domingo

Muñeca china

No estaba acostumbrada a los vestidos.

Y menos a estos que ahora usaba, como un uniforme de escritora pirada, con estampados imposibles, cintura estrecha y doce centímetros por encima de las rodillas. 

En sus referencias biográficas mi escritora decía que esos doce centímetros eran la medida perfecta. Y yo estaba para representarla hasta la estupidez. 

Por las mañanas me enfundaba en uno de esos horribles vestidos de muñeca china almidonada y contenía la respiración hasta que me lo sacaba por la noche y lo tiraba contra la pared de mi habitación.

Algún imbécil me confundía con alguno de los personajes de sus novelas, con los más estúpidos. Otros, para que todos vieran que habían leído mis libros, hacían preguntas que creían inteligentes.

— ¿Vemos que viste como sus personajes, es debido a que es usted misma el personaje de sus novelas?

Hacer esa pregunta a una escritora es como preguntar a un futbolista que si juega al fútbol gracias a que tiene dos piernas.

— Si de refiere a estos vestidos tan incómodos, solo lo hago para provocar.

Había risas, pero nadie sabía qué quería decir realmente. 

— Pero viste como la protagonista japonesa de su novela para hacerle un homenaje o es que realmente usted se pone estos vestidos en Buenos Aires.

— En Buenos Aires ahora mismo es invierno. Lo bueno de los personajes literarios es que no pasan frío, es por eso que a la japonesa la visto tan corta.

Algunos salían noqueados o despistados, como emergiendo de una after, otros no soltaban la presa.

— ¿Aquí en Madrid es más fácil vestir a su modo?
— Solo le puedo decir que estoy deseando llegar al hotel para quitarme la ropa.

Descubrí que cuanto más hablaba de boludeces de ese tipo creaba más atención, tenía más ojos sobre mí  y tenía que hablar menos de literatura.

Lo que sea por no hablar de literatura.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas


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