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Perspectiva clásica

Antonio López aparece caminado por la calle desde lejos con los materiales necesarios para un cuadro. Es una perspectiva clásica, casi renacentista, en el inicio de este filme. Una vez en el estudio, monta el lienzo en su bastidor ante un gran ventanal. Lo saca al jardín y lo coloca en un caballete junto a un pequeño membrillero. Se dispone a pintarlo. En ese momento decisivo suenan campanas alrededor. 


Estamos en algún lugar cerca de la estación de trenes de Chamartín, en Madrid. Pasan trenes, aviones, el tráfico de la ciudad. Cerca hay descampados, casas humildes en ellos, vertederos. El sol acaricia las ramas del pequeño árbol apenas unos instantes, a primera hora de la mañana; luego se retira con prontitud. 


Ese será el sol que quiere atrapar el artista, esos destellos fugaces que hacen resplandecer las hojas y los frutos. La cámara de cine acompañará en su empeño al pintor, sin guion previo, sin otra intención que estar atenta a los acontecimientos de la creación artística.


María José Chinchilla, La luz de los sueños

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