martes

Las vidas de otros

Antes que los libros, objetos raros y difíciles, fueron los álbumes de estampas. Al principio solo eran páginas en blanco cuyos recuadros numerados exigían las fracciones de una historia que iría formulando el azar. La primera estampa y la última eran las más valiosas, las que más difícilmente aparecían, y sus cifras cobraban el misterio cabalístico del Alfa y la Omega. Venían en sobres que rasgábamos como cartas ansiadas o en las tabletas de chocolate. En estas últimas se sumaban con delicia los olores del papel impreso y del cacao. Cada estampa postulaba en el vacío la unidad de la historia. En su reverso leíamos unas pocas líneas de sentido enigmático, como si fueran los únicos jirones rescatados de un libro que se perdió. Exactamente así leemos las miradas y las vidas de otros, fragmentos en el tiempo de un álbum que nunca nos será dado completar.


Antonio Muñoz Molina, Escrito en un instante, 1997



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