jueves

El hueso de durazno

De vuelta a casa, Tina paró en un escaparate. Estaba lleno de televisores y en todos ellos se repetía la misma imagen, un hombre con grandes bigotes se asomaba a un pozo y al mirar al interior quedaba horrorizado.

Tina regresó a casa consternada por lo que había visto, en el portal la saludó la parejita del cuarto que tardaban horas en despedirse. Después subió andando hasta el piso donde vivía con mamá y los abuelos. Al pasar por la segunda planta pudo oír que alguien tosía con fuerza y después un golpe muy fuerte como si alguien se derrumbara contra un mueble. Tina se asustó mucho y vio que la puerta del departamento estaba abierta. 

Cuando entró vio a un hombre ahogándose en medio del pasillo. Tina lo agarró por detrás y con una maniobra que había aprendido en el colegio consiguió que expulsara un hueso de durazno que tenía atrapado en la garganta.

Tina quedó en estado de shock cuando vio que ese hombre, un vecino al que nunca había visto, tenía el mismo rostro que el actor que acaba de ver en los televisores de la tienda de electrodomésticos.

Esto ocurrió en 1977. El hombre al que salvó la vida se llamaba Andrés Volpeliére y había venido a la Argentina por un asunto muy turbio que yo tardé tiempo en saber.
Tío bigotes, como yo siempre lo llamé, tuvo que huir del país dos años después tras una denuncia de la parejita que se hacían arrumacos en el portal cuando mi tía volvía del trabajo todas las noches.

El viernes pasado vi a Tío bigotes en Madrid, está muy mayor y sus mostachos son blancos, pero lo conocí enseguida porque aún tiene el hueso de durazno grabado en la memoria.

Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

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