sábado

El Dorado

Llevo dos días viendo westerns, ese género del Oeste que muchos espectadores consideran indispensable para quedarse fritos en el sofá después de comer. 

Supongo que tengo necesidad de espacios abiertos, de grandes horizontes, de jinetes en el amanecer o en la tormenta, de conversaciones nocturnas al lado de la hoguera en la que se dicen cosas que siempre se acallaban, historias épicas o de supervivencia, lirismo transparente o subterráneo. 


Vuelvo, cómo no, al plano final de Centauros del desierto (The Searchers), con ese Wayne tostándose bajo el sol del desierto, mudo y cercano en su gesto a la desolación, sin ya nada que hacer ni que sentir después de haber pasado gran parte de su obsesiva existencia buscando a la niña que raptaron los apaches, sabiendo que ya nada le espera, viendo cómo se cierra la última puerta y que, como el viejo caballero del que hablaba Allan Poe, ha terminado su inútil búsqueda del Dorado.

Carlos Boyero, El País

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