sábado

La cara de lo irremediable

El Rumi llevaba siempre una goma elástica en su bolsillo. De forma silenciosa, sin que su víctima le viera, se colocaba detrás de cualquier compañero, estiraba la goma y les golpeaba en las piernas o en el culo. 

Lo hacía casi siempre con las chicas porque en aquella época la mayoría llevábamos falda y las piernas al aire eran un objetivo irresistible para él. A mí me golpeó varias veces, no muchas, pero en todas ellas me hizo sentir sorprendida y estúpida.

Cuando lo hacía, su víctima pegaba un pequeño salto, o gritaba, o se llevaba la mano al lugar donde le había golpeado con la goma, y El Rumi entonces se quedaba quieto, callado, mirando fijamente como el que hace algo que no está bien, pero que es irremediable. 

Una mañana en la que debía estar borracho de éxito el Rumi hizo estallar la goma en las piernas de la señorita Carranza, la profesora de Geografía e Historia. La profesora dio el típico saltito y cuando se dio la vuelta vio al Rumi, quieto, mirándola a los ojos con lo que debe ser la cara de la fatalidad.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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