sábado

Familias felices

El tan famoso principio de Ana Karenina suena algo ingenuo leído ahora. No quedan familias felices. Ya no. Quizás las hubiera todavía en el siglo XIX y quizá entonces todas las familias felices se parecieran entre sí, mientras que las desdichadas lo fueran cada una a su manera. Hoy todas las familias son desdichadas y además, para colmo, se parecen entre sí.


(...) No es la felicidad lo que está vacío, lo que no tiene desenlace ni desarrollo argumental es la desgracia, que no nos hace singulares ni dignos de la atención ni de Tolstói ni de la persona amada, si no que nos iguala a todos: nos convierte en borradores sin sentido, tachados, tentativos, tenues. Y encima demasiado parecidos unos a otros.


(...) Durante demasiado tiempo la literatura se ha aprovechado a mansalva del sólido prestigio de la desgracia. Hannah Arendt hablaba (con razón) de la "banalidad del mal", pero lo que de verdad ha perdido interés, al menos en la novela, es la desdicha.
[La novela de Ángela Medina] Pañales y cerveza avanza en dirección contraria: el sufrimiento es, sobre todo, muy aburrido, una narración sin desenlace (porque solo conduce a más sufrimiento), no enseña nada ni tiene significado o sentido, y todas las familias desgraciadas se parecen sin saberlo siquiera.


Rafael Reig, El descrédito de la desdicha, ABC Cultural 1029

No hay comentarios: