sábado

Jesuitas

No fue divertido, pero volvería a hacerlo.

Recibí el encargo a través de un amigo. Jorge había estudiado conmigo con los jesuitas, sabía que me dedicaba a asuntos que la policía no sabía, no podía o no quería ocuparse. 

Después de salir del colegio habíamos coincidido un par de veces en lugares muy distintos. Reímos al recordarlo, una navidad nos encontramos en un club de alterne de la carretera de La Coruña, yo estaba buscando a alguien, supongo. Nos vimos en la barra, le conocí por su sonrisa bobalicona y a pesar de un bigotillo estúpido que se había dejado. Le acompañaba otro tipo mucho más lamentable, así que él parecía medio decente. Me conoció, me abrazó, quiso invitarme, pero no me dejé, creo que dije aquello de "estoy de servicio", y casi se cagó encima porque pensaba que era policía. Bebimos un par de copas y seguí con mi ruta, él se quedó frente a una chica con cara de asco, del asco que le daba él quiero decir.

La segunda vez nos vimos en un velatorio. Parecía otro, ya no llevaba bigote, iba trajeado y olía a perfume. No soporto a los hombres que huelen tanto a perfume ¿por qué lo hacen? Esta vez fui yo el que me acerqué, supuse que la muerta era familiar suyo, le pregunté con la mirada y me estrechó la mano compungido, pero no era nada suyo, solo había ido hasta allí a cobrar una deuda al viudo, no tenía decencia, pero se atrevió a pedirme ayuda y se la di, cuando salimos me invitó a tomar una copa y me contó su vida. La olvidé.

Ahora me había mandado al despacho, con carta de recomendación, a un tío con mala cara, un hombre mayor, pero inseguro como un niño de doce años, un imbécil que buscaba a su mujer, como hacen todos los imbéciles. Le dije que ya no me hacía cargo de casos de cuernos, pero se hizo el ofendido y me dijo que aquello no eran cuernos, que su mujer había desaparecido por un asunto de deudas y que Jorge le había dicho que yo era un buen tío y que se podía confiar en mí. Me enterneció y le pedí que se sentara. 

Aquel tipo olía como Jorge el día del entierro.


Terry Salgado, El informe amarillo


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