jueves

Sin historia

En él, podemos sorprendernos con la sobrecogedora erudición del director. Pero también con sus contradicciones, y su incondicional amor por el arte. Algunos de sus adversarios en el debate, ponen argumentos de peso sobre la mesa que ponen en solfa su propuesta artística, mientras que otros, escasos de argumentos y presos de la envidia, optan directamente, pero sin mirar a los ojos, por la descalificación personal. 


Kluge tampoco se queda corto y tras dos horas de polémicas termina concluyendo: “Este debate solo puede tener éxito si dos personas de esta mesa son eliminadas”. 

Todo ello en un escenario de enternecedor humo marxista.


Alexander Kluge, Una muchacha sin historia

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