miércoles

Lecciones

Nadie está preparado para ver a un ahogado.

Por primera vez, Tomás deseó no haber aceptado aquel trabajo, no haber tenido el deseo desde niño de ser actor, no haber sido siempre tan tímido para necesitar ser actor.
Ser otro es estupendo hasta que el otro desea volver atrás y ya no puede o, lo que es peor, no se acuerda.


Al ver a la ahogada Tomás olvidó que él era otro, que no estaba investigando nada, que no tenía porqué estar allí.


La piel reblandecida se había secado y había adquirido un aspecto de materia cuarteada. La ahogada era una muñeca cuarteada de un color inventado entre el ocre y el azul cielo.
Darío se sintió satisfecho de ver a su colega realmente trastornado, quiso dar una vuelta más a la escena y movió el cadáver para que Tomás pudiera ver los orificios que los ganchos de los hombres rana habían provocado en el cuerpo de la ahogada.


— Deberían prohibir estos métodos, son inhumanos ¿no crees?


La mujer quedó con la mirada clavada en Tomás o en el infinito, tanto da. Era una mirada vacía, con las pupilas perdidas en algún lugar del alma.
Tomás apartó la vista. Darío trató de sonreír, pero solo le salió un reproche.


— ¿Te da miedo la ahogada?


Volvió a colocar el cuerpo en su sitio, la luz era tan blanca que al reflejarse en la piel le daba un aspecto lunar. Todo era de otro mundo, pero aquel cuerpo había estado vivo tan solo una semana atrás. 


— ¿Se sabe quién es?
— Nadie la ha reclamado, podría ser una de las chicas que buscamos.
— ¿Las chicas del sótano? Este cuerpo parece de una mujer mayor.
— Todos los ahogados ganan peso y años debajo del agua. Este cuerpo no tiene más de veinticinco años.
— ¿Veinticinco? No puede ser.


Y Darío decidió darle una lección de anatomía al actor sin memoria.


Nazaré Lascano, Cuentos de Parque Chas

No hay comentarios: