Renato tenía una memoria prodigiosa. Podía tomar cualquier retrato de sus treinta y cinco años de oficio y decir el nombre de los novios, cuáles eran sus familias, a qué se dedicaban y si seguían casados.
Quise escribir un librito con los novios de Renato. Lo intenté, escribí algunos capítulos, pero se abrían tantas ramas en cada pareja, Renato contaba tantas cosas de cada uno de ellos, que yo no podía por menos que pedirle sus teléfonos o sus direcciones para hablarles y que me contaran más cosas.
No lograba avanzar.
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