Por desgracia, astutos sureños han sustituido por estables antros tricófilos a las peinadoras turinesas a domicilio, que eran el nervio moral de la ciudad, protagonistas y admirables oyentes de historias descorazonadoras, mientras calentaban la plancha y colocaban los rulos.
Guido Ceronetti, Pequeño infierno turinés
Por desgracia, astutos sureños han sustituido por estables antros tricófilos a las peinadoras turinesas a domicilio, que eran el nervio moral de la ciudad, protagonistas y admirables oyentes de historias descorazonadoras, mientras calentaban la plancha y colocaban los rulos.
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