martes

El reloj de mamá

Cuando el Gica vivía con la mujer del relojero los muchachos se acurrucaban todas las noches debajo de la ventana de su dormitorio.

La mujer del relojero vivía en una casita baja que se comunicaba con la relojería. Desde que murió el relojero la tienda estaba cerrada aunque la viuda, seguía usando la puerta de la relojería para entrar en su casa.

A mí me fascinaba aquella tienda con los relojes colgados en las paredes marcando horas distintas, algunos moviendo todavía sus péndulos, otros haciendo sonar sus campanas cada hora, o cada cuarto.

Entré varias veces con mamá en la relojería, las últimas cuando ya había muerto el relojero, para que la viuda nos buscara un relojito de señora que mamá había llevado el día de su boda y que mandó arreglar poco antes de que el relojero muriera.

La viuda estuvo buscando en varias cajas llenas de esferas, ruedecillas y tornillitos, abrió cajones de madera, rebuscó entre las herramientas y en los mostradores. Fue entonces cuando vimos al Gica que cruzaba la tienda para salir a la calle. Iba con un traje nuevo y peinado con gomina y raya a un lado. Nos saludó muy sonriente y nos dio la mano. Le prometió a la viuda que a su vuelta él mismo encontraría el relojito de mamá.

Esa misma noche, antes de meterse en la cama, lo encontró metido en una cajita de madera.

Nazaré Lascano Cuentos de Parque Chas

No hay comentarios: