miércoles

La partida

He tomado la fea costumbre de encontrarla en cualquier parte.

Anoche, por ejemplo, en la partida de cartas que organizan todos los martes Igor y los muchachos, había una mujer joven que acompañaba al hermano pequeño de Igor, estuve toda la partida mirándola con los ojos entornados.

Entre el humo de la timba aquella mujer era igual que Katia, la forma de sus pómulos, el color de su cabello, esa mueca graciosa que se le forma en la comisura de los labios cuando se cree sorprendida por algo. 

No perdí demasiado dinero a pesar de lo poco atento que estuve al juego y, cuando alguno de mis colegas se extrañaba de una mano jugada de forma especialmente torpe, yo les argumentaba que las noches de luna llena me dan mala suerte.

Cuando el hermano de Igor se fue con mi dinero y mis recuerdos me quedé mirando la puerta recién cerrada con los ojos entornados, emborronando la escena para volver a ver a Katia salir  de nuestro apartamento.

Sergei Samuilov, Un verano en Moscú, Cuentos completos (II)

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