lunes

Los encargados del velatorio

En el velatorio de tía Eugenia comenzó a brotar agua del suelo de la morgue.
Al principio nadie pareció darse cuenta, pero los pies calzados con zapatillas de paño negro de las vecinas de la tía empezaron a empaparse y las viejas pasaron del murmullo a las maldiciones. Algunas se dirigieron ofendidas a papá y a la abuela.


En la morgue no había ningún celador o funcionario al que avisar, eran más de las diez de la noche y los encargados de los velatorios se van a las ocho y media. Hasta que regresaran por la mañana no se podía avisar a nadie.
Mi padre, se disculpó ante los vecinos y familiares con los ojos empañados. Sabía que estaba avergonzado porque cuando se avergüenza le aparecen unas ojeras enormes de un color casi verdoso. 

El tío Jorge salió a fumar y al poco volvió con varios cartones y los colocó en el suelo, mientras lo hacía se mojó la parte baja del pantalón. Las viejas levantaban los pies entre divertidas y contrariadas en una especie de juego infantil.


Lina Huidobro, Las manchas de humedad (Prólogo)

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