

En esos lugares H. es el amante y la pistola viaja en el bolsillo de otros, hombres grises y gordos que pagan a mujeres hermosas que, a su vez, intentan buscar su salida del mundo más allá del tiempo y el dinero.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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