Él se ruboriza
Los ojos del tipo chispean al reconocerme.
—Eh, un segundo, ¿no eres la chica nueva del café?
—¡Sí! Y tú eres el chico del bagel de salmón.
Me río. Lo tengo en el bote. El timidito asesino hijo de puta se presenta. Nos damos la mano. Yo le echo una miradita. Él se ruboriza.
—¿Dónde tienes el coche? Si quieres puedo acercarme a echarle un vistazo.
—No te preocupes, que para eso tengo seguro —digo.
—Vale. Pues aquí tienes mi teléfono.
—Gracias.
Mi coche me ha dejado tirada a unos trescientos metros. Mi teléfono está sin batería. Estaba buscando una cabina para llamar a la grúa. Y finalmente he llamado a un timbre al azar. ¿Qué te parece? Debería dedicarme a escribir novelas.
Ahora solo tengo que asegurarme de que no hay moros en la costa.
—¿Vives solo?
—Sí.
—Vaya. Pues tienes una casa gigante.
—Era de mi madre.
Marco un número cualquiera. Me pongo el teléfono en el oído. «Norman Bates» me mira con ojos raros. Se ha puesto un poco nervioso. Lo noto inmediatamente. ¿Por qué?
Bueno. Camino por el salón. Hay una chimenea y un atizador. Mmm…, un atizador.
Mikel Santiago, Tricia
No hay comentarios:
Publicar un comentario