Yo estaba tomando el sol la mañana en la que el inspector Darío Varona subió a la terraza a una hora en la que no debía haber nadie. Apareció entre las sábanas tendidas al sol, con su camisa blanca y su chaqueta desabrochada. Me miró y se ruborizó.
— Discúlpeme, soy policía — Dijo como si quisiera decir soy médico.
Miré a mi alrededor, buscando algo con qué taparme, pero había dejado mi camiseta demasiado lejos, preferí seguir en la misma posición como si no pasara nada.
— ¿Me buscaba a mí?
— No, no... no se preocupe, solo estoy echando un vistazo.
El inspector, para no mirarme, volvió a ocultarse entre las sábanas.
— ¿Tiene alguna nueva pista?
— En realidad tenemos muchas pistas, pero no logro encajarlas.
— ¿Para qué ha subido entonces?
— ¿Qué?
— Si encuentra más pistas aquí arriba solo liará más la madeja.
— Trato de encontrar un punto desde el que empezar a desliar.
Darío Varona volvió a salir de entre las sábanas, ahora estaba mucho más cerca.
— ¿Y cree que yo puedo ser ese punto?
— No tengo otro.
— Aún no sé si soy sospechosa o colaboradora de la policía.
— Puede ser las dos cosas, puede elegir.
— Sospechosa me gusta más.
El inspector sonrió y me pasó mi camiseta, ya no estaba ruborizado.
Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas
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