domingo

Duples

El año en el que nos quedamos sin nada yo bajaba al parque y me sentaba en un banco donde trataba de leer o de escribir, pero siempre acababa haciendo lo contrario de lo que intentaba. 

En aquel parque había un silencio y una falta de perspectiva que si te esforzabas un poco podías imaginarte que estabas en cualquier lugar del mundo. Yo traté de imaginarme que estaba en cualquier tiempo, aún no sabía que espacio y tiempo estaban relacionados.
Mi ingenuidad de aquellos días me hacía pensar que yo era dueña de mi destino, que podía literalmente escribir mi vida en el mundo, bajé muchas veces al parque y traté de hacerlo, pero no tenía ni idea. Finalmente decidí llevar una navajita y grabar en la madera mi nombre junto a nombres de chicos a los que nunca había conocido. Mucho después me enteré que los que hicieron las pinturas rupestres también pintaban animales como algo mágico, como un ritual propiciatorio. 

Mi ritual, sin yo saberlo, funcionó. Días después, con el país retorciéndose en medio de la ruina y yo imaginándome en medio de un país de Europa central, conocí a dos muchachos en medio del parque, cada uno de ellos tenía el nombre que yo les había inventado, el resto era propio. Jorge era estudiante de ingeniería y Lucas se dedicaba a robar en las grandes superficies y a vender a mitad de precio paquetes de galletas, botes de champú, latas de sardinas o radiocasetes para el auto.

Se puede decir que mi primera relación de novios fue a tres bandas o que tenía tres lados, o quizás cuatro porque yo era distinta con cada uno de ellos. Desde entonces me atrae el número tres, por que está lleno de peligros e imperfecciones.

A veces quedaba con Jorge en su departamento de estudiante y le ayudaba a repasar los apuntes o a copiar sus textos en la computadora y cuando salía de su casa con la cabeza llena de números y de proyectos para transformar el mundo, quedaba con Lucas a la puerta de un supermercado, nos disfrazábamos y entrábamos a la tienda como una parejita formal. Entonces él iba introduciendo paquetes de jamón en mi bolso mientras me tomaba por los hombros sin que ni yo misma me diera cuenta.

Todo fue bien hasta que nos pillaron robando, la paradoja del cuento es que a los que atraparon robando en un supermercado fue a Jorge y a mí, al estudiante encantador y a la Naza idealista que lo acompañaba.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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