sábado

Furor



Furor grafomaníaco. 


La anfetamina misma es, ya por sí sola, extremadamente querenciosa de la soledad.


Cuando me encerraba no quería ver a nadie. Un verano —sería el del 59— , en que me quedé solo en Madrid, llegué incluso a arrancar el cable del teléfono. El resto del año, el sistema era así: me quedaba una media de 4 días con sus 4 noches en sesión continua de lecturas y escrituras gramaticales, con luz eléctrica también de día, como Monsieur Dupin, el de El misterio de la calle Rôget y Los crímenes de la calle Morgue; al fin caía redondo y me dormía durante 24 horas o más, salvo 1 o 2 despertares para comer y beber y con una maravillosa bajada de tensión.


Después cogía a mi niña —que en el 60 cumplió los 4 años—  me pasaba con ella 4 o 5 días sin interrupción; íbamos a los parques y a visitar museos [...]Nunca me lo he pasado mejor que aquellos 15 años —del 57 al 72—  de gramática, casi en exclusiva, y de mayor furor grafomaniaco". 


Rafael Sánchez Ferlosio, La forja de un plumífero, publicado en Archipiélago, número 13, invierno de 1997

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